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Ana Sobrino, presidenta de la asociación, y Patricia Peláez. RODRIGO JIMÉNEZ

El reto de convivir con la dislexia

Vallalexia, asociación formada por familias con personas afectadas por la dificultad del aprendizaje de la lectoescritura, trabaja para sensibilizar a la sociedad sobre este trastorno que afecta al 10% de la población

Laura Negro

Valladolid

Domingo, 28 de noviembre 2021, 08:44

La dislexia es un trastorno que, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), afecta a un 10% de la población y es la causante del 40% del fracaso escolar. Un dato que, trasladado a un aula de 25 alumnos, significa que, al menos uno presentaría dificultades con la lectoescritura. Con estas mimbres, en 2016 nació en Valladolid la Asociación de Dislexia y Otras Dificultades de Aprendizaje, Vallalexia, una entidad sin ánimo de lucro que está integrada por 60 familias, que advierte de la importancia de detectar a tiempo los síntomas y de la necesidad de visibilizar y normalizar este trastorno del aprendizaje en la vida escolar, familiar y social de los afectados. La dislexia puede resultar frustrante para quienes la sufren y también para sus familias. Supone un problema en las primeras etapas de estudio yen el desempeño laboral en la vida adulta.

Aunque es un trastorno considerado como permanente, puede mejorar de forma sustancial con un trabajo intensivo, por lo que es importante la detección precoz. Los primeros síntomas suelen aparecer en edades tempranas, cuando empieza a desarrollarse el proceso lectoescritor: «Normalmente sobre los 4 ó 5 años, y con más intensidad a los 6. Si un niño presenta dificultes para leer sin que haya nada que lo justifique, entonces hay que poner la voz de alarma y ver si se trata de dislexia», explica Ana Sobrino, presidenta de Vallalexia.

Ella conoce bien los síntomas. Dos de sus tres hijos la padecen. «Es importantísimo atender este problema de una manera lo más normalizada posible, enseñando a los niños que todos somos diferentes y que, por tanto, tenemos necesidades diferentes. No hay que esperar a que el niño madure. Cuando la dislexia no se atiende, el autoconcepto que tiene de sí mismo puede debilitarse y eso provoca que de adulto pueda ser inseguro, tenga una gran necesidad de reconocimiento y rechace ciertas actividades y trabajos porque no puede con ellos. Sin embargo, si la detección es precoz y el sistema educativo acompaña, un disléxico podrá ser lo que quiera en el futuro ya que no tiene nada que ver con la inteligencia de la persona», añade Sobrino.

Esta asociación realiza diferentes actividades a lo largo del año para sensibilizar. Con la Diputación de Valladolid mantiene un acuerdo mediante el cual da soporte en la actualidad a 150 niños de Rioseco, Villalón de Campos, Zaratán, Cabezón, Peñafiel, Viana de Cega, Tudela de Duero, Medina del Campo y próximamente también de Aldeamayor de San Martín.

«Sabía que algo le pasaba a mi hijo y en el colegio me dijeron que era vago»

«Cuando mi hijo tenía 5 años nos dimos cuenta de que algo no iba bien con su aprendizaje. Tenía una expresión oral muy rica, pero escribir y leer le provocaba rechazo», cuenta Patricia Peláez. Esta vallisoletana tuvo un largo peregrinaje hasta que su hijo, que ahora tiene 9 años, fue diagnosticado como disléxico. «En el colegio me dijeron que era un problema madurativo. Solicité una nueva valoración y entonces me dijeron que el niño era vago, cuando realmente trabajaba muchísimo en casa y que lo que ocurría era que tenía dificultades. «Enfrentarse a un examen le suponía un gran estrés. Llevaba los conocimientos aprendidos, pero a la hora de codificar las preguntas perdía mucho tiempo. Necesitaba que le leyeran las preguntas en los exámenes para asegurarse de que las entendía correctamente, pero el centro educativo no lo consideraba necesario. También le penalizaban en inglés porque, aunque lo hablaba bien, lo escribía mal. El niño sufría y le perjudicó en su autoestima, en su comportamiento y en su relación en casa. El diagnóstico me sirvió para entenderle y para dejar de presionarle, pero al centro no le sirvió de nada y finalmente tuve que cambiarle. Este año está matriculado en el colegio Rafaela María, y ahora mi hijo se siente valorado y está feliz», subraya. «En la asociación me he encontrado con una comunidad preciosa con la que puedo compartir experiencias y recibir el apoyo que necesitamos. Cuando los niños se sienten comprendidos y acompañados les cambia la percepción que tienen de si mismos. Dejan de pensar que son tontos y mejoran en lo educativo, en lo social y emocional».

«Los grupos que hemos formado están muy contentos y confiamos poder continuar al año que viene», adelanta la presidenta de la asociación, quien también reivindica que estas familias están excluidas de las becas: «Los padres nos vemos obligados a pagar costosas terapias con psicólogos, logopedas e incluso con profesores particulares. Son niños con unas cualidades espectaculares. Por eso, nuestra principal demanda es que se actúe primero desde los centros educativos y que se ofrezcan más ayudas», reclama.

La prevalencia de la dislexia ronda el 10%, sin embargo, la cifra de casos diagnosticados está muy por debajo: «En Castilla y León, de los 92.871 alumnos de Primaria, tan solo 7.803 (8,4%) están diagnosticados, un porcentaje que desciende al 5% en el caso de la ESO y se calcula que habría unos 3.000 casos sin identificar. En Valladolid, de 76.186 menores de entre 3 y 18 años, apenas 2.449 (3%) están diagnosticadas».

La asociación organizó ayer las V Jornadas de Dislexia 'De la evidencia al aula', que se celebrarán en el Palacio de Congresos Conde Ansúrez, y que contará con la participación de reputados expertos. Más de 150 personas ya han confirmado su asistencia.

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