Fernando Blanco, compañero de Gabriel Villamil en tantas trincheras del fotoperiodismo, acuñó una frase (compartida este domingo en sus redes sociales) que subrayan hoy muchos colegas de profesión. «Ten miedo si ves a Gabi, pero aún más si no lo ves, porque seguro que está haciendo la foto desde un punto, desde un ángulo tan singular, que al verla nos volará a todos la cabeza».
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Los periodistas gráficos de Valladolid, la tribu de los 'foteros', los compañeros de muchas horas de calle y espera, han recordado este domingo a Gabriel Villamil, fotógrafo de El Norte de Castilla fallecido este sábado, cronista de la vida vallisoletana durante cerca de treinta años en las páginas y la web del periódico.
«Si coincidías con él en un acto, si lo tenías al lado, sabías que estabas en el sitio correcto, que no te ibas a perder nada importante. Pero como no lo vieras, ya sabes que estaba por ahí liándola», dice José C. Castillo, quien subraya la «elegancia» de Villamil, la sensación de «tranquilidad» que transmitía en su trabajo. «Dominaba la situación. Sabía dónde estar, lo que pasaba y hasta lo que iba a pasar», añade. «Lo veo en la Seminci, dirigiendo con gracia a los actores de turno. Destacaba su seguridad ante cada situación», evoca Miriam Chacón (Ical), quien recuerda además esos 'grupo burbuja' de fotógrafos que tuvo que trabajar en pandemia, en la calle, cuando casi todo el mundo estaba confinado. «Era una pantera, siempre tenía la mejor posición de manera disimulada y sigilosa», afirma Rodrigo Ucero, compañero en El Norte de Castilla, quien pone un ejemplo de esta forma de trabajar: «El día que se inauguró la calle de Concha Velasco, fuimos todos los medios a cubrir el acto. Solo Gabi consiguió llamar a una vecina, liarla y que Concha Velasco subiese a su casa para que se asomara a la ventana y hacerle la foto justo al lado del nombre de la placa».
«Era muy de impartir lecciones, en el buen sentido. Cuando muchos de nosotros empezamos, Gabi era la estrella (lo seguiría siendo)», cuenta Pablo Requejo (Photogenic), convencido de que varias de las fotos que tomó Villamil a lo largo de su vida quedarán para el recuerdo de la ciudad. «Era un tío de puta madre, pero, sobre todo, era un buen fotógrafo», añade. «Un tío muy estricto profesionalmente», apunta Ricardo Otazo. «Un trabajador al que siempre veías con muchas ganas y deseoso de estar allí donde estuviera la noticia más importante. No quería perderse los acontecimientos más destacados», añade Leticia Pérez (Ical).
«Mi relación con Gabi no empezó con buen pie», reconoce Fran Jiménez, durante años el fotógrafo de El Norte en Medina del Campo. «Era yo un imberbe que caminaba con temblor en las piernas (en realidad nunca dejaron de temblarme en las muchas situaciones complicadas que acompañan a esta profesión de periodista gráfico). A Gabi nunca le temblaba nada. Al menos eso parecía. Nunca bajaba el objetivo. Siempre alerta. El tiempo mejoró, y mucho, mi relación con Gabi», continúa su relato Fran. «Hace ya muchos años hablaba con un compañero gráfico sobre el nivel profesional de los fotógrafos de la provincia y defendí entonces que Gabriel Villamil estaba muy por encima de todos nosotros. Todos salíamos de casa con las mismas tijeras de cortar y el mismo acerico. Pero Gabi cosía mejor que ninguno los jirones rotos de la vida cotidiana. El compañero me contestó airado: 'Ya estáis los de El Norte con esas cosas'. Pero me reafirmo. Era el mejor en un grupo de muy alto nivel profesional. Y eso es mucho». Jonathan Tajes (El Día de Valladolid) lo presenta como «un referente de la fotografía a nivel nacional»: «Todos los fotógrafos de Valladolid aprendimos mucho de él y nos hizo ser mejores profesionales. Es una auténtica pena que no podamos seguir aprendiendo de su fotografía».
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«El fotoperiodismo en nuestra ciudad tiene un gran nivel y en parte es debido a una sana competencia a la que contribuía sin duda Gabriel Villamil. Tener referentes en otros compañeros para mejorar en los trabajos es lo que buscamos todos y ahora se nos ha ido uno de ellos», apunta Miguel Ángel Santos (Photogenic).
