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Un cochino muerto, otro herido y dos desaparecidos. Ese es el saldo que deja el robo acometido en la explotación Escargamaría, en la localidad vallisoletana de El Carpio, en la madrugada del viernes al sábado y que ya ha sido comunicado a la Guardia Civil.
«Cuando llegué el sábado por la mañana con mi padre vi que el candado de la puerta estaba cortado, pero colocado en la parte de arriba como de cachondeo, vamos, que se han dignado hasta a cerrar la puerta para que no se escaparan el resto», lamenta Daniel Pozo, encargado de esta finca propiedad de la familia Becerril.
En estos momentos, aprovechan la bellota en este espacio un total de 60 cerdos ibéricos, 57 después del suceso, del que rápidamente fue consciente Daniel. «En el refugio de los cochinos vi una cochina tendida y cuando he llamado a todos los animales, esa no se ha levantado y dije: Aquí han preparado una picia».
Además de encontrarse este animal muerto, apareció otro herido y tras el recuento, echaron en falta dos animales más. «Vimos más manchones de sangre en el refugio que suponemos que son de los animales que se han llevado».
Disparo de bala
La cochina muerta tiene un disparo de bala, «de hecho, tenemos la bala porque le pegó en la paleta y se la hemos extraído». El otro animal herido, «pienso que no le han dado de lleno, pero tiene una herida de por lo menos dos palmos, un desgarro muy grande que impacta porque no dejan de ser animales y cuando ven sangre, van a por ellos».
También han encontrado los cartuchos de los disparos en los que se alojaban las balas utilizadas y que mañana llevarán al cuartel de la Guardia Civil en la vecina localidad de Fresno el Viejo. «Ya estuvieron aquí agentes de la Comandancia de Castronuño revisando y haciendo fotos para el informe y tengo que poner la denuncia en Fresno».
Daniel es concejal en el Ayuntamiento de Fresno el Viejo. «No creo que tenga nada que ver con eso, yo tengo mi cargo y no me meto con nadie, tengo buena relación con la gente», señala. «Más bien pienso que sea por un tema económico de querer sacar algo de dinero por los cochinos o por el tema de llevárselo y comerlo en casa, pero más bien me voy a lo económico porque fíjate que estropicio han preparado».
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Esta finca, de unas 340 hectáreas, se sitúa en una zona apartada en la que el espacio de viviendas y naves sí que tienen cámaras de seguridad. «Estás apartado del pueblo, por aquí solo viene la gente que tiene fincas colindantes, algunos a buscar setas y es gente de confianza de toda la vida y luego gente extraña que anda por ahí a ver lo que hay».
Concluye que más allá del valor económico «es peor el daño moral, el psicológico, porque con el sacrificio que tiene esto y procuras tener a los animales en las mejores condiciones, luego te encuentras esto que desmotiva y tienes miedo. Hoy le toca a un marrano y mañana quién te dice que no te pegan un tiro a ti», concluye.
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