

Secciones
Servicios
Destacamos
Rachida (Castillejos, Marruecos, 1983) se acuerda de cada fecha a la perfección.
17 de mayo de 2021, cuando atravesó por la costa la frontera de ... Ceuta, los pies calados, el brazo derecho lleno de sangre, sus tres hijos al lado, camino de un futuro ojalá que mejor.
11 de agosto de 2021, cuando cruzó el estrecho y probó suerte sin mucho éxito en Algeciras, después de un intento fugaz en El Ejido.
28 de septiembre de 2023, cuando un autobús dejó a los cuatro (a Rachida, a sus hijos), casi de noche cerrada, sin conocer la ciudad, sin nadie a quien recurrir, en la estación de Valladolid.
28 de octubre de 2023, cuando pasó la primera madrugada sola en el albergue de La Victoria, después de dar un beso a sus hijos y ver entre lágrimas cómo ingresaban en un centro de menores. Solos. Sin ella. Había tenido que renunciar a su cuidado por no poder ofrecerles un techo, un poco de comida, un abrigo que diera más calor que sus mimos y abrazos.
12 de noviembre de 2023, cuando consiguió su primer contrato de limpieza en la hostelería pucelana.
30 de enero de 2024, cuando le llegó una llamada de María Gutiérrez para que nada a partir de ahora volviera a ser igual.
Hay días que te cambian la vida, que conviene recordar, imposibles de olvidar.
Y el 1 de febrero de 2024 es tal vez uno de los más importantes en la biografía de Rachida. Ese día entró por primera vez en esta casa de La Rondilla que hoy se ha convertido en su hogar. Un piso solidario en el que vive (de nuevo, por fin) junto a sus hijos y que le servirá como trampolín para una vida autónoma: su familia, su trabajo, ojalá que también, muy pronto, su propia casa.
Esta en la que vive ahora es una vivienda temporal que forma parte de un proyecto impulsado en toda España por Techô, una sociedad anónima cotizada de inversión inmobiliaria (socimi), con carácter social, que a finales de mes salió a bolsa y que adquiere viviendas en varias ciudades (Madrid, Sevilla, Almería, Zaragoza…) para, posteriormente, ponerlas a disposición de las ONG, que las ofrecen, por un alquiler más bajo que el del mercado, a personas sin hogar, en situación de extrema vulnerabilidad, como primer paso para su inserción.
Noticias relacionadas
En Valladolid, la gestión de este primer piso de Techô depende de Red Íncola. Y María Gutiérrez (la responsable de aquella llamada del 30 de enero) es una de las trabajadoras sociales de la entidad. Su labor está centrada en los problemas de vivienda que sufren, cada vez más, muchas personas. Sobre todo migrantes que se encuentran con una doble dificultad. Por un lado, personas recién llegadas que (en muchos casos por carecer de documentación) no pueden acceder a un trabajo estable, un contrato que les avale el alquiler y que por tanto se ven abocadas a subalquilar habitaciones en pisos compartidos (a veces por varias familias). Pero también está el caso de personas con empleo, con contrato, pero con una capacidad económica limitada que les impide aspirar a un alquiler en el mercado libre.
«Los requisitos que piden los propietarios son cada vez más estrictos. Exigen contrato indefinido, al menos un año de nóminas, varios meses de fianza… y no siempre se dispone de tanto dinero», cuenta Gutiérrez, convencida de que esta es una buena solución temporal. Mientras Rachida está aquí (durante un año) puede ahorrar para hacer frente, cuando se cumpla esta estancia temporal, a ese desembolso que le exige el actual panorama inmobiliario.
Rachida hoy tiene trabajo. Treinta horas semanales en hostelería por las que cobra 900 euros. Paga 380 por el alquiler. Un precio «asequible» para lo que le pedían en el mercado libre. «Siempre de 500 para arriba, dos habitaciones, sin amueblar». Vio uno en Delicias en el que le pedían seis meses de fianza. Otro en La Victoria en el que reclamaban cuatro. «Si no tienes algo ahorrado, es imposible», dice Rachida, con un marcado acento andaluz.
Ella es marroquí, de Castillejos, una ciudad de 77.000 habitantes a dos kilómetros de Ceuta, a un pasito de la frontera española. Rachida la cruzaba cada día, con un permiso especial de empleo, para trabajar en la limpieza de varios hogares españoles. «Muchos marroquíes íbamos cada día a Ceuta, a la construcción, la hostelería…». Hasta que llegó la crisis de la covid, se cerraron las fronteras y Rachida se quedó sin trabajo, »sin ingresos», con sus tres hijos, sin querer saber nada de su marido, en casa de su madre y con un hermano que no le hacía fácil la vida.
El 17 de mayo de 2021 (la primera fecha que Rachida recuerda para este reportaje) recibió la llamada de una amiga. «¿Has visto lo que pasa en la frontera?». Muy pronto la noticia llegó también a la radio, los telediarios, las páginas web. Lo que ocurrió aquella jornada tiene su propia entrada en wikipedia. «Incidente fronterizo», dice el texto, en el que se cuenta cómo Marruecos suavizó el control como protesta por la hospitalización en España de un líder del Frente Polisario.
