Valladolid pierde dos librerías: cierra La Gata y la luna y La Otra se reinventa

La Otra escribió su primer capítulo en el invierno de 2017, cuando abría en la calle Juan Mambrilla como la primera librería café de la ciudad. Un espacio donde compartir cañas y poesía, donde tomarse un café con letras. Durante estos años, se ha convertido en un agitador cultural de la ciudad. Ha acogido presentaciones librescas (con la escritora Belén Gopegui, la ilustradora Ilu Ros, la veterinaria María Sánchez…), tertulias literarias, 'performances' artísticas, tertulias improvisadas, decenas de clubes de lectura, proyectos para conectar a distintos colectivos del barrio.

«Lo más emocionante y de lo que más orgullosas estamos es de que La Otra se haya convertido en un lugar seguro, un refugio, un espacio para experimentar la posibilidad de mundos amables», cuenta Arantxa Mateo, quien reconoce que ha llegado el momento de parar… y levantar el pie del acelerador.

«Existe la idea de que un proyecto va bien cuando crece, cuando se hace más grande. Y el proyecto como tal, funciona. Pero es a costa de no tener vida personal. Nos hemos visto sobrepasadas, con una precarización de tiempos y económica», reconoce Arantxa, quien augura una nueva vida para La Otra. El cierre de la librería no es un fin en sí mismo, no es un se acabó, un recuerdo que quedará en la memoria. El espíritu de La Otra revivirá en otoño («posiblemente a partir de octubre») con un proyecto «más pequeño, más personal».

Abrirá local en La Rondilla. Ya no será una librería al uso (con horario fijo), mucho menos una cafetería. Se convertirá en un espacio literario donde habrá mostrador para la venta de libros («no supeditado a los horarios comerciales») pero donde, fundamentalmente, se pondrán en pie proyectos culturales. Será cobijo para albergar grupos de lectura, presentaciones, talleres vinculados con otras entidades o con bibliotecas. Hasta entonces, La Otra cierra sus puertas. El viernes 28 cesa su actividad y el jueves 4 de julio, a las 19:00 horas, ha convocado un cita que no será funeral, sino fiesta de celebración por lo mucho vivido.

A finales de julio está previsto el cierre de La gata y la luna, la librería de la calle Santuario, 17, que ha iniciado el proceso de liquidación de sus fondos. La trama de su historia se comenzó a escribir en 2021, justo después de la pandemia, cuando los hermanos Sergio y Lorena Cabañas decidieron convertir un sueño en realidad. Su propia librería. Hace año y medio, Lorena tuvo que coger una baja de larga de duración y todo se empezó a complicar.

«He estado tirando del carro durante este tiempo, pero la gestión es muy complicada cuando estás tu solo. Hay que meter y que sacar libros, que atender al público, que completar mucha factura, mucho albarán. Es un desgaste continuo», asegura Cabañas, quien une a esta circunstancia otra más: «Todo ha cambiado para siempre desde el confinamiento; la pandemia ha supuesto un antes y un después para el comercio local». Internet se ha convertido en el principal competidor. «Los pequeños negocios lo tenemos muy difícil. Si no tienes mucho dinero detrás… No hay más que ver que son las franquicias las que están abriendo».

Esta sensación de desamparo comercial se aprecia, dice Cabañas, en la propia calle Santuario, que ha vivido cuatro cierres (con el suyo) en los últimos meses, entre traslados y ceses de negocio. «Nuestra intención durante este tiempo siempre ha sido aportar algo al barrio y a la ciudad. Organizar actividades, talleres… Es una pena, pero tenemos que dar un paso atrás que nos obliga a cerrar. Vamos a echar de menos muchas cosas y a mucha gente maravillosa y especial que nos ha acompañado en esta travesía», asegura Castaño.

El Gremio de libreros (que agrupa a una treintena de negocios, incluidos los que ahora cierran) ha lamentado estos cierres, que se producen apenas unos días después de la celebración de la Feria del Libro. «Es una mala noticia, porque nunca es bueno perder dos integrantes del ecosistema de librerías de la ciudad», cuenta Pablo de Garay, presidente del Gremio de libreros, quien subraya además que estas dos tiendas tenían un fondo especial. «Y contribuían, además, a dinamizar la oferta cultural y social en sus barrios».

«Es triste ver cómo se cierran locales. No solo librerías, también mercerías, ferreterias. Si al final cierran estos negocios, se perderá vida en el barrio. Y también en el conjunto de la ciudad». El movimiento de librerías ha permitido en las últimas semanas sumar una apertura en Torrecilla. «La gente sigue confiando en el libro, aunque a veces parece que, por el motivo que sea, le cuesta salir a la calle y prefiere comprar a golpe de clic. Animamos siempre a visitar las librerías, a hojear los libros, a consultar al librero de confianza. Un librero es un agente de cultura. Si le cuentas tus gustos, qué tipo de lectura estás buscando, podrá asesorarte y ayudarte a buscar el título deseado», indica De Garay.