«Tenía esas cualidades que todo gran fotógrafo ha de tener: intuición para predecir y adelantarse a los acontecimientos, perseverancia para conseguir la mejor fotografía para su periódico, por supuesto un dominio de la técnica de la que disfrutaba disertar entre colegas. Entendía perfectamente que la fotografía es una sacudida directa a la cabeza y al corazón. Y creo que así lo reflejó siempre en su trabajo», cuenta Carlos Espeso, fotógrafo de El Norte. Otro compañero fotógrafo del diario, Rodrigo Jiménez, subraya -como otros colegas han hecho- su mirada crítica sobre el trabajo. «Siempre me decía lo que se hacía bien o mal, siempre con el ánimo de mejorar». Y rememora ese «adiós, adiós, adiós, adiós» con el que casi siempre despedía sus llamadas telefónicas.
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Gabriel Villamil llegó a la redacción de El Norte de Castilla en 1993. Siempre decía que fue Paco Heras (ABC), compañero de objetivos y obturadores, quien le comentó que en El Norte buscaban fotógrafo. «No lo recuerdo. Empezamos los dos a hacer fotos en prensa casi a la vez. Estos 30 años de fotos los hemos recorrido juntos. En los 90, solíamos quedar todos los fotógrafos de prensa al terminar la jornada en El Terminal, donde comentábamos el día y las anécdotas, las últimas cámaras del mercado…», rememora Heras. «Lo recuerdo cuando, después de trabajar, bien entrada la noche, volvíamos a casa con la vespa y nos poníamos en ella de pie», evoca Lostau (Diario de Valladolid). «Tengo la sensación de que se me ha ido un hermano con el que he recorrido toda mi vida de fotos. Hemos discutido, reído, aprendido juntos. Este vacío va a ser muy complicado superarlo», cuenta Heras. Y recuerda unas palabras suyas que hoy también vienen a la memoria de otros compañeros: «Lo que diga tu tío».
«Te lo dice tu tío. Así acababan gran parte de sus frases, como una sentencia de lo que estuviésemos hablando: una cámara recién salida, un chismorreo sobre políticos, la situación laboral de los fotógrafos», dice Nacho Gallego (Efe), quien rememora las «horas y horas juntos sentados en los rincones del Olid» a la caza de las estrellas de la Seminci. «Era un fotógrafo todoterreno», resume Gallego.
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En El Norte, Gabriel compartió el cuarto de fotógrafos con Ramón Gómez y Henar Sastre. «Éramos unas personas muy diferentes, pero hicimos un equipo muy bueno, que nos compenetrábamos muy bien», dice Henar Sastre, quien destaca, sobre todo, la enorme personalidad que Gabi imprimía a todas sus fotografías. Villamil siempre dijo que su gran objetivo era «contar historias». Y eso, subraya Sastre, se aprecia en todo su trabajo. «He pasado más días con él que con el resto de mi familia. Han sido muchas horas juntos», dice Henar, quien tiene un deseo vinculado con una de esas imágenes que Gabi acostumbraba a tomar. «Le gustaba mucho fotografiar los cielos de Castilla. En la hemeroteca del periódico hay muchas imágenes suyas de las lluvias de estrellas en Mojados. Y como esos cielos tan inmensos que fotografiaba, me gustaría pensar que cuando lo miremos, veremos en él una estrella con su nombre». Ramón Gómez, su jefe durante años, lo define como «un maestro de la luz y del instante. Siempre miraba las mismas cosas que los demás, pero lo veía de manera diferente».
«En mi primer día de prácticas, en septiembre de 2010, me enseñó a documentar y meter las fotos en el sistema del periódico», cuenta Alberto Mingueza, fotógrafo de El Norte. Era la forma de que ninguna imagen se perdiera, la garantía de que la memoria fotográfica del diario quedaba intacta. «Yo estaba sentado junto a él en la salita de los fotógrafos e insistió mucho en la importancia de documentar bien las fotos. A finales de abril de este año estuvimos otra vez los dos sentados en su sitio, que en ese momento era el mío. Pasamos ahí media mañana de un domingo buscando fotos suyas en el archivo. Y encontramos muchas gracias a lo bien documentadas que estaban», cuenta Mingueza, quien añade una imagen final.
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En el respaldo de la silla hay un un papel pegado donde pone, escrito a mano, Gabriel. Le dije que ahí estaba su nombre en la silla. Me dijo que lo podía quitar…». Pero ese nombre, el de Gabi, ahí continúa. Vivo en la redacción de El Norte.
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