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El reportero Antonio Pampliega, durantre su conferencia. Alberto Mingueza
Antonio Pampliega: «Somos los últimos testigos que les quedan»
Congreso de Periodismo Miguel Delibes

Antonio Pampliega: «Somos los últimos testigos que les quedan»

El reportero bélico reclama seguir siendo «la luz de los conflictos» en un mundo cada vez más insensible

Antonio Corbillón

Valladolid

Viernes, 7 de octubre 2022, 13:40

Antonio Pampliega quería ser Arturo Pérez-Reverte o el maestro polaco del reporterismo Ryszard Kapurscinsky. Acabó la carrera y su fue con 25 años a Irak. «Iba a ser 'freelance', que suena mejor en inglés que traducido al castellano». Por que la traducción real es inseguridad, precariedad y falta de garantías para ejercer el periodismo. Y en los lugares en los que más hace falta alguna garantía. Tan precarias fueron sus primeras aventuras por el mundo que «acabé pidiendo un crédito de 10.000 euros para seguir».

Irak, Afganistán,... Este periodista madrileño (1982) enseguida entendió que «hay que diferenciar el periodismo del reporterismo de guerra». Porque, un día, tarde o temprano «te llega tu primer muerto». En su caso fue un niño reventado por una mina. «Tiras fotos y más fotos porque si tú no cuentas esa muerte, no la cuenta nadie», dijo a su entregado auditorio del Miguel Delibes.

Las revoluciones árabes propiciaron la guerra de Siria. Fue allí porque no había nadie. Y en este país, aún hoy en guerra, entendió por fin que «un cosa es el periodismo y otro ir a la guerra». En la cobertura del entierro de un niño, una anciana le besó las manos y le habló: «contadle al mundo cómo nos están matando». Y de hecho, en 15 años de reportero de guerra «nadie me ha dicho nunca 'no grabes'... porque nosotros somos los únicos testigos que les quedan».

Entendió entonces que no se puede ir de reportero para lograr algo de fama, dinero y alimentar el ego. Ni siquiera a él, que un secuestro de 299 días en Siria le convirtió en 'vedette' de televisiones, tertulias y entrevistas. «Si nosotros no vamos -advirtió a la mayoritaria 'camada' de futuros colegas que le escuchaban- el mundo no se entera. Y, aunque vayamos, al mundo le da igual», lamentó.

El precio de estar ahí

Un escéptico y pesimista Antonio Pampliega admitió que todos los que hacen su trabajo «somos yonkis, pero no héroes ni valientes. Lo hacemos por ellos: las víctimas». Pero que hay que pagar un precio bastante caro. «El corresponsal se tiene que 'comer' los muertos, las piernas amputadas... Nada es gratis a nivel psicológico. Y hay que estar dispuesto a dar la vida».

Y aún así, y tras 15 años de experiencia y muchas situaciones extremas en la retina y en el recuerdo, todavía le parece «el mejor trabajo del mundo que no cambiaría por nada». El trabajo de los que son «la voz del mundo». Aunque no sirva para cambiar las cosas porque «al mundo le importa cada vez menos estas realidades».

Los años y la experiencia dejan su huella. Y, tras perder a buenos amigos en los frentes bélicos, Antonio Pampliega advirtió a su auditorio que «ningún reportaje vale la vida de un periodista». Él, que ya se jugó la suya, no volverá a 'inyectarse' la adrenalina de las bombas y los conflictos. «Estoy cansado y no cambiará nada. ¿Para qué arriesgar tu vida si no le importa a nadie?». En el fondo, sabe que otros Pampliegas están de camino. Alguno, incluso, lo tendría entre el auditorio.

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