Las terrazas en aparcamiento se reducen de 148 a 61 por la caída de la covid y su mayor coste

Su bar es uno de los 61 negocios que acaban de renovar la licencia de terraza en plazas de aparcamiento –el plazo finalizó el 31 de enero–, una autorización excepcional que el Ayuntamiento concedió por primera vez en 2021 para paliar los funestos efectos de la pandemia de la covid en un sector que sufrió como ninguno las restricciones.

Con el virus a la baja, estos permisos especiales, que conllevan un recargo que duplica la tasa ordinaria de ocupación (en acera o calle peatonal), se han prorrogado este año como una medida de gracia para que estos locales, en general situados en vías estrechas y la mayoría con poco espacio interior, puedan recuperar el pulso normal.

Sin embargo, el mayor coste de estas instalaciones y la ausencia de limitaciones por la enfermedad han llevado a muchos hosteleros a volver a su situación original, a renunciar a ese espacio a la intemperie. De las 148 que estaban activas en 2021 (entonces era gratis) se ha pasado a menos de la mitad.

Los que la mantienen pagan un 100% más que el resto, pero les «compensa». Lo confirma Venancio Peña, propietario de La Espuma y la Sepia, en la calle Felipe II. «Esta medida ha sido un gran detalle por parte del Ayuntamiento, porque sin esta alternativa igual ya no estaríamos aquí», sostiene el veterano hostelero, que también dirige El Lagar de Venancio, cerca de la planta de Michelin. El empresario asegura que el contagioso bicho que ha mantenido en jaque al planeta ha cambiado los hábitos de los clientes. A algunos para siempre. «Muchos prefieren estar fuera, al aire libre y más cuando hace bueno», acota. En su caso, los 15 metros cuadrados que ocupa su montaje frente la Jefatura de la Policía Nacional le han ayudado a remontar una situación que llegó a ser crítica para el sector.

Dice Alfonso García, de Don Bacalao, en la plaza de las Brígidas, que si por él fuera mantendría esta reserva de espacio de manera indefinida, aunque cueste más y haya que invertir para mejorar su estética. «Hay muchos clientes que siguen con esa precaución y prefieren comer en el exterior», argumenta el conocido cocinero. Como él, Sara y Venancio firmarían ahora por mantenerla a futuro. Sin dudarlo y aunque haya que apoquinar, porque, como afirma la dueña de Tigo y Migo, la inversión se amortiza. «Estamos hablando de que nosotros este año pasado, con la temperatura que ha hecho, le hemos sacado partido desde marzo a diciembre», destaca.

Piti, propietario de la taberna La Flaca, en San Blas, tiene claro que «es mejor tener terraza que no tenerla», aunque en su caso el segundo año con el montaje ha sido más flojo. «En 2021 funcionó muy bien, pero cuando se han levantado las restricciones han caído los clientes», explica. No obstante, ha optado por renovarla para ofrecer un servicio que sus parroquianos agradecen cuando el tiempo acompaña.

El concejal de Movilidad, Luis Vélez, prefiere no pronunciarse aún sobre esta posibilidad de mantener unas terrazas que restan plazas de estacionamiento en zonas, en algunos casos, con escasez de espacios para los coches. «Ha sido positivo para reactivar muchos establecimientos y evitar su cierre, pero no hemos tomado ninguna decisión al respecto; de momento podrán seguir todo este año», señala el edil responsable del área.

Desde la Asociación de Empresarios de Hostelería recuerdan que en todas las modificaciones de la ordenanza la entidad ha defendido esta alternativa, siempre con el respeto a las condiciones y precios que se puedan establecer para compensar la pérdida de plazas de la ORA. «Hay una revisión pendiente de la norma municipal y seguiremos manteniendo esa postura», avanza su gerente, María José de la Calle.