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Anass Ahnin, en los entornos de su nueva residencia ilegal en Valladolid. José C. Castillo

Tres años para buscar una oportunidad: «Nunca he tenido una vida fácil en Valladolid»

El joven marroquí Anass Ahnin, en situación irregular en el país, afirma que aguantará en la ciudad hasta conseguir los papeles después de acumular episodios de okupación y sufrir un intento de homicidio

Álvaro Muñoz

Valladolid

Domingo, 21 de julio 2024, 14:29

Entre su pelo rizado y frondoso aún se atisban las dos grapas que le quedan después de la agresión que recibió a martillazos cuando habitaba en el esqueleto del antiguo Rancho Grande. Se las quitarán en los próximos días. O eso cree. Esa será ... una de las muchas cicatrices físicas que acumula Anass Ahnin desde que llegó a Valladolid hace poco más de dos años y medio. Pero tal vez esas heridas no sean las que más le duelan, pues desde que dejó todo en Marruecos en busca, como él dice de una «vida», la suerte no le ha sonreído. «Nunca he tenido una vida fácil en Valladolid», reconoce el joven marroquí de 20 años.

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Porque él fue uno de los miles de inmigrantes que llegó a nado hasta Ceuta desde Marruecos en mayo de 2021. Era menor de edad por aquel entonces. Pasó seis meses en la ciudad autónoma para finalmente 'instalarse' en la provincia vallisoletana. Su historia en la meseta no ha sido la esperada. Acumula en este tiempo diferentes episodios de okupación, ha recibido agresiones... para terminar asegurando que aguantará hasta tener una vida.

Precisamente esa expresión, la de tener una vida, es la que más repite en una breve conversación. Y no parará hasta conseguirla. «Cada vez duermo en diferentes puntos de la ciudad. No tengo donde vivir. A veces en el Rancho, a veces en la calle. Así tendrá que ser hasta que pueda lograr mi vida», reitera una y otra vez Anass desde su nuevo 'hogar' en los entornos del Parque de las Norias.

«Cada vez duermo en diferentes puntos de la ciudad. No tengo donde vivir; a veces en el Rancho, a veces en la calle»

Mientras tanto, ahora solo piensa en el viaje que le llevará en los próximos días ante el Consulado de Marruecos en Madrid. Su única idea es iniciar los trámites para conseguir los papeles para rematar esas gestiones en Extranjería y de esta forma abandonar su estancia irregular en el país. «He perdido tres años de mi vida por intentar lograr los papeles, pero tengo que aguantar para conseguir una vida. Trabajo un poco, estudio otro poco, busco ayuda y hago cualquier cosa para buscar una vida», detalla el joven marroquí, quien fue uno de los miles de inmigrantes que en mayo de 2021 llegaron a Ceuta a nado en una de las grandes crisis migratorias de los últimos años.

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Pasó seis meses, cuando aún era menor de edad, en la ciudad autónoma para mudarse definitivamente a Valladolid a finales de ese año. Su primera 'residencia' fue los restos del antiguo Rancho Grande, inmueble a medio construir y pasto de la okupación del que no tiene buenos recuerdos. «Estuve los primeros seis meses. La vida en el Rancho no es buena. Hay gente enferma, pero tienes que aguantar y vivir con ellos. No puedes confiar en nadie. Allí me intentaron matar», detalla Anass.

Lesiones desde la agresión

Fue en marzo de este año y desde entonces no ha querido volver a ese inmueble en ruinas. En el mismo que le dieron cuatro martillazos de forma sorpresiva en la cabeza y que le enviaron de urgencia al Hospital Río Hortega. Todo ello, según explicó la Policía Nacional en su día, después de que el presunto agresor, cuyo ingreso en prisión fue decretado tras su detención, fuera rechazado para vivir por Anass y su acompañante en unas de las habitaciones del edificio a medio construir. «Además de las heridas que tengo en la cabeza, tengo otras lesiones en la espalda y el cuello que me impiden trabajar. Mi cuerpo no puede aguantar después de lo que pasó en el Rancho Grande», prosigue con su castellano con acento árabe.

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Desde entonces, Anass ha deambulado por la ciudad hasta que en junio fue uno de los okupas en el número 4 de la calle Olmedo, en el barrio de Delicias. Por aquel entonces afirmaba una frase que un mes después vuelve a repetir: «Entiendo el miedo, nosotros también lo tenemos; no sabemos dónde ir», agregaba días antes de abandonar ese bloque tras un asentamiento irregular mediático y volver a caminar sin rumbo por la ciudad.

En los aledaños del Parque de las Norias y de las vías del tren inicia un nuevo capítulo con el objetivo de que está vez sí que llegue esa vida que tanto espera. «Voy a aguantar hasta que consiga una vida y los papeles. No tengo nada. Tengo que aguantar hasta que consiga los papeles», recalca una y otra vez en la puerta de su actual residencia ilegal mientras piensa en un futuro que aún no le llega. «Solo quiero un trabajo, cualquiera. No tengo ningún problema en trabajar de cualquier cosa», continúa. De momento, vende chatarra y poco más.

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