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Habrá tráfico. Gana, y mucho, el espacio para los peatones, pero por la céntrica María de Molina, a punto de culminar su reforma, seguirán pasando ... vehículos. El color rojo Valladolid con el que se ha decorado la parte central del eje que une Pasión con esta vía tendrá que demostrar su resistencia ante el tránsito diario de los 800 coches alojados en garajes de esta calle y aledañas, así como con las ruedas de los camiones y furgonetas de reparto que recogen y dejan carga en comercios y bares del entorno. Esa será la prueba del algodón de una ornamentación con la que se extiende el tono que preside las fachadas de la Plaza Mayor y que se bendice como oficial para el casco histórico en el propio Plan General.
Ya ha habido un susto. Fue el martes. Unas llamativas rodadas ensuciaban un tramo de Santa Ana. La lluvia las borró, pero la dudas sobre la durabilidad de este tratamiento de triple capa con resina de poliuretano y un árido del mismo tono, que deja la superficie rugosa y antideslizante, se mantienen. Se verá en las próximas semanas.
Es el aparcamiento del edificio de Las Francesas, con 525 plazas (330 tiene el de la Plaza Mayor), uno de los puntos con más actividad de esta vía. Desde primera hora de la mañana y hasta el anochecer, este subterráneo de cuatro plantas, que acoge un muelle de carga del centro comercial del mismo nombre, registra una gran rotación de turismos de residentes y trabajadores de las oficinas y tiendas de la zona. Cerca, en Veinte de Febrero, otro estacionamiento particular con 140 puestos, saca a los turismos hacia María de Molina, al igual que el ubicado en el espacio que ocupó el antiguo Hotel Inglaterra, con otros 143 espacios de aparcamiento y que se sitúa junto al Museo de Santa Ana.
A este movimiento se suman las decenas de vehículos que hasta las once de la mañana dejan la mercancía en los comercios y establecimientos hosteleros del área. En este momento, con Pasión y María de Molina aún clausuradas, este tráfico desaloja por las calles Santiago y Ferrari, pero es algo provisional, porque su salida natural es la del tramo ahora pintado de rojo.
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Un estudio realizado en marzo para preparar la intervención arrojaba que por este ramal pasaban, antes del tajo, una media de 3.000 vehículos diarios. Se estima que ahora el volumen sea inferior a un tercio, lo que garantizaría un tráfico muy pacificado en una calle que será de coexistencia entre motores y piernas.
Asunción Hernández
Carolina Herrera
Maite García
Boboli
Gema Bayón
Peluquería Lucía Delgadillo
Iván Valentín
Jaime Valentín
El tratamiento del eje, su nuevo color, es estos días motivo de debate en la ciudad. Preguntados cuatro comerciantes de la calle, el resultado es variado, aunque en ningún caso se habla de Apocalipsis urbanística. Asunción Hernández, de Carolina Herrera, lo tiene claro: «Para mi gusto la han dejado muy bonita e ir de compras por una calle tan agradable con zonas ajardinadas no creo que nos vaya a machacar». Vivió la polémica en Héroes de Alcántara cuando trabajaba en Adolfo Domínguez y «no fue una debacle» como algunos auguraron. «El tiempo nos ha dicho que las peatonalizaciones están bien. Se va a llenar de terrazas y eso nos puede traer clientes. Hay que cambiar el chip», subraya, al tiempo que acota que eso de dejar el coche a la puerta de la tienda ya no es norma en los centros de las ciudades, más cuando hay aparcamientos en el entorno.
En la peluquería Lucía Delgadillo, Gema Bayón se queja por lo pasado. «La peatonalización no está mal, pero las obras nos han causado muchos problemas, cortes de agua y clientes que no han podido venir», lamenta. ¿Y el tono elegido? «Es un poco pimentón, creo que en dos días se va a poner negro, casi nadie está contento», asegura.
En la tienda de ropa infantil Boboli, sí gusta la decoración. «Va a juego con nuestro color, con nuestro logo», bromea Maite García, quien cree que la peatonalización repercutirá positivamente en su negocio. «Es una tienda de niños y la gente va a sitios que son peatonales por comodidad, aunque otra cosa es llegar hasta aquí, porque han quitado plazas de aparcamiento y ahora con las obras esto ha sido una ratonera», argumenta. «A mí me va a beneficiar, creo que el color es llamativo y eso va a traer gente a la calle, espero que dure, porque vivo muy cerca de Regalado y está indecente», matiza esta profesional de la venta.
Enfrente, Iván Valentín, de Jaime Valentín, reconoce que la peatonalización de las ciudades es la tendencia, aunque lamenta que esto suponga que el centro «se vacíe cada vez más». Lo del color, dice, depende de los gustos, aunque teme que se ensucie rápidamente. «Se tenía que haber dejado en el tono del asfalto», remacha el comerciante.
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