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Pletóricos de optimismo y fuerza de voluntad, Víctor y Ester se habían puesto manos a la obra para emprender un proyecto de vida independiente a una edad en la que muchos otros no contemplan abandonar el nido. Sin gran estabilidad laboral pero muchas ganas estaban poniendo los cimientos de su futuro cuando el coronavirus se ha cruzado en su camino. Con su empleo suspendido temporalmente por fuerza mayor, el mecanismo de los ERTE puede convertirse en una solución baldía si a la hora de la verdad se retrasa más de lo razonable y, lo que es peor, no hay puerta a la que llamar para enterarse de lo que pasa.
«Nuestra empresa presentó toda la documentación nada más comenzar el estado de alarma, a mediados de marzo, y desde entonces no hemos ingresado más que aquel medio mes», explica Víctor Díez Lozano, de 22 años.
Desde entonces pasó el primer plazo de pago, en abril, cuando el atasco por la tromba de expedientes solo permitió el abono de unos pocos;y empieza a pasar también el segundo turno, el de mayo. La ansiedad hace acto de presencia después de leer que el Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE), asegura haber proporcionado las prestaciones ya a una mayoría de los afectados, cerca de 130.000 de los más de 180.000 solicitantes.
«Tenemos toda la documentación de la solicitud de prestación del ERTE, con la que tratamos de buscar algo de información pero siempre es lo mismo –detalla–: llamamos a los teléfonos de atención del SEPE en Madrid y ni siquiera dan señal, se corta directamente antes de poder entablar cualquier conversación o poder pedir algo de información. Ysi llamamos a los teléfonos de las oficinas del SEPE de Valladolid ni siquiera lo coge nadie».
Víctor y Ester viven en Arrabal de Portillo. Ambos trabajan en un bar de copas en Laguna de Duero desde junio del año pasado. Él es independiente desde antes incluso de cumplir los 20 y ha encadenado trabajos en Renault, establecimientos de comida rápida y negocios de hostelería. Ahora que creía haber encontrado una cierta estabilidad, superado el periodo de prueba y tras haber recibido garantías por parte de la empresa que explota el local de Laguna y otro en Valladolid, incluso se había lanzado a comprar un coche a plazos.
«En mi caso, e intuyo que hay muchas otras personas que están igual que yo, lo último que he recibido son 464 euros para vivir, en el mes de marzo. Ya entonces pensé que sería difícil sobrevivir, pero lo veía posible teniendo en cuenta que íbamos a cobrar el resto del mes el 10 de abril. Dábamos por sentado que tendríamos que ajustarnos el cinturón. Pero tenemos que pagar luz, agua, gas, coche, seguros y, lo mas importante de todo, comer».
Para esto último han tenido que volver a recurrir a la familia- «Tanto los padres de mi pareja como los míos nos están echando una mano –agradece–; al igual que nuestro jefe, que nos ha adelantado parte de la nómina».
También han tenido la suerte de contar con la solidaridad de su casera, que les ofreció un aplazamiento en el pago del alquiler de su vivienda –350 euros– hasta que la situación se normalice. «Es cierto que ya antes de esto vivíamos al día, con poco más de 1.000 euros y sin plantearnos ahorrar porque lógicamente es imposible; pero teníamos todos los gastos bien presupuestados para ir tirando sin problemas».
Tan precario equilibrio se ha venido abajo por culpa del virus, si bien Víctor aún confía en que el desmoronamiento pueda reconstruirse;si no, volverá a empezar.
«Lo que más me indigna es la impotencia de no obtener respuesta y de no tener una puerta a la que llamar. Se supone que estoy con el empleo suspendido, no perdido, pero no hay ningún lugar al que acudir en busca de una explicación y la alternativa que te dan, los teléfonos, no sirven para nada». Según asegura, en su misma situación se encuentran no solo su pareja sino las otras tres personas que forman parte de la plantilla fija del bar donde trabaja.
«La estabilidad emocional es muy frágil y la desesperación por intentar ganar algo de dinero empieza a abrumarnos –confiesa–. Me gustaría que todo esto se supiera porque me da la impresión de que mucha gente, sobre todo los políticos, desconocen la situación real en la que nos encontramos las personas corrientes».
Ahora, mientras mata el tiempo haciendo pequeñas mejoras en la vivienda –«nos hemos puesto a quitar el gotelé de las paredes»–, empieza a plantearse si buscar trabajo en serio. Pero no sabe si puede hacerlo de manera legal, al estar 'teóricamente en ERTE', ni tampoco lo ve como una opción muy realista. «Tal y como está la cosa, raro será encontrar una empresa que ofrezca trabajo de cualquier tipo», sospecha.
«Ver a tantos médicos y enfermeros arriesgando sus vidas; a policías desempeñar su labor; ver lo que están sufriendo los comerciantes y demás trabajadores en condiciones precarias... y después ver a los partidos y sus líderes con sus batallitas particulares... acaba uno por perder la esperanza», lamenta.
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Jon Garay e Isabel Toledo
J. Arrieta | J. Benítez | G. de las Heras | J. Fernández, Josemi Benítez, Gonzalo de las Heras y Julia Fernández
Josemi Benítez, Gonzalo de las Heras, Miguel Lorenci, Sara I. Belled y Julia Fernández
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