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Relevo exprés y de la casa para el bar Esgueva en San Benito

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Hace menos de dos meses El Norte de Castilla dedicaba un reportaje a este local para anunciar la jubilación de los hermanos Carlos Barros y Álvaro Gutiérrez, quienes han sido durante décadas la cara y las manos de esta bodeguilla en la que la casquería y los caracoles han sido señas de identidad. El 22 de mayo ambos bajaban la persiana y dejaban en el aire el futuro del establecimiento. «Un día tomando un vino me lo comentaron y hablé con Salomón el dueño del local; por la noche me llamó y me dijo que si quería me lo alquilaba a mí», relata Carlos. Dicho y hecho, habló con su novia y ambos decidieron emprender esta nueva aventura. El relevo en este clásico no ha podido ser más rápido.

«Creo que para una ciudad es importante cuidar su personalidad, que no se pierdan referentes de la hostelería de toda la vida y con ese espíritu vamos a reabrir el bar, que por supuesto mantiene el nombre y su configuración de siempre, aunque lo sanearemos y haremos algunos cambios», señala. Frente a la invasión de franquicias y el auge las elaboraciones fusión, Carlos es más de lo tradicional. «De la cocina de la abuela y el Esgueva es un ejemplo de ello». Habrá alguna novedad en la carta, sí, pero lo mollar se mantendrá. Señala Carlos la pizarra de sus predecesores que aún cuelga en el frontal frente a la entrada para subrayar que la asadurilla, los caracoles, las sardinas con limón, el morro rebozado, los filetes rusos, la ensaladilla o los torreznos, entre otras referencias, seguirán presentes en las vitrinas de la barra.

Introducirá también la venta de vino a granel para servir en frasca y contará con el apoyo de sus antecesores para no perder los secretos de algunas de las recetas que han llevado al Esgueva a mantener durante 60 años su clientela. Subraya este profesional del vino que ahora se estrena como hostelero que su modelo de negocio se enfoca a todos, pero con un guiño especial a los suyos. «A esa gente que trabaja en la calle, que se mueve de un sitio a otro y que buscan un lugar para almorzar o tomarse unas tapas a un precio asequible», apunta, al tiempo que avanza que trabajará con el producto de la casa, lo que ahora llaman de kilómetro cero. «Por ejemplo yo siembro patatas y con ellas haremos las tortillas, conozco a carniceros, fruteros y productores de la zona y con ellos vamos a trabajar, alimentos de calidad con elaboración tradicional», recalca.

Carlos está «muy contento» también con la acogida que le ha brindado la competencia de la zona, hosteleros a los que ha servido el vino desde hace tres lustros. «La verdad es que la gente se ha portado genial conmigo y se ha alegrado de que seamos nosotros los que reabramos el Esgueva», destaca este vallisoletano, quien dedica este nuevo proyecto a su madre, Chus, que ya no está, pero que le acompaña «siempre». De ella aprendió el valor de cuidar la tradición.