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Solemnidad y sencillez en el traslado de la Dolorosa a las puertas de la Semana SantaLa Virgen de la Vera Cruz regresó a casa acompañada de cofrades, amigos, parroquianos, responsables de instituciones e incluso técnicos y operarios de la ... obra de reconstrucción de la cúpula de su templo. La comunidad parroquial de San Miguel y San Julián despedía a media tarde a su piadosa inquilina después de más de ocho meses de estancia que las múltiples devociones de este antiguo templo jesuítico han compartido espacio con la Dolorosa de Valladolid.
Los propios cofrades de la Penitencial de la Vera Cruz emprendían camino hacia casa atravesando las tan características cadenas de este emblemático templo y con el adiós convertido en gratitud de su párroco, Javier Carlos Gómez, quien ofició un emotivo acto de despedida antes de la partida y donde también estuvo el alcalde de la ciudad, Jesús Julio Carnero. Un traslado procesional donde la imagen además de estar arropada por numerosos cofrades también estuvo escoltado por numerosos vallisoletanos atraídos por la devoción a la escultura de madera policromada y también por verla por las calles, de manera extraordinaria en Cuaresma y de poder asistir a la reapertura de su iglesia.
Sobre unas sencillas andas, las mismas parihuelas procesionales del traslado de la imagen previo a su coronación canónica hace dos años, un total de 14 cofrades por turno portaron a hombros la imagen cuya policromía parecía brillar aún más por el «feliz acontecimiento» del regreso. Es más, la Dolorosa de Valladolid lucía la corona de aquel 23 de septiembre de 2023 y portaba de su mano la espada de dolor, la espada que atraviesa el alma -profecía de Simeón- con los dolores de la ciudad de Valladolid. Unas andas mecidas de manera mimética y armónica al ritmo de una simple caja destemplada que estaban decoradas con flores en colores blanco -símbolo de virginidad y pureza- y morado, que representaban los tonos marianos y ciudadanos del acontecimiento además del verde Vera Cruz.
Un traslado que iba llegando, casi en silencio, sin más músicas, que los asistentes llegaron a reconocer que echaron de menos, con el propósito de mimetizarse con el entorno, con las calles y plazas, simplemente acompasados por cantos marianos populares. También sonó el himno de la coronación canónica de Joaquín Díaz en la entrada a la penitencial. Un traslado que algo así como una procesión por dentro de cada uno anticipando los días santos en que, ahora sí que sí, la Dolorosa de Gregorio Fernández pueda salir desde su casa como inicialmente llegó a cuestionarse.
La Virgen de la Vera Cruz irradiaba alma y fe porque todas las atenciones iban dirigidas a ella. Luz también de las velas de sus cuatro faroles. Una estética cuaresmal, lejos de los imponentes desfiles de Semana Santa, como señalaba el alcalde-presidente de la penitencial, Raúl Díez, «porque la Madre de la Vera Cruz acoge a todos y tiene presente a todos desde la sencillez». Y así se llegó a la plazuela del Atrio de la Vera Cruz, donde el máximo dirigente de la hermandad recibió simbólicamente las llaves del templo de manos del gerente de la constructora que ha ejecutado la obra, Javier Rivero, además del arquitecto del proyecto, Fernando Bonrostro.
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