Valladolid
Trabajar con calor extremo: «El termómetro 'petó' al alcanzar los 52 grados»Valladolid
Trabajar con calor extremo: «El termómetro 'petó' al alcanzar los 52 grados»La llegada del mes de julio es una bendición para muchos: las buenas temperaturas, los días más largos, las ansiadas vacaciones y, sobre todo, los viajes a la playa. Un mes ideal para gran parte de la población, pero existe otro gran porcentaje de personas ... para las que estas fechas se convierten en un 'infierno', en algunos casos literal, como para los trabajadores de la obra, barrenderos, repartidores y muchos otros operarios que realizan sus labores a pie de calle o entre fogones.
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Cuando todo el mundo para, ellos continúan con sus obligaciones pese a las altas temperaturas que llegan a soportar, con el riesgo de sufrir golpes de calor, deshidratación o quemaduras, y que solo pueden combatir con sombreros, agua y protección solar.
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El ascenso generalizado de las temperaturas esta semana, debido a la entrada en la península de una masa de aire de origen sahariano, muy cálida y seca y que durará, según la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), como mínimo hasta mañana miércoles, está haciendo que el mercurio en Valladolid llegue hasta los 38 grados. Esta temperatura va acompañada de cielos despejados, con ausencia total de nubes que puedan generar pequeños intervalos de sombras, lo que hace que el entorno para estos trabajadores que realizan sus tareas a pleno sol sea todavía más hostil.
Asunción Recio, trabajadora del Servicio Municipal de Limpieza de Valladolid, asegura que todos los días sale preparada con sus botellas de agua -«mínimo llevo dos»-, su gorra y bien embadurnada de protección solar para evitar las quemaduras. De lo que no puede prescindir es de las botas del uniforme, unos zapatos grandes y recios que «asan los pies y que, sin duda, nos hacen pasar mucho calor». Peor lo tienen los del turno de tarde, «porque nosotros tratamos de hacer las rutas de sol a primera hora. Es cierto que ellos tienen más trabajo de mantenimiento que una ruta fija, pero nosotros trabajamos a 25 o 28 grados y ellos superan los 30 todos los días».
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Para las horas de máximo calor existe un protocolo, que pueden activar en caso de que se supere una determinada temperatura. Una vez activado, se toman las medidas oportunas para proteger al trabajador. De momento, Asunción no ha tenido que recurrir a dicho protocolo ni avisar por exceso de calor. «Muchas veces sientes ligeras bajadas de tensión, pero en la mayoría de casos no tiene nada que ver con las temperaturas», comenta.
Quienes trabajan entre los fogones también ven cómo estas olas de calor pueden convertir su lugar de trabajo en un infierno. Es el caso de la pollería 'Yoli y yo', donde el termómetro llegó a «petar» tras marcar una temperatura de 52 grados. Los métodos para combatir el calor son, principalmente, beber mucha agua y mojarse constantemente para bajar la temperatura. También recurren a ventiladores donde «meter la cabeza cuando ya no puedes más», aunque no siempre es una buena solución, debido a que el movimiento del aire revuelve el más caliente, que se encuentra en lo alto del local, y provoca que «te ahogues». La pollería dispone de aire acondicionado, pero explican que no les merece la pena encenderlo porque no logran bajar la temperatura ambiente más de uno o dos grados.
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«La clave se encuentra en tener un buen sistema de ventilación y una buena extracción, también en madrugar para meter los pollos en el horno cuando el calor en la calle aprieta menos», explica Yolanda Rueda, propietaria de la pollería. Siempre tienen a mano en el establecimiento un tensiómetro para poder controlar cualquier bajón de la presión arterial y parar si es necesario. Un control imprescindible, ya que tampoco pueden recurrir a ropa demasiado corta porque «el horno quema la piel con acercarte, tenemos que estar protegidos», señala Rueda.
Si entre fogones y hornos las altas temperaturas hacen estragos, entre maquinarias de lavandería y planchas la situación no es muy diferente. Así lo ve Juani Carrasco, trabajadora de una tintorería. «Tener todo abierto y rezar, esas son mis soluciones, todos los días me digo que tengo que traer un ventilador al menos para las piernas. Pero nada, que no hay día en el que no se me olvide». El local cuenta con aire acondicionado, pero no resulta en ningún caso una solución. «Encender el aire solo hace que me ahogue».
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Las tardes son el peor momento, porque «es fácil que llegue a estar por encima de los 30 grados. Estos días que hay mucho más jaleo es que notaba como me caía el sudor por la cara». Aparte de mucho agua y de mantener todo abierto, Juani procura tomarse un descanso de vez en cuando, sobre todo para evitar algún susto, algo que por suerte nunca le ha sucedido. «Muchas veces lo pienso, a ver que hago como algún día me de un golpe de calor o una bajada de tensión, así que me hidrato bien y me tomo mis descansos. Si veo que estoy más floja, paro y continúo después».
Los trabajadores de la construcción pertenecen a una de las profesiones más expuestas a todo tipo de temperaturas, en invierno conviven con las heladas y en verano sufren las olas de calor. Dentro de este sector existen dos grupos, que padecen las subidas del mercurio de diferente manera: por un lado, están quienes trabajan con maquinaria y, por otro, quienes realizan un trabajo más físico a pie de calle.
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Los que manejan maquinaria cuentan con la ventaja de que estos vehículos cuentan con aire acondicionado, como explica Marco Polo Ruiz, un operador de excavadora que recurre a refrescarse constantemente y a la crema de sol. En cuanto a la ropa, «solemos llevar vestimenta reflectante, pero no hay ninguna diferencia con la normal, no sentimos más calor con ella. El tema del casco ya es diferente, ahí sí que se nota y se sufre».
Los peones son quienes más tienen que aclimatarse a estas altas temperaturas, al fin y al cabo son quienes están más expuestos. Rafael Taipe, trabajador en una obra y ataviado con el uniforme que manda el protocolo -casco, jersey de manga larga, guantes, pantalón largo y botas-, comenta que «beber agua es la única solución, tenemos un local aquí al lado de la obra que nos deja rellenar las botellas». Por las tardes, especialmente después de comer, es cuando más complicado se hace el trabajo. «Es una sensación mas difícil, con más pesadez. Nosotros trabajamos desde las ocho de la mañana hasta las seis de la tarde y tenemos una hora para comer; es el momento en el que paramos, de dos a tres de la tarde».
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Los repartidores tampoco escapan a los caprochos del clima. «Contamos con el aire acondicionado de la furgoneta, que no se yo si en este caso es una ventaja o no», dice Ignacio Pérez, repartidor en una empresa de transporte. Su gran preocupación reside en el cambio constante de temperaturas, entrar y salir del vehículo con aire acondicionado a la calle, donde los termómetros marcan más de 30 grados. «Dentro de lo malo, ese es mi único problema con el calor, y no es para tanto si se compara con los compañeros a pie de calle». Repartidores que hacen la ruta andando, cargados con un saco al hombro de «paquetes de menor peso, pero a medida que se suman kilómetros 'pateados' no se nota si pesaba menos o no». Trabajadores que no cuentan con más remedio contra el calor que una botella de agua y una gorra a juego con el uniforme.
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