Fachada del restaurante Rancho Grande en el año 2000. Jonathan Tajes

El Rancho Grande de Valladolid: de restaurante de banquetes a centro okupado en 35 años

Pasó de tener la capacidad de acoger a 32 comensales a 600 a finales del siglo XX, es ahora nicho de problemas de convivencia

Álvaro Muñoz

Valladolid

Jueves, 2 de mayo 2024, 00:12

Nada queda ahora del restaurante Rancho Grande. Sus grandes salones, que cada año se ampliaban para acoger a más personas, desaparecieron en el 2004, pues se cerraba un establecimiento que durante 35 años había albergado gran cantidad de eventos. Bodas, comuniones, bautizos y todo lo ... que se prestaba tenía cabida en unas instalaciones, que en el momento de bajar la persiana para siempre, acumulaba 4.000 metros cuadrados.

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Ahora, todo ese espacio es pasto de la okupación, con medio centenar de inquilinos de forma ilegal que ha traído, según apunta el resto de vecinos residentes, problemas de drogas y un elevado número de agresiones como la del pasado lunes, con cuatro personas detenidas a la par que heridas. Esta nueva realidad le da «mucha pena» al último propietario del restaurante, convertido ahora en presidente de la asociación de vecinos del barrio de Buenos Aires, a la par que portavoz de las quejas por la okupación de lo que en su día fue suyo.

Emilio Fernández Chicote, el noveno de diez hermanos, llegó desde Traspinedo a esos terrenos en 1952 cuando no había cumplido los 10 años. Su padre, Leopoldo Fernández, agricultor de profesión, había comprado una finca de 15.000 metros cuadrados en la capital para empezar de cero. Por ejemplo sembraban todo tipo de cultivos para luego venderlo. «Además, había una cantina que empezaron a llevar, en los primeros años, tres de mis hermanas», agrega Emilio. Se vendían principalmente bocadillos, incluso Emilio iba con un cesto de mimbre con bocadillos para sacar en una jornada «unas cuarenta pesetas».

Emilio y sus hermanos no dudaron en arrimar el hombro, mientras él, amante del fútbol, se iniciaba en este deporte para militar entre otros en lo que sería el juvenil del Real Valladolid. Sus hazañas deportivas le llevaron a jugar hasta en las Islas Baleares, pero ese periplo deportivo fue de dos temporadas. Su madre, Epifanía Chicote, fallecía a los 61 años en 1965, y volvió a Valladolid a poner las primeras piedras del Rancho Grande. «Lo inauguramos en 1968 y había capacidad para 32 comensales. No sabíamos quién iba a venir», rememora Emilio, que reconoce que la gran finca la dividió su padre en diez partes tras el fallecimiento de su madre.

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«En los setenta ya teníamos capacidad para 120 personas; en los ochenta para 350 y hasta las 600 con la última ampliación»

Emlio Fernández Chicote

Último propietario del Rancho Grande

Con el negocio en marcha, el futbolista a la par que empresario sin saberlo, se mudó una temporada a tierras soriano (donde se enamoró) para instalarse definitivamente al año siguiente en Valladolid y con el restaurante como único negocio. «En los setenta ya teníamos capacidad para 120 personas; en los ochenta para 350 y hasta las 600 con la última ampliación», agrega.

Emilio Fernández Chicote, propietario del restaurante y portavoz de las quejas vecinales, muestra unas manillas de lechazo en cazuela de barro en el Rancho Grande en el 2000. J. Sanz

Fue un negocio rentable, pero llegó la hora de poner el punto y final. Era 2004 y esos 4.000 metros cuadrados se vendieron a una empresa de Madrid. «Los nuevos propietarios empezaron a levantar dos bloques de viviendas piloto, porque parecía que en ese momento Defensa iba a ceder al Ayuntamiento todo lo que rodeaba al Rancho Grande. Finalmente, José Bono (ministro de Defensa en 2004) dijo que eso no se podía hacer y lo que iba a ser un barrio como Parquesol se esfumó. La constructora abandonó lo poco que había levantado y llegaron los problemas. Llegaron muchos okupas y ahora tenemos un gran problema. Esos vecinos que ahora se quejan con razón los he visto crecer y entiendo lo que están pasando», concluye a la espera de que la seguridad aumente en la zona y de conocer al actual propietario de la finca okupada.

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