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La Asociación de Asistencia a Víctimas de Agresiones Sexuales y Malos Tratos (Adavasymt) ha vuelto al lugar donde empezó todo hace treinta años: el centro social de El Campillo. Allí se puso la primera piedra de un proyecto que nació de varias mujeres hartas de continuas agresiones y malos tratos. Por esas fechas de 1994, la provincia vallisoletana se había sobrecogido tras los asesinatos de Olga Sangrador y Leticia Lebrato.
Ese fue el punto de partida de un colectivo que ahora cumple sus primeros treinta años. Mucho ha cambiado la asociación en este tiempo. Lo recuerda la presidenta, Conchi Minayo, una de las precursoras y que no ha cesado de seguir luchando por las mujeres víctimas de agresiones sexuales y malos tratos. En esos inicios tuvo que dar su teléfono fijo de casa ante cualquier situación, mientras que ahora ya tienen hasta uno para cualquier tipo de urgencias (606 792398).
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Porque desde 1994 se ha avanzado «algo» reitera Minayo, por lo que «todavía nos queda mucho camino por recorrer; aquí estamos y seguiremos». Es una frase de continuar luchando por y para las mujeres porque el único objetivo que persiguen es que esta asociación algún día desaparezca para ser solo parte de la historia. Aunque hoy en día parezca una utopía. «Ojalá que así sea porque eso significaría que no tendríamos más casos», añade.
Paso a paso, la labor de este colectivo ya ha influido en la sociedad vallisoletana. Hay avances y ahora, según insiste Minayo, porque «ya no es un problema privado de casa». «La sociedad ha tomado conciencia y las mujeres denuncian más», agrega antes de iniciar un acto al que acudieron decenas de personas, principalmente mujeres.
Como recado en este aniversario, la asociación ha vuelto a mandar un recado a las instituciones a las que considera que «no terminan de hacer todo lo posible; no se lo termina de creer. Ni tampoco la prensa», concluye desde el centro El Campillo.
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