Pablo de Santiago, con un medidor de CO2, en un aula del instituto Cristo Rey. RODRIGO JIMÉNEZ

Puertas y ventanas abiertas en clase: los consejos de un profesor de Valladolid para ventilar bien las aulas

Pablo de Santiago, jefe de estudios de Secundaria en el instituto Cristo Rey, publica una guía después de tomar mediciones con los niveles de CO2

Víctor Vela

Valladolid

Domingo, 17 de enero 2021, 08:49

Están, siquiera unos minutos, abiertas de par en par las ventanas del instituto politécnico Cristo Rey. La caldera a tope y ahí afuera, en la calle, a las 8:30 horas, cuando comienzan las primeras clases, unas mínimas de 6,5 grados bajo cero. « ... Al principio de curso ya nos dijeron que la ventilación iba a ser este año muy importante. Pero no es lo mismo septiembre que ahora, en pleno mes de enero», dice Pablo de Santiago, jefe de estudios de secundaria en el Cristo Rey.

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Con el frío, reconoce, hay una pregunta que se extiende por toda la comunidad educativa: ¿Cuánto tiempo es necesario tener las ventanas abiertas para una buena ventilación? Para quitarle los signos a esta interrogación, para resolver dudas, Pablo ha llevado a cabo una investigación en su centro, ha tomado mediciones en el aula y ha publicado unas conclusiones que, espera, sirvan de guía para otros colegas.

Su interés por este asunto viene de lejos. De mucho antes del coronavirus. Estudió Ingeniería Aeronáutica, trabajó en la UVA, en Industriales, y allí hizo el doctorado, con una investigación sobre la ventilación y cómo esto afecta a las infecciones transmitidas por el aire. «Es verdad que del coronavirus hemos ido aprendiendo cosas con el tiempo, que al principio se hablaba sobre todo de las gotitas de saliva como vía de transmisión, pero estaba claro, como ocurre con todas las enfermedades del tracto respiratorio, que también se pueden transmitir por el aire», cuenta. Más tarde sí, más tarde se han hecho famosos los aerosoles, se ha constatado el incremento del riesgo en espacios cerrados. Y de ahí, la necesidad de adoptar medidas de prevención que se sumen a la mascarilla, a la distancia de seguridad, el lavado de manos. Por ejemplo, la ventilación.

No hay forma de saber la carga vírica que hay en el ambiente, de medir la presencia de esos aerosoles. Pero existen vías alternativas, indicadores indirectos, que sí hablan de la necesidad de ventilar ambientes excesivamente cargados. Ahí entran en juego esos aparatos hoy famosos: los medidores de CO2.

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El presidente de la Junta, Alfonso Fernández Mañueco, anunció la semana pasada que la administración regional iniciará la compra de equipos de este tipo para suministrar a los centros educativos de la región. La consejería de Educación asegura que están en pleno análisis de estudio para saber cuántos serían necesarios. Hay muchos colegios e institutos que ya los tienen, que no han esperado a que la Junta se decidiera a adquirirlos y que los compraron, a título particular, a través de los equipos directivos, las ampas, con la colaboración de los ayuntamientos (algunos, incluso, han dado un paso más y se han hecho con equipos purificadores o de ventilación forzada).

En el Cristo Rey, los medidores de CO2 son un artículo cotidiano desde principios de curso. «La concentración de CO2 sube muy rápidamente si no abrimos ventanas y puertas. Cuando estos datos suben, podemos inferir que la ventilación no es la adecuada y que, al igual que el CO2, la concentración del resto de contaminantes también subirá, aumentando el riesgo de que una persona con una infección susceptible de transmitirse por vía aérea infecte a personas que compartan el mismo espacio», resume De Santiago.

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«En una clase tipo de 70 metros cuadrados, con 22 personas en el aula, la concentración de CO2 alcanza valores poco aconsejables en tan solo 15 minutos. No se puede permanecer una sesión entera sin abrir las ventanas ni la puerta», concluye el trabajo que han elaborado en el Cristo Rey. Para ello, hicieron mediciones de CO2 en diferentes aulas, en varias localizaciones dentro de cada clase, a distintos horarios. Porque hay factores que pueden influir.

En principio, las aulas de las plantas bajas de los edificios tienen más dificultades de ventilación que las de los pisos superiores (por las corrientes de aire en el exterior). Tampoco es igual un centro educativo instalado en pleno casco histórico, en calles estrechas, que en zonas como Parquesol, donde hay más aire y parece más sencilla su renovación. Todo esto, influye. Pero hay una serie de pautas compartidas que pueden servir.

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La primera es tomar mediciones de CO2 en las aulas. Y, preferiblemente, ver los registros en aquellas zonas de la clase con menor ventilación. «Cuando se abren las ventanas y la puerta para ventilar de forma natural, la concentración no es homogénea. Hay zonas que están mejor ventiladas que otras», explica Pablo. «La duda siempre está en si estamos haciendo lo suficiente, hasta qué punto es necesario ventilar». En el Cristo Rey tomaron como referencia estudios de la Universidad de Harvard y del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC)y los cruzaron con sus propios datos y mediciones. La tendencia observada era muy similar. Su consejo: «En términos generales, la recomendación es que la puerta del aula esté siempre abierta. Las ventanas, siempre que los alumnos no estén sentados (entre clase y clase) y, durante esa hora lectiva, es recomendable abrirlas al menos durante cinco minutos una vez en el transcurso de una sesión de 50 minutos», concluye el artículo firmado por De Santiago. No es necesario que estén de par en par, con tres dedos vale. Pero, claro, en plena ola de frío, eso afecta mucho al confort término.

La dirección provincial de Educación ha recordado esta semana, con un escrito remitido a todos los centros educativos, las medidas que ya adoptó al inicio del curso: «Se ventilará periódicamente el aula: de manera prescriptiva, esta ventilación se realizará entre 10 y 15 minutos antes de la llegada del alumnado, al final de cada periodo lectivo (entre clase y clase), durante el recreo y al acabar la jornada». Y añade –en estos días gélidos con alumnos que se ponen el abrigo y mantas en clase– que en ningún caso se requiere llevar a cabo una ventilación con las ventanas abiertas de forma constante.

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Los sindicatos educativos apuntan que los mensajes de la administración regional son contradictorios: «El presidente de la Junta dice que va a comprar medidores CO2, pero Educación recomienda solo abrir las ventanas entre clase y clase. ¿Qué sentido tienen entonces los medidores si durante las clases sugieren que las ventanas estén cerradas y solo abrirlas al terminar?»

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