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El exmatador de toros vallisoletano Roberto Domínguez ha dicho adiós, de modo definitivo, al planeta taurino. Mediante un comunicado ha puesto en conocimiento de los aficionados y profesionales de la tauromaquia su desvinculación del diestro peruano Roca Rey, al que deja de apoderar tras ... dos temporadas dirigiendo sus contrataciones con las empresas, y de paso también ha expresado su definitiva despedida respecto de cualquier actividad relacionada con los toros. Domínguez, nacido a orillas del Pisuerga hace 73 años, ha redactado un texto con el que impide una marcha atrás en su decisión y, a la vez, evita proposiciones de otros diestros y de medios de comunicación para conseguir su colaboración, siempre valorada dadas sus reconocidas dotes de expresión y razonamiento. Pese a que en su tierra la afición siempre percibió un hermetismo y desapego hacia ellos.
El referido comunicado, que titula de modo muy expresivo 'Gracias y adiós', lo inicia con un párrafo muy ilustrativo sobre el ambiente de los coletudos: «Los toreros tenemos una forma muy particular de valorar el mundo que nos rodea cuando estamos en activo. No sabemos administrar bien el tiempo que dedicamos a los aduladores, consejeros y oportunistas que se acercan atraídos por el aroma del éxito»
Más adelante, tras indicar que se siente privilegiado por haber seguido vinculado al toreo tras haberse retirado de los ruedos, lo que sucedió en España en 1992, tras una corrida en octubre en la plaza de Las Ventas, como comentarista taurino, y posteriormente como apoderado de Julián López 'El Juli, y hasta el presente de Andrés Roca Rey, expresa su agradecimiento retrospectivo a su tío, Fernando Domínguez, del que dice que fue «profesor de vida y de toreo», y al crítico taurino vallisoletano Fernando Fernández Román, del que manifiesta que «a su lado aprendí otra manera de contar el espectáculo taurino que los profesionales no llegamos a ver cuando estamos en el ruedo».
No sin cierta nostalgia, Domínguez recuerda «los años de infancia soñando con ser torero, las dos décadas como profesional saboreando los éxitos y aprendiendo de los fracasos», para, a continuación, aludir a la cuestión nuclear del comunicado, su adiós a cualquier vinculación con el toreo: «Y yo, que siempre he sido crítico con las despedidas y con la tentación de aprovechar el impulso del último tren, siento ahora la necesidad de cerrar de esta manera el capítulo taurino de mi vida», escribe.
En uno de los últimos párrafos del tan expresivo como meditado texto, vuelve a aludir al torero de cuya trayectoria en los ruedos ha sido responsable hasta hace apenas unas semanas, el peruano Andrés Roca Rey. De él llega a decir: «Me ha enseñado una nueva manera de caminar por la vida y mandar en el toreo, con la ruleta rusa diaria de su entrega desnuda y desgarrada, sin importarle las circunstancias ni la condición del toro, imponiendo su ley. La ley que ahora impera en las nuevas generaciones de aficionados que vuelven a creer en el desprecio absoluto al riesgo, en el ídolo, en el héroe».
Un adiós que obedece, en definitiva, al propio transcurso de la vida. A marcar un antes y un después. Tras 20 años como matador de toros en España, desde 1972 (con su alternativa en Palma de Mallorca) hasta 1992, y una vinculación con las retransmisiones televisivas de las ferias más importantes, junto con sus temporadas como apoderado de 'El Juli' y Roca Rey, Roberto Domínguez desaparece de la escena pública de la tauromaquia. Nada ha manifestado sobre su condición de ganadero de la vacada pacense de Valdeterrazo, cuyo hierro es el que durante varias décadas fue propiedad de los vallisoletanos hermanos Molero.
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