![Valladolid: El tardeo se asienta con fuerza mientras la noche recupera el pulso con nuevas aperturas](https://s3.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/202205/21/media/tardeo.jpg)
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En la noche vallisoletana se han tejido parejas y roto amistades. Se ha arreglado el mundo en incontables ocasiones y se ha mandado todo al traste en otras tantas. Los bares de copas han sido testigos de decenas de anécdotas. Pero llegó la covid y ... apagó al ocio nocturno. Truncó planes e historias. Cerró bares, discotecas y pubs. Algunos, como los clásicos Asklepios o Kerala, no reabrieron sus salas hasta hace relativamente poco, en octubre del año pasado. No les salía rentable. En el caso de Asklepios, hacerlo antes era, en palabras de su dueño, José María Moreno, «imposible». Un «disparate». «Había una serie de condiciones que hacían que la apertura fuera completamente inasumible. Era absurdo, si vas a una discoteca es a bailar, si no no vas», considera. La pandemia noqueó a la noche. Las restricciones sanitarias –pistas de baile precintadas, uso obligatorio de mascarilla o aforos reducidos, entre otras medidas– la dejaron moribunda, al borde del 'ko', durante demasiado tiempo.
Ahora, tras largos meses de forzosa inactividad y ya sin ningún tipo de restricción, con pérdidas descomunales y negocios que se han visto obligados a bajar para siempre sus verjas (y otros tanto que han abierto), el ocio nocturno está recuperando los niveles de trabajo prepandemia. Son catorce las discotecas que están diseminadas por el callejero de la capital, según los datos facilitados por el Ayuntamiento. Cuatro de ellas, además, mantienen la compatibilidad de licencias que solicitaron en 2020 y que les permite abrir, si así quisieran, antes (es decir, efectuar labores de hostelería y restauración y adaptar así su actividad a las limitaciones horarias que entonces había).
65 bares con categoría especial solicitaron una compatibilidad de licencia por la covid.
205 expedientes sancionadores por ruidos en pisos ha abierto la Policía Municipal a lo largo de este año.
En cuanto a los bares catalogados como especiales (locales de copas, discopubs y musicales), son 170 los que antes de la pandemia tenían vigente la licencia de apertura. A mayores, en el último año y medio, cuatro han solicitado un nuevo expediente para poner en marcha el negocio.
La mayoría trabaja a un ritmo más que aceptable cada fin de semana. «A nivel de público estamos en cifras que no habíamos vivido nunca», desvela Charly García, de Cocoon, una de las discotecas que más jóvenes atrae en la ciudad. Dice que esa «avalancha de público», como la califica, no ha sido gradual, sino que fue de golpe. Desde el primer día que abrieron hasta hoy. «Al principio, cuando teníamos los aforos limitados, en la calle Pasión ha llegado a haber mil personas esperando para entrar a la discoteca», destaca este hostelero, al tiempo que insiste en que «ha sido apabullante».
Están satisfechos con la respuesta de los vallisoletanos, con colgar cada fin de semana el cartel de 'completo', pero Charly García matiza que aún se están «recuperando», del varapalo de «tantísimos» meses de cierre «total». «Hemos sido los más perjudicados, los últimos en abrir», recuerda, mientras opina que, en su caso, sí saldrán adelante. «Iremos arreglando cuentas; mal del todo no hemos estado, pero no llegas a recuperarte de dieciocho meses cerrados», continúa.
Quien también está trabajando «a nivel de normalidad» es Juan José García 'Queco' -también representante del colectivo en la Asociación Provincial de Hostelería (Apehva)- en Mahogany, Shutton y Zhou. «Estamos a nivel prepandemia», insiste, al tiempo que insta al sector de la noche a «unirse y hacer algo todos para que la noche vuelva a ser lo que era».
Otro de los locales que, tras año y medio cerrados por una remodelación, está experimentando un 'boom' es Desierto Rojo. Su dueño, Francisco Javier Garrido, asegura estar «muy contento» con la respuesta de la gente. «Estamos completamente llenos, somos la novedad», indica.
Tienen los vallisoletanos ganas de fiesta y ese espíritu se palpa cada fin de semana. Pero no solo cuando cae la noche. Porque si algo ha traído consigo la pandemia –según coinciden todos los hosteleros que comparten su experiencia en estas líneas– es un cambio de hábitos. Una nueva realidad salpica a la hostelería vallisoletana.
Es una práctica prohibida pero que, sin embargo, florece cada año con la llegada del buen tiempo. El botellón ha regresado a las calles de la capital, y para tratar de controlarlo, la Policía realiza vigilancias constantes por aquellas zonas susceptibles de acoger encuentros con el alcohol de por medio, especialmente parques.
