![Valladolid: Un espacio 'made in Madrid' que abrió tras la pandemia y arrasa cada fin de semana](https://s1.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/202205/22/media/cortadas/salaveinte-khrB-U170150770733eIB-1248x770@El%20Norte.jpg)
![Valladolid: Un espacio 'made in Madrid' que abrió tras la pandemia y arrasa cada fin de semana](https://s1.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/202205/22/media/cortadas/salaveinte-khrB-U170150770733eIB-1248x770@El%20Norte.jpg)
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En pleno confinamiento, cuando la hostelería estaba cerrada a cal y canto y su futuro era cada vez más incierto, el hostelero Diego Rodríguez y su socio Alberto lo vieron claro: lejos de amedrentarse, de «protegerse y coger miedo por los gastos que conllevaba estar parados», decidieron dar un paso al frente y abrir un negocio 'a la madrileña'. Esto es, un restaurante «normal» en el que las copas cobran un especial protagonismo, con una zona habilitada como discoteca en el mismo espacio. «Veíamos que la tendencia de Madrid normalmente se deja caer en Valladolid dos años después y decidimos adelantarnos a los acontecimientos y traer la línea de negocio que allí está triunfando», dice Rodríguez, copropietario de la Sala Veinte, un espacio con licencia de restaurante pero que arrasa cada fin de semana también como sala de fiesta –hasta las dos y media de la madrugada–.
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Abrió sus puertas el 7 de julio del año pasado y desde entonces no hay viernes o sábado por la noche que no haya una cascada de personas en fila aguardando para entrar. Esa es, según Rodríguez, asturiano afincado en la capital vallisoletana desde hace años, la mejor manera de testar su éxito. «Cuando uno monta un negocio lógicamente lo hace con vistas a ser un éxito, pero no esperábamos una respuesta tan buena desde el primer momento; tener cada viernes y sábado a cincuenta o sesenta personas esperando para entrar significa algo, es un éxito que cualquier hostelero desea», afirma.
Tiene, sin embargo, los pies sobre la tierra. Asegura ser «consciente» de que la situación puede revertirse en cualquier momento y atribuye esa afluencia masiva «en buena parte a la suerte». «Nadie tiene el secreto, no existe una varita mágica para saber lo que va a funcionar o no. No depende nunca ni de sitios estratégicos, ni de inversores... Hay un porcentaje bastante importante que se debe a la suerte, Valladolid es un terreno que conocemos bastante bien y sabíamos que la fórmula encajaba y podía funcionar», explica Rodríguez, copropietario también de tres sidrerías y un restaurante especializado en mariscos en la ciudad.
La idea, dice, surgió 'hurgando' entre sus gustos y preferencias. Se paró a pensar qué era lo que a él le gustaría encontrarse de fiesta por la capital «como cliente» y desembocó en la Sala Veinte. «Pensé en lo que yo echaba en falta como cliente, y viendo la tendencia de que la copa ya no es tan de noche, ¿por qué no tomar la copa en el mismo sitio donde se cena?», cuestiona.
Asimismo, a todo ello se sumó el hecho de que el sitio encajaba a la perfección con sus pretensiones: 520 metros cuadrados de local ubicado en una zona que «mejor, imposible». «Hemos hechos una inversión bastante fuerte», sentencia.
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