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La cúpula atrae todas las miradas en el regreso de la Vera Cruz a su penitencialUna fiesta de las grandes ocasiones. La vuelta de la Virgen de la Vera Cruz a su casa fue uno de esos grandes fastos de ... la capital vallisoletana. Y uno de esos eventos marcados en rojo como imprescindible para acudir. Y así fue. Porque todos querían ser testigos de la reapertura del templo después de casi nueve meses cerrado por el colapso de su cúpula. A plomo. En el crucero. Pero con el milagro presente de no haber tenido que lamentar daños personales ni heridas sobre el patrimonio de la penitencial.
Un derrumbe cuyo agujero al cielo de más de 100 metros cuadrados de superficie el pasado 25 de junio de 2024 permitía la bendición de un rayo de sol reflejado sobre el propio sagrario de la iglesia e iluminando con más fuerza si cabe la propia imagen de la Dolorosa de Valladolid. Ayer, 16 de marzo de 2025, los iluminados eran los rostros de cientos de vallisoletanos que asistieron a la reapertura de la penitencial para ser testigos directos de cómo casi en tiempo récord y con una planificación de obra especialmente precisa y meticulosa la cúpula y la linterna volvían a cobijar a esta histórica cofradía casi de la misma manera.
Casi porque la nueva estructura ha recuperado su aspecto original de varios siglos y porque arquitectónicamente ha reducido su carga sobre el tambor y las cubiertas del templo para conformar un elemento más ligero al conseguir rebajar kilos con materiales menos pesados y estéticamente más acorde a lo que fue, descubriendo también todas las ventanas del octógono que, antes del derrumbe, permanecían ocultas. Al recuperar más luz hacia el interior, asimismo, la propia naturaleza ensalza la propia belleza de las alturas del templo, de la linterna y la cúpula, pero también de naves y capillas, de altares y hornacinas, según la hora del día y en función de la intensidad de la luz de cada jornada.
Es una reconstrucción de más de 100 metros cuadrados de superficie a una altura máxima de 28 metros que vuelve a abrir esta iglesia de par en par. Tanto a los cofrades como a los vallisoletanos. Todos reunidos en la tarde de este domingo durante todo el recorrido de la procesión de vuelta de la Dolorosa de Valladolid desde San Miguel y con especial expectación en la calle de la Platería hasta el mismísimo instante en que se hizo el silencio para escuchar el chirriar del portalón centenario del templo que permitía ver de nuevo el templo en lo que realmente fue participar en esta fiesta de la espiritualidad y del patrimonio. Porque el alma de las generaciones pasadas con los custodios actuales parecía estar presentes en el interior del templo, abarrotado.
Caras de asombro, miradas hacia todos los lados, recorridos por todas las capillas… Una primera inspección ocular que tenía un mismo foco: la cúpula. Porque la reconstrucción del faro de la Vera Cruz, la enseña del templo en el skyline vallisoletano, simplemente está. Complementando a la panorámica, las conversaciones.
De murmullos en el interior de la iglesia, porque en los primeros compases de apertura empezaba una misa de acción de gracias, y de parrafadas en el exterior hablando y divagando sobre lo que pasó y cómo se ha llegado hasta aquí, con una reconstrucción en pleno invierno vallisoletano cuya climatología respectó los tiempos para avanzar sin grandes contratiempos lluviosos y en cuya fase de obra ahora tiene vía libre para que llueva, truene o nieve porque Gregorio Fernández ya está a resguardo: su obra, el fervor de cofrades, el arte de los vallisoletanos y el patrimonio de la ciudad.
La vuelta a casa fue emocionante. El ambiente íntimo, pero de fiesta. La expectación heredada de la propia esperanza de la recuperación de la cúpula y la linterna con una pregunta que se extendía rápidamente entre todos los presentes en el interior: ¿Y esa grieta? La respuesta es sencilla rememorando los hechos porque el arquitecto de la obra, Fernando Bonrostro, con la aprobación de los técnicos municipales y territoriales de Patrimonio, ha dejado plasmado el recuerdo del suceso en la propia cúpula. También con el beneplácito de la propiedad, la cofradía. Ha decidido cicatrizar la herida del derrumbe marcando superficialmente la grieta. Es una señal pintada en oscuro que abarca diametralmente todo el espacio con una mínima incisión de apenas 3 centímetros en los paramentos lisos y de unos 5 centímetros en las molduras más sobresalientes.
«Es la señal de la historia», coincidían muchos al describir la «singularidad» e incluso «rareza» de esta rúbrica decorativa que permite adentrarse en otro capítulo de la cronología de este templo donde, hasta las propias imágenes como la Virgen de la Vera Cruz, el Ecce-Homo, el Atado a la Columna o el Cristo del Humilladero, parecían abandonar los cánones dramáticos del barroco para alzar una mirada alegre hacia arriba. Hacia la cúpula, que por las ventanas alcanzaban a ver y agradecer al cielo. Hacia el exterior, en la cúspide del templo, también brillaba como en las grandes ocasiones la veleta sustentada en la gran bola dorada y que muestra a la ciudad los símbolos de esta cofradía: su heráldica con el Lignum Crucis y los cipreses.
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