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La cola de los quintos de 2002, 2003 y 2004 para ponerse «la segunda de Moderna» el jueves daba la vuelta a todo el recinto exterior del centro cultural Miguel Delibes a las nueve y cuarto de la mañana. Confiesa José Luis Doncel, el ... jefe de los voluntarios de Protección Civil, que después de seis meses de vacunas no se esperaban tal avalancha, pero a estas alturas el equipo está tan bien engrasado que no cundió el pánico y poco antes de las diez y media se agilizó tanto que apenas había un pequeño goteo de jóvenes en busca de su dosis.
Cuarenta efectivos, por turnos, han estado en el epicentro de las vacunas de Valladolid desde el minuto uno y muchos de ellos ya traían un fuerte bagaje desde que se decretó el primer estado de alarma el 14 de marzo de 2020. Este veterano, que ha coordinado a los refuerzos de seguridad en todo tipo de eventos, casi siempre festivos y deportivos, no olvidará «lo duro que fue, cuando íbamos a repartir material de protección y medicinas a residencias de ancianos, ver sacar los cadáveres por la otra puerta».
1.000 horas de servicio han sumado alguno de los integrantes del dispositivo, que han informado, tranquilizado y asistido a miles de personas que acudieron a ponerse sus dosis
Así que supervisar la llegada de personas al centro de vacunación y agilizar el proceso es para ellos, asegura, «lo más fácil», después de hacerse 60.000 kilómetros por toda la provincia para echar una mano de manera completamente altruista. Han repartido por los domicilios medicinas, hasta 2.413 repartos durante el confinamiento. Han sido ellos también quienes montaron las carpas covid en los hospitales Clínico y Río Hortega, prepararon el albergue municipal y prepararon la Feria para acoger el hospital de campaña. Alimentos, mascarillas y cribados, como el de Palencia, con más de 33.000 personas... Superando el miedo «cuando no se sabía nada y las informaciones eran contradictorias», incluso cuando les pusieron la vacuna, la AstraZeneca «que ahora resulta que es la buena», comenta el coordinador.
En general, subraya, todo ha ido como una seda. Excepto un día de mucho calor, el 11 de agosto. Más de 1.000 jóvenes a mayores de los convocados, relata, se presentaron en el centro de vacunación «sin que les tocara» y sin ninguna medida de protección. «Por mucho que aconsejamos en las redes sociales, ni agua, ni paraguas ni gorras... ¡Encargamos 1.500 botellas de agua!». Los desmayos de algunos de los chicos y la alerta de los padres obligaron a replantear la estrategia en el 'vacunódromo' y por la tarde se les derivó a la entrada por el párking para ahorrarles la espera bajo un sol de justicia y temperaturas andaluzas.
Pero los desmayos también se han producido dentro. «Las vacunas están afectando más a los jóvenes que a los mayores, puede haber un efecto psicológico o que su cuerpo no está preparado como el nuestro», apunta Doncel. El miedo a las inyecciones ha ocasionado algún que otro episodio sin mayores consecuencias y el porcentaje de vacunados que han tenido que ser trasladadas en los vehículos de emergencia aparcados junto al pabellón a un centro hospitalario ha sido muy pequeño en proporción a la gran cantidad de personas que han pasado por allí desde el mes de marzo, con picos de hasta 10.000 personas en un solo día. Y los voluntarios han estado allí, compatibilizando turnos con sus trabajos, sus estudios y su vida privada. Como Roberto Díez, que se estrenó en enero en Protección Civil, trabaja por la mañana en una oficina y cuida de su madre. «Llevo unos meses que no me aburro», bromea. Destaca, al igual que sus compañeros Jorge Hernández, Diego Casado y Carlota Guerra, la actitud de los mayores, «el cariño que nos han demostrado, el agradecimiento por ayudarles a moverse o a resolver sus dudas». Coinciden en que los veinteañeros han resultado ser «más aprensivos», incluso algunos han llegado a irse sin vacunar tras protagonizar un pequeño episodio de histeria colectiva. «Hacemos de padres, madres psicólogos...». Hasta desmontan bulos, dice Sinovas, enfermero de profesión y «orgulloso» de ayudar. «Los jóvenes te piden que les expliquen cosas que ven en las redes, 'fakes news', como que si se vacunan no pueden beber».
Por los nervios, apunta, ha habido a quienes se les ha indicado que pasen, se han sentado en la zona de descanso y después de un rato se han ido sin vacunar, han tenido que volver a citarles. «Ha habido de todo. Una señora se negó a pasar a la mesa 13 por eso de la mala suerte», cuenta Natalia Pérez, auxiliar de enfermería que lleva 10 años en Protección Civil. O como el ciudadano chino que se acercó a Jorge Hernández. No paraba de insistir en que quería que le pusieran la segunda dosis de Senovac, «muy buena, muy buena». «Le intentamos hacer comprender que aquí esa vacuna no existe».
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