Secciones
Servicios
Destacamos
Es difícil resistirse al encanto de una croqueta bien hecha: dorada, crujiente y con un corazón cremoso que estalla de sabor en cada bocado. Lo que alguna vez fue un recurso para aprovechar las sobras en la cocina, hoy se ha transformado en una experiencia ... gourmet capaz de sorprender al paladar más exigente. Las croquetas se han reinventado en una sinfonía de sabores que abarca desde las clásicas de jamón hasta las más audaces combinaciones de setas trufadas y gambas al ajillo, y han pasado a considerarse las auténticas reinas del tapeo.
Pero más complicado es resistirse cuando están hechas como lo hacían nuestras abuelas. María José González y Jesús Martín saben mucho de este arte gastronómico. Desde hace casi cuatro años regentan un obrador artesano de croquetas, en el pequeño municipio de Pozaldez, denominado 'Pan y besamel'. Al matrimonio les hubiera gustado comenzar su andadura de otra manera, pero aseguran que «fue por necesidad».
Noticia relacionada
Diego Fernández
«Nacimos en durante el covid. Teníamos un negocio de hostelería en el pueblo y, cuando nos confinaron, a la hostelería tan solo nos dejaban hacer entregas a domicilio», explica González. Esta medida azotó a los bares y restaurantes