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Con tres grados de temperatura y una niebla que daba un color especial a la Cabalgata de Valladolid, no había mejor ropaje que la sonrisa de un niño. Y de esas, se esbozaron muchas desde las 18:30 horas. Si uno miraba a los ... más pequeños en el paseo de Filipinos, atisbaba sonrisas. Y así por todas las aceras que recorrieron este jueves Melchor, Gaspar y Baltasar. Las sonrisas transmitían ilusión, pero las miradas, aún más. Ojos que se clavaban en el horizonte para ver un espectáculo de luz y color con los Reyes Magos como auténticos protagonistas.
Y todo esto por estar ante la noche más mágica del año.
Esta tarde, por mucho que el mercurio se afanaba en insistir que hacía frío, en el centro de Valladolid, no existía. De hecho, no había tiempo para pensar que uno precisaba de una pelliza más gruesa para compensar las gélidas temperaturas.
La niebla transportaba a los presentes al 'Cuento de Navidad' de Charles Dickens. Pero sin fantasmas. Era todo una realidad, añorada en ediciones pasadas por eso de que la pandemia obligaba, por lo menos, a portar mascarillas y a esconder esas sonrisas que en esta jornada volvieron más relucientes que nunca.
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Hoy nada podía fallar y así fue. La comitiva de los Reyes la abrió una gran estrella fugaz. Quería marcar el camino a Sus Majestades hasta la Casa Consistorial como en su día hicieron hasta Belén. Y fue una buena guía, porque lo que acompañaba después era felicidad en forma de carrozas y unos espectáculos en plena calle que entretuvieron a pequeños y mayores antes de que los Reyes hicieran acto de presencia.
Diferentes compañías edulcoraron el recorrido y no cesaron en las casi dos horas que se mantuvieron por las calles de Valladolid. Entre ellos se encontraba el Espectáculo Montgolfieri (Cardinali eventi) con unos zancudos más grandes que las carrozas y con un símil de globos aerostáticos que sacaron los primeros 'oh' de los niños.
Tras ellos, dentro de la compañía Calinoursons, cinco osos gigantes, de movilidad reducida, para repartir abrazos y chocar los 'cinco' con los niños. Fueron un gran reclamo para los más pequeños al ver su tierna apariencia por la ciudad. Del amor incondicional de estos plantígrados de peluche, se pasaba a una actuación de velocidad. La que aportaban los coches de un 'scalextric' de monoplazas construidos por globos. Carreras ficticias en el paseo de Zorrilla y en Isabel la Católica ante el beneplácito de la Policía Local, que este jueves tuvo jornada extra para controlar todos los accesos al recorrido y desviar la gran cantidad de vehículos que se quedaron sin acceder al centro de la ciudad. Vamos, la futura zona de bajas emisiones pero, en esta ocasión, con la excusa de la Cabalgata.
Y es que parecía que las actuaciones, como si de un teatro de calle se tratara, no finalizaba. La compañía Globoescultura, con sus animaciones efímeras, daban paso a la francesa 'La parade des jouets' y su camión de bomberos, en el que un 'pompiere' regaba a los niños con papel a través de una manguera simulada. No había momento para el descanso visual. Y eso que aún no habían pasado los Reyes Magos.
El elenco de compañías lo remató 'Nuevo Fielato' y los 90 niños, disfrazados de regalos. Unos presentes que ponían de manifiesto la temática de la Cabalgata de este año: el juguete. Había guiños a la infancia con el típico tren o el barco. Aderezados todos ellos con juguetes más modernos como robots o artilugios mecánicos.
Prolegómenos todos ellos para ver a Sus Majestades, que derrocharon saludos a ambos lados de las calzadas. Saludos que demostraron que las muñecas de Melchor, Gaspar y Baltasar mantienen, a pesar de los años, un buen juego de articulación.
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Pero por muchos Reyes que anduvieran por Valladolid, había otro ingrediente de la Cabalgata que se pronunciaba aún más. Eran los famosos caramelos. Los 2.000 kilogramos de gominolas del inicio se disiparon con el paso de los minutos hasta llegar a la Plaza Mayor. Paraguas, bolsas y hasta los gorros que protegían del frío sirvieron de almacenamiento para atesorar chucherías. Unos caramelos antichichones, al ser blanditos, que volaban por todas las esquinas. No había ningún personaje de la Cabalgata que no los regalara. Y es que la palabra que más se escuchó durante el recorrido fue el de «Aquí, aquí», en un claro reclamo para llamar la atención de los que transportaban el botín.
Se repartieron 2.000 kilos de caramelos (serigrafiados con el escudo de Valladolid), cuyos envoltorios se recogían tras el paso de los Reyes. Precisamente, una máquina limpiadora y personal del Servicio de Limpieza, como si del día después de la noche de San Juan se tratara en Las Moreras, eran los encargados de cerrar la comitiva absorbiendo los restos de una multitudinaria Cabalgata que tuvo su clímax en la Plaza Mayor.
Allí, las bandas de percusión de la Casa de Cultura El Silo fueron las encargadas de acompañar a los Magos de Oriente en sus carrozas, mientras que la Escuela Municipal de Música de Valladolid recibió al cortejo en la calle Ferrari.
Una Plaza Mayor abarrotada al estilo Jason Derulo, pero en la que en esta ocasión el protagonismo recayó en los Reyes de Oriente. Tras el saludo del alcalde, Melchor, Gaspar y Baltasar realizaron la ofrenda de oro, incienso y mirra al Niño Jesús para asomarse al balcón de la Casa Consistorial.
En lo alto del Ayuntamiento, más saludos, pero sin unas palabras que dirigir a los más pequeños. No se escucharon los clásicos 'portaos bien' o 'esta noche, a dormir pronto'. No se dirigieron a los vallisoletanos en palabras, pero sí con unos fuegos artificiales que iluminaron el cielo de la ciudad. Fue la penúltima sorpresa de la tarde. Porque la última transcurrirá durante la noche, cuando entren en los hogares de los niños para dejar, junto a los zapatos, los regalos.
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