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Terapia, clases y quedadas para superar las barreras de la discapacidad auditiva«De todas las discapacidades, la auditiva es sin duda la más invisible porque la gente no es consciente de las dificultades y barreras que ... encuentran cada día estas personas», asegura desde su despacho Mar Pigazo, logopeda de la Asociación de padres y amigos del sordo (Aspas). En el barrio de Arturo Eyries, dentro del local de poco más de cien metros cuadrados se organizan bien y dan la bienvenida un total de seis profesionales que tiene como objetivo ayudar a derribar esas barreras diarias tanto a las personas que tienen dificultades auditivas como las familias a las que un diagnóstico de sordera les cambia la rutina de su vida.
Ocho de sus diez años los ha pasado Mateo ligado a esta asociación que su madre, Soraya González, define como «nuestros pies y nuestras manos» a la hora de saber qué hacer. «No sabíamos qué hacer cuando Mateo nació sordo, es portador de implante coclear bilateral y no teníamos ni idea de nada», recuerda. Han ido aprendiendo de la mano de Aspas. «Aquí nos han enseñado lenguaje de signos, nos asesoran de papeleo y participamos en sus actividades. Hacemos quedadas al aire libre, vamos a museos, jugamos a los bolos... Gracias a este espacio he conocido a más familias como nosotros y hemos hecho piña», comenta esta madre.
Pide que en los colegios «enseñen lenguaje de signos» para que niños como su pequeño Mateo se sientan menos aislados y se rompa esa barrera comunicativa. «El profesorado también tiene que saberlo y tenemos que estar más respaldados a la hora de hacer más cursos de sensibilización, que no tengamos que costearlos las familias», finaliza esta madre.
El Ayuntamiento de Valladolid anunciaba hace unos días la renovación del uso del local a esta entidad por un periodo de diez años, decisión que celebran desde el 17 de la calle Ecuador, donde las mañanas transcurren más tranquilas y están enfocadas a la atención a adultos y mayores y donde las tardes se vuelven 'más movidas' por el trasiego y la alegría de niños como Mateo, Matías, Laura, Rafa o Regina, entre otros. Son solo un ejemplo, pues actualmente atienden a más de 140 usuarios y a sus respectivas familias para tejer una red de apoyo en la que puedan disponer de clases de apoyo educativo personalizadas para asentar lo aprendido en sus colegios, participar en sesiones de psicología para trabajar sus limitaciones o formar parte de lecciones con Mar Pigazo, la logopeda de esta entidad que lleva en pie desde hace 46 años en Valladolid.
Son miles a las familias a las que han ayudado desde entonces. Aunque el grueso de sus usuarios son menores, entre los dos y los 17 años, también hay hueco para adultos y personas mayores. «La proporción es un 90% niños 10% mayores y pueden venir de forma puntual o durante años, esta asociación ha visto crecer a mucha gente», aseguran desde Aspas Valladolid. «El número de asociados es parecido cada año y ronda esos 140, pero lo que sí que notamos es que actualmente vienen más personas mayores que usan audífono o implante coclear en adultos que hasta ahora no se estaba haciendo y necesitan rehabilitación del habla, aprender a escuchar y asesoramiento», señala Sara Herrán, coordinadora del servicio de atención y apoyo de familias de Aspas.
Ella es una de las primeras caras que conocen tanto las personas con discapacidad auditiva como sus familias para personalizar la atención que necesita cada usuario, porque como reconocen desde Aspas «no es fácil que entiendan el proceso por el que están pasando, sobre todo, las personas adultas o mayores que se han quedado sordas, la aceptación de esta discapacidad es muy complicada». Aquí les enseñan a comunicarse mejor mediante cursos de lengua de signos, servicios de lectura labial o mediante terapia orofacial y miofuncional. «Las actividades no se limitan al centro, también hacemos quedadas fuera con las familias donde disfrutamos de planes y nos conocemos más».
Precisamente para las familias que tiene personas con problemas en audición, Aspas supone «un apoyo tremendo» a la hora de poder enfrentar la discapacidad auditiva cada día, aunque trabajan a diario para que estas personas tengan las mismas oportunidades que cualquiera siguen encontrando barreras que dificultan la plena inclusión de las mismas. Recuerdan especialmente la época de pandemia y lo que supuso para las personas sordas no poder leer los labios ni ver la expresión facial de las personas con las que trataban de comunicarse, «eso supuso mucho retraso en el desarrollo de estas personas y esperamos no volver a pasar por lo mismo», confiesan.
Sara Herrán, coordinadora del servicio de atención y apoyo de familias de Aspas
Entre los propios socios cuentan con un banco de audífonos en el que se reutilizan aquellos que ya no se usan y que se encuentran en buen estado, «se trata de poner las cosas algo más fáciles a los que lo necesitan y se da así una segunda vida y una nueva utilidad para otra persona», afirma Herrán.
«Las ayudas y subvenciones que recibimos son esenciales pero en muchos casos insuficientes para cubrir las necesidades de las familias, además es fundamental que se destinen los recursos necesarios para asegurar una educación inclusiva», señalan desde Aspas, donde ponen como ejemplo de accesibilidad para estas personas el empleo de intérpretes de lengua de signos o el uso de sistemas de amplificación como emisoras FM en las aulas. Falta formación y faltan manos para que estas personas dejen de estar tan aisladas y más cuando en Valladolid solo existen cinco centros de atención preferente para alumnos con discapacidad auditiva (CEIP Miguel de Cervantes, CEIP León Felipe, IES Juan de Juni, IES Arca Real y Colegio San José).
No solo en la educación, en sanidad también es importante que el personal cuente con formación específica en discapacidad auditiva. «El traslado de la profesional encargada de la programación de los implantes cocleares del Hospital de Salamanca a Zamora afectará gravemente a los usuarios especialmente a los niños y niñas sordas», lamentan desde Aspas. Por eso es necesario que tanto profesionales de educación como sanitarios tengan conocimientos, al menos básicos, de lengua de signos para poder comunicarse con estas personas. «Es grave que a nivel general el personal que están en colegios o en hospitales no tenga unas bases mínimas, pero más grave aún que no las tengan en los centros preferentes», critican desde la asociación en la que recuerdan que los servicios que ofrecen de psicología, logopedia y refuerzo no son solo para personas con sordera, sino que están abiertos a todo el mundo.
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