Cerca de 8.000 personas (1.500 de ellas menores de edad) cruzaron la frontera por los espigones de las playas de Benzú y El Tarajal. Entre ellas estaban Rachida y sus tres hijos (hoy de 16, 12 y 8 años). «Cogí el pasaporte, veinte euros y el libro de familia. Nada más. Salimos corriendo porque la marea estaba baja y había que aprovechar», recuerda mientras mira su brazo derecho. «Lo tuve lleno de sangre, lleno de heridas que me hice con la verja».
Una vez en España, las fuerzas de seguridad metieron a quienes habían atravesado la frontera en unas naves. «Nos cogieron los datos, nos hicieron fotos. A las nueve y media de la noche, se corrió la voz de que iban a venir unos policías de Madrid y que nos iban a devolver a todos de madrugada a Marruecos. Yo no quería volver, pero, ¿cómo iba a salir de allí?». Cuenta que aprovechó un despiste de la Policía para escapar. «Un grupo de niños empezó a gritar ¡Viva España! ¡Viva España! Todos los agentes se acercaron para separarlos y yo me escapé».
Dice que conocía aquella zona a la perfección, gracias a aquel trabajo de años en Ceuta. Que ingresó en las callejuelas del barrio del Príncipe para esconderse en la casa de una amiga. «Cuando llegué, me senté en el suelo y no pude dejar de llorar». Durante veinte días, con un bocadillo y un botellín de agua, madrugó para hacer cola y solicitar la protección internacional. Recibió durante esas semanas el apoyo de Cruz Roja.
El 11 de agosto salió de Ceuta. A las 16:30 horas llegó a Algeciras, atendida por la Fundación Cepaim. Hizo cursos de camarera, de operaria de almacén. Durante dos años, junto a sus tres hijos, compartió piso con otra madre y su niño. «Pero allí no había trabajo. Así que llamé al abuelo, al padre del padre de mis hijos. Le dije que necesitaba su ayuda. No yo, sus hijos. Ellos necesitaban su ayuda». Le contaron que el padre estaba en Valladolid, que aquí trabajaba (sin papeles) en el campo, que cogieran un autobús y se acercaran. Y eso hizo Rachida. El 28 de septiembre de 2023.
Cuando llegó a la estación de autobuses, el padre de los niños no estaba allí para esperarlos. Se desentendió. Los cuatro pasaron aquella primera noche pucelana en un hostal cerca de la plaza de España. Al día siguiente, acudió al Centro de Atención al Inmigrante (CAI). Se empadronó en la ciudad. Escolarizó a los niños. Durante un mes recibió una ayuda de emergencia para hospedarse en un hostal. Pasado ese tiempo, se tuvo que enfrenar a uno de los momentos más duros de su vida. «No podía atender a mis hijos».
Rachida renunció a la guarda. Los menores ingresaron en el José Montero, un centro de la Junta. Fue el 28 de octubre de 2023. A las 12:30 horas. Rachida, decíamos, se acuerda de cada fecha a la perfección. Ella consiguió plaza en el albergue municipal. «Todas las mañanas, iba a buscarlos para ser yo quien les llevara al colegio. Estaba muy preocupada porque me decían que el mayor no comía, que el pequeño no dejaba de llorar». Así, durante tres meses.
El 12 de noviembre de 2023 consiguió un trabajo. El 30 de enero, llegó aquella llamada de Red Íncola en la que le contaban que habían encontrado una vivienda para ella y sus hijos. Un piso de tres habitaciones en La Rondilla. Amueblado. Cocina con terraza cubierta. Bañera. Un salón con sofá, una vitrina donde luce el premio de postales navideñas que en el cole ganó el hijo menor y un televisor donde los chavales ven por la tarde 'El equipo A' antes de ir a clases de refuerzo escolar. «Cuando vi la casa no podía dejar de llorar». Sobre todo, porque ahora sí que había un cobijo para ella y sus hijos. Podían volver a vivir juntos. Podían pagar un alquiler asequible. «Es una solución temporal, en principio prevista para un año, pero seguro que Rachida puede durante este tiempo ahorrar para poder aspirar después a un piso propio», cuenta María, mientras mira cómo Rachida prepara un té marroquí como agradecimiento en la cocina de su casa en La Rondilla.
Esta vivienda del programa Techô es una de las soluciones residenciales que ofrecen desde Red Íncola a personas y familias en situación de vulnerabilidad. «La vivienda es uno de los aspectos en los que trabajamos, siempre vinculados con programas de empleo, apoyo escolar y acompañamiento integral», explica María Gutiérrez, trabajadora social de Red Íncola. La ONG dispone de varias opciones de vivienda temporal. Junta a esta de Techô, manejan dos pisos cedidos por congregaciones religiosas, tres habitaciones de la parroquia de San Pio X, una casa de la comunidad Ana Leal (en INEA) y cuatro plazas para jóvenes mujeres en el Hogar Vicuña, en colaboración con las hermanas de María Inmaculada.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.