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Los hay que no se han enterado de la inminente obra en su barrio. «No sé de qué me hablas», contestan extrañados. Y también los que se han quedado anclados, por convencimiento, en el proyecto de soterramiento. Unos tienen claro que es urgente abordar «ya» una mejora de las conexiones, aunque sea bajo el canal ferroviario. Otros hablan de «derroche» en un proyecto que mantendrá la frontera física y social entre el centro y el este de la ciudad. En la avenida de Segovia hay división de opiniones. Para todos los gustos.
Cuando Carmen Sánchez se hizo con el quiosco situado frente al número 11 de esta vía, hace 16 años, lo adquirió con una intención. Soñaba con que algún día despacharía prensa y golosinas junto a un bulevar verde mirando al centro de cerca y sin trenes de por medio. «La mayoría de mis clientes están indignados: quieren que se soterre, ¿no sería mejor esperar a que se pueda? En Murcia lo han conseguido, se ve que aquí somos poco reivindicativos», lamenta esta comerciante. Enfrente, Pedro Iturralde, desde su estanco Delicias 33, da por buena la decisión de actuar de inmediato. «Todo lo que sea limpiar la cara de Valladolid y que la ciudad esté más vistosa me parece bien, la zona peatonal va a ser más amplia y eso puede traer a más gente», considera. Rebeca Esteban, una de sus compradoras, matiza: «Vivo en la calle Málaga y llevo toda la vida pasando miedo en los túneles; cuando era joven y volvía de noche a casa siempre lo hacía en taxi», recuerda esta mujer, partidaria de que las vías se hubiesen esfumado de la superficie.
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El pájaro en mano tiene otros partidarios. Entre ellos, Isabel Herreras, de la tienda de ropa Marta y Mere. «Creo que va a quedar bonito e integrado más con el centro», valora esta empresaria. Cerca, María José Ferradas, de Pasión Lencería, subraya que el soterramiento hubiera sido una opción «más elegante», aunque precisa que cualquier obra que mejore el actual estado de este enclave es bienvenida. «El túnel de Labradores está obsoleto», apunta.
Junto al bar El velero, su propietario, Luis Recio, reconoce que la alternativa planteada puede quedar «curiosita», aunque pronto añora aquel sueño. «Lo que van a hacer elimina la posibilidad de soterrar. Eso hubiera supuesto una gran transformación, la ciudad hubiera sido otra; hacer 14 túneles después de estar esperando la desaparición de las vías cuarenta años es muy triste». Antonio García da su réplica:«Se gastaron todo el dinero y no vendieron el suelo a tiempo; hay que olvidarse ya de aquello y actuar cuanto antes para mejorar esta zona», zanja.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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