Fidel Raso: «Tengo el síndrome dormido. Pero, al final, nunca lo acabas de dejar del todo»

Esto le llevó a pisar escenarios de Jordania, Israel o las franjas palestinas siguiendo los movimientos en favor de Sadam Husein. «Es muy complicado moverse por estos lugares ya que hay un alto contenido religioso en la violencia», reflexiona Raso. Lugares en los que hay mucho más que balas y explosiones. «Más allá de que te puedan disparar hay otros riesgos, además invisibles: las minas, los grupos descontrolados, clanes humanos cuyas claves no dominas....».

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¿Por qué ir entonces? «Fui porque tengo la pasión de contarlo. Me dieron una alegría al enviarme», afirma rotundo. Saltó de la Caída del Muro a esa primera guerra de Irak. Del fin de la guerra fría al auge del panarabismo. «Me metía en mundos donde no sabía nada. Eso no se enseña en las facultades».

Recuerda malos tragos. Como un trabajo cerca de Jericó (Cisjordania) en busca de las familias víctimas de una matanza hebrea. «Nos apuntaron, nos pusieron de rodillas y nos vimos en las últimas». Cuenta aventuras en las que le salvó la intuición. Dice que tiene «dormido el síndrome, la adrenalina, aunque al final nunca lo dejas del todo». Le modificó su visión del mundo. Por eso hoy prefiere contemplarlo desde su librería y el mirador amurallado de Urueña.