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Monona Álvarez trabajando en su taller en Tudela de Duero. M. Á.

Provincia de Valladolid

Vajillas tudelanas para los Estrella Michelin

La ceramista de Tudela de Duero, Monona Álvarez, ha centrado parte de su trabajo en realizar piezas artesanas exclusivas a restaurantes galardonados, como Trigo en Valladolid

Yaiza Cobos

Valladolid

Viernes, 15 de noviembre 2024, 14:46

Declarada a viva voz como «una profunda enamorada de la cerámica», Monona Álvarez disfruta de su profesión como el primer día en que sus manos comenzaron a mancharse de barro. «Sigo con muchísima ilusión porque me engancha mucho», asegura. Fue con este material con el ... que tuvo una especie de amor a primera vista. «Estaba en la Escuela de Artes y Oficios y trabajábamos muchas cosas como madera, escayola, hierro y papel. Pero el barro me gustó muchísimo desde el principio», comenta. De aquello ya han pasado 48 años y desde hace cuarenta y cinco mantiene abierto su taller en Tudela de Duero.

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La selección de la localidad vallisoletana para asentar su negocio no fue baladí. «Antes trabajaba en Aldeamayor de San Martín con otra chica, nos separamos y yo andaba buscando un pueblo. Conocí a una familia de Tudela y, de una manera un poco anecdótica, vine a pasar un fin de semana», explica. Fue tal su asombro con el municipio que decidió quedarse.

Entonces, Álvarez tenía poco más de veinte años, pero ya llegaba unos cuantos años más trabajando la cerámica. Sus inicios tienen mucho que ver con la tradición alfarera de Arrabal de Portillo. Con tan solo 14 años, Monona visitaba la localidad acompañada de su padre y quedaba sorprendida a su paso. «Veía los talleres de alfarería que sacaban las piezas a secar a la calle y me llamaba muchísimo la atención», manifiesta. Uno de esos días decidió parar en uno de ellos y comenzó a adentrarse en este mundo. «Era un hombre muy generoso y le encantó que alguien quisiera aprender», añade.

Durante sus primeros años de andadura trabajó el barro rojo característico de la zona, pero se percató de que «la alfarería tradicional se estaba terminando porque había irrumpido con muchísima fuerza el plástico», expresa. Fue entonces, cuando Álvarez descubrió el gres y la porcelana. Durante un tiempo se dedicó a la cerámica utilitaria ya que a ella le gustaba «muchísimo» emplearla. «Muchas de las piezas que hago, las hago porque primero he sido yo la que las he necesitado o las quiero usar», cerciora.

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Pero, a finales de los años 90 y principios de los 2000, le surgió una oportunidad que ha acabado centrando su trabajo; las vajillas artesanales para restaurantes. «En su momento no había nadie, éramos unas tres o cuatro personas en toda España. Se empezó a correr la voz entre ellos mismos y a me empezaron a llamar de casas rurales y de restaurantes que, ahora, están pitando con las Estrellas Michelin», señala.

Sus vajillas han llegado a establecimientos como 'Trigo' en Valladolid, galardonado con este premio en 2017, o los madrileños 'Amazónico', 'Kabuki', 'Ginza Food Hall Restaurant' y 'Sukhothai'. «He trabajado muchísimo, curiosamente, para restaurantes japoneses, porque en este país la cerámica está muy valorada y les gusta mucho», asevera. Además, Álvarez ha trabajado para una empresa que exportaba vajillas a Dubai, Londres o Berlín.

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Monona no trabaja «en grandes cantidades» y realiza una media de cuarenta piezas para las vajillas hosteleras; las cuales suele tener listas en un mes y medio. Y es que, su proceso de elaboración no es para nada rápido ni sencillo. Tras decidir el diseño, junto a los clientes, comienza a modelar las piezas. Una vez secas, las introduce en el horno para llevar a cabo la primera cocción - llamada bizcochado - a unos 1.000 grados. Luego, las esmalta y vuelve a introducirlas al horno a casi 1.300 grados.

Ese momento es especial para los artesanos como Álvarez. «La cerámica tiene una cosa mágica que no tienen otras artesanía. Al final del proceso, las cosas van al horno, tú te desprendes de ellas y el horno es el que tiene la última palabra. Es como si dejaras tu trabajo en manos de otra persona y es quien decide si sale bien o no», explica. La noche anterior a esa jornada, la tudelana puede llegar incluso a no dormir pensando en cómo irá este procedimiento. «Simplemente una racha de aire fuerte puede cambiar el resultado de una hornada en la que, igual, está el trabajo de un mes entero», asegura.

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Algunas de los trabajos de Monona Álvarez Monona Álvarez

Pero también ha vivido «sorpresas fantásticas» asombrándose del resultado final de algunas de sus piezas. Ese «remusguillo» le mantiene «muy viva» a pesar de «haber hecho miles de trabajos» durante todos sus años de actividad.

Una profesión poco valorada en nuestro país

En España, la cerámica ha sido una expresión artística profundamente arraigada en su cultura, pero hoy en día no goza del reconocimiento que tiene en otros países. Mientras que en lugares como Japón o México la cerámica es vista como un arte refinado y valioso, en España a menudo se le percibe más como una artesanía utilitaria que como una forma de expresión artística de alto nivel. Álvarez lamenta que este oficio no esté valorado en nuestro país. «La gente no conoce muy bien el proceso o lo que se hace», puntúa.

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«Los artesanos estamos para que no todo sea uniforme e igual en este mundo, para que haya cosas diferentes que salen de tus manos y que solamente haya una pieza como esa en todo el mundo», manifiesta. «Ahora parece que todo el mundo tiene lo mismo en toda partes pero, afortunadamente, la artesanía está para hacer cosas diferentes», añade.

Por desgracia, a Monona le quedan pocos años en su taller para continuar haciendo piezas únicas. «Tengo 66 años. Me encanta venir a hacer cosas para entretenerme», expresa. Aunque, adelanta que, aunque se jubile, no piensa perder la imaginación y las ganas por hacer cerámica. «Haré piezas de otro tipo, más imaginativas, supongo, y más tranquilas», refleja.

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