El consumo de alcohol en vía pública está considerado una infracción leve, por lo que la multa económica es de hasta 30 euros. No obstante, dicha cantidad se verá reducida a la mitad si se abona durante los primeros días. Asimismo, si hay menores de edad presentes, los agentes suelen acompañar la 'receta' con una carta a sus progenitores.
Se sale, y mucho, pero desde antes. El tardeo se ha asentado con fuerza en la capital. Lo que en un primer momento se erigió como una corriente casi forzada por las restricciones horarias en plena desescalada, allá por 2020, se ha convertido en toda una forma de vida. Ahora las copas no solo se toman a las dos de la mañana: también a las siete de la tarde.
«Ha cambiado mucho la forma de salir, el vermú ha pegado un subidón y la noche está un poquito más apagada», subraya Víctor Morgan, presidente de la Asociación Más que Bares.
«Está claro que los hábitos de la gente han cambiado», sostiene Sara Pérez, camarera del café bar Tuba, en Martí y Monsó. Más horas de fiesta que se traducen, inevitablemente, en espacios «muertos». «Antes, con los horarios de la covid, a las diez de la noche tenías que echar a todos y ahora no. Ahora igual tienes dos horas buenas...», asevera.
Este cambio de hábitos animó a los bares musicales –en buena parte por la normativa covid– a pedir la compatibilidad de licencias para el desarrollo de su actividad. De hecho, en 2020 fueron 65 los bares con categoría especial que lo solicitaron. Otro de las señales que permiten calibrar cómo la calle está volviendo a ser poco a poco lo que era son las denuncias por ruidos domésticos (o lo que por norma general es lo mismo: fiestas en pisos). En 2020, las celebraciones de fiestas privadas en domicilios de la ciudad se incrementaron de forma considerable, motivadas por el cierre anticipado de los bares para cumplir con la norma. Una tendencia que se mantuvo en 2021 –la Policía Municipal levantó 1.386 expedientes sancionadores por ruidos en pisos–, pero este año se han desplomado: 205 actas entre el 1 de enero y el 18 de mayo de 2022.
Estuvieron varios meses cerrados. Demasiados. Y no les quedó más remedio que reinventar sus negocios y adaptarse a la situación que dejó la covid tras de sí. El tardeo llegó para quedarse y, entre tanto, la noche está cada vez más cerca de volver a ser lo que era.
La última rumba en el emblemático Zvmo de la calle Correos se bailó el 7 de marzo de 2020. Reabrió tras el confinamiento, pero nunca volvió a ser lo mismo y las pérdidas acumuladas después de tantos meses sin facturar «ni un solo euro» les empujó a echar un cierre que creían definitivo. Pero no. El nuevo Zvmo abrió sus puertas –esta vez muy cerca, en la calle Reina– en septiembre de 2021, aunque con un concepto totalmente distinto a lo que antes se conocía: el día –tanto gastronomía como fiestas por la tarde– cobraría un protagonismo que no tenía en el anterior local. «Decidimos cerrar, nos reiventamos porque cogimos un poco de miedo a la noche después de lo que habíamos pasado y abrimos un local pensando en el día, tanto desayunos, comidas, tardeos y luego noche, con un horario más amplio», dice uno de sus socios, el hostelero y músico Jaime Valentín.
Afirma que no percibe que la noche «haya bajado», pero la gran apuesta del Zvmo es el tardeo. Asegura estar «encantado». «Mi lectura es positiva; ha surgido algo que no existía en Valladolid, ha emergido una tendencia, esperamos que no sea moda, de disfrutar del día en cuanto a bailoteo, copeteo y fiesta», comenta el hijo del conocido dueño de las tiendas de ropa en Valladolid, quien opina que «ya no es solo el terraceo de estar sentado y tranquilo, que también, sino un ambiente de baile y fiesta parecido a la noche pero por el día».
Defiende un concepto, en definitiva, de «más horas de fiesta». «Sí que es verdad que son públicos distintos; en el tardeo la media de edad es un poco más alta, con generaciones de 35 años en adelante, y la noche es gente más joven», matiza.
Por otra parte, reconoce que el «mordisco económico de la covid es muy grande», y aunque el nivel de facturación es «un poco más» que antes de la pandemia, cree que tantos meses cerrados «no se recuperan». «Te quitan un brazo, pero te queda otro y tiras para adelante, y es lo que hemos hecho con el nuevo bar. Vas saliendo adelante, pero recuperar, es casi irrecuperable», continúa, mientras reconoce que «por lo menos estamos en unas facturaciones buenas. No es una locura, pero en cuanto a rentabilidad, es rentable», concluye Valentín.
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