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Valentín Merino (derecha), en la toma de posesión de Javier León de la Riva. Archivo Municipal

Valentín Merino, 25 años guardando los «secretos» del Ayuntamiento de Valladolid

Secretario general del Consistorio desde 1997, recibirá este miércoles un homenaje por su inminente jubilación

Martes, 22 de noviembre 2022, 00:09

Las buenas –y no tan buenas– lenguas dicen que es la persona que más manda en el Ayuntamiento de Valladolid. Él lo niega, y más a las puertas de su jubilación, que tendrá lugar oficialmente el próximo 4 de diciembre, pero sí se muestra orgulloso de estos 25 años como secretario general en los que se ha esforzado por prestar apoyo a los alcaldes y concejales y agilizar los trámites edilicios. Además, por si quedara alguna duda, recuerda que la palabra secretario, procedente del latín, hace referencia a aquel que guarda los secretos, los asuntos –actas- que no pueden ser conocidos por otras personas.

Burgalés nacido en 1952, Valentín Merino Estrada llegó a Valladolid con 17 años para, ayudado por una beca, estudiar Derecho en la Facultad. Eran los últimos años del franquismo y la ebullición política le tocó de lleno: «Yo era un joven de ideas antifranquistas. De hecho, mi padre, que era socialista de corazón, escuchaba Radio Española Independiente. Y yo con él». Apenas llevaba un año de carrera cuando comenzó a colaborar con los grupos de la izquierda radical. Fue detenido por propaganda ilegal y por participar en la famosa manifestación universitaria que en enero de 1972 llegó a cortar el paso del tren por Vadillos. Lo acusaron de tentativa de terrorismo y pidieron para él seis años y un día de cárcel, de los que sólo cumplió cuatro meses.

Expulsado de la universidad, se dedicó por completo a la política y llegó a ser secretario provincial y regional del Partido del Trabajo de España (PTE), formación de inspiración maoísta por la que encabezaría la candidatura vallisoletana al Congreso en las elecciones generales de 1979. Se llamaba «Ángel Quintanilla» en la clandestinidad y lo apodaban «el Chino Merino». Hasta que llegó la debacle del partido y el comienzo de la desilusión: «Tenía 26 años cuando, decepcionado, dejé la política por completo. No me arrepiento de aquella aventura, pero ya no comulgo ni mucho menos con esas ideas. Lo peor es que no tenía nada, ni carrera ni trabajo. Una amiga me avisó de que se iban a convocar oposiciones a secretario de pueblo, en las que solo pedían el Bachillerato, y me puse a prepararlas». No tuvo que esperar a la celebración del ejercicio: el 1 de septiembre de 1979 lo fichaba como secretario interino el alcalde de Vilviestre del Pinar, en la provincia de Burgos. Meses más tarde, en mayo de 1980, aprobaba la oposición.

Valentín Merino con el alcalde Óscar Puente y la concejala Ana Redondo.

Como además pudo terminar la licenciatura de Derecho por la UNED, compatibilizó el trabajo en el Ayuntamiento con el ejercicio de la abogacía: «Llevaba los asuntos de muchos pueblos, de empresas, de particulares… Llegó un momento en que me sentía como una especie de cacique de pueblo, buscado y consultado por todos, y no me gustó en absoluto. Así que lo consulté con mi mujer y decidí dejarlo todo para preparar oposiciones a secretario de primera categoría». Y las sacó. Era el año 1983, recién estrenada la Comunidad Autónoma. Aunque su primer destino era Reinosa, una llamada de Juan José Laborda, que en aquel momento era senador socialista por Burgos, le cambió la vida: «Pensó en mí para ocupar la dirección general de Administración Territorial de la Junta, a las órdenes de José Constantino Nalda, y acepté. Era septiembre de 1983».

Impulsor de las mancomunidades

Valentín Merino se quedó prendado de la administración local. Además de conocer a centenares de alcaldes, contribuyó a impulsar la creación de mancomunidades («cuando entré había cinco y creamos cerca de doscientas») y a reformar numerosas casas consistoriales, además de organizar las primeras jornadas sobre Administración Local. Por eso no dudó cuando en 1987, una vez cesado como director general, tuvo la oportunidad de trabajar en el Ayuntamiento de Valladolid, donde en estos 35 años ha sido oficial mayor, director del Área de Organización y Recursos Humanos, vicesecretario, secretario general interino y, desde octubre de 1997, secretario general con plaza en propiedad. «Entré con Tomás Rodríguez Bolaños como alcalde, a quien había conocido cuando trabajaba en FASA, en los tiempos de lucha antifranquista, y he sido secretario con Javier León de la Riva y con Óscar Puente». Trabajador infatigable y discreto («a mis funcionarios siempre les digo que nosotros no tenemos que hablar con la prensa, que eso es cosa de los concejales)», este «guardián de los secretos» edilicios tiene buenas palabras para ambos alcaldes:

«He trabajado muy a gusto con los dos. Javier León fue un gran alcalde, muy trabajador, muy responsable, más allá de la imagen que tuviera y de ciertas declaraciones que realizara. Era el primero en llegar a las ocho de la mañana, y muchas veces no encontraba ni a los concejales. Cuando estaba fuera llamaba todos los días, incluso desde Pekín. Con él acometimos bastantes innovaciones, como, por ejemplo, todo lo relacionado con la calidad de la policía municipal y su proximidad. Y no era sectario: nombró para puestos de responsabilidad a personas que eran claramente de izquierdas. Él sólo quería que trabajaran bien».

Valentín Merino, muy sonriente, tras recibir un reconocimiento en el Consistorio.

También ha gozado de la plena confianza de Óscar Puente, «un hombre con un gran instinto político. Es menos controlador que Javier, es otro estilo, pero tiene una visión muy estratégica. Su principal misión ahora es facilitar la creación de empleo en Valladolid, y tiene razón. Además, no ha cerrado ni dado la espalda a iniciativas abiertas en el mandato de León de la Riva, como puede ser la Agencia de Innovación, muy importante, y que ahora se ha mejorado». Autor de numerosos libros y artículos sobre municipalismo, función pública y régimen local, Valentín Merino es doctor en Derecho y licenciado en Ciencias Políticas y de la Administración por la UNED, ha sido profesor asociado de Derecho Constitucional en la Universidad de Valladolid y es toda una autoridad académica en la materia, sobre todo en España e Hispanoamérica.

Este miércoles, sus amigos le rendirán un merecido homenaje en el Teatro Calderón por sus 35 años de servicio en el Ayuntamiento, aunque su última jornada laboral será la del 2 de diciembre. Dejará paso entonces a otro secretario para dedicarse de lleno a su vocación académica, a leer, escribir y divulgar sobre municipalismo y régimen local. Se jubila, dice, con el orgullo del trabajo bien hecho: «Como servidor público, me voy con el deber cumplido de haber trabajado para agilizar en lo posible la administración y haber formado a muchos funcionarios que ahora ejercen cargos directivos en el Ayuntamiento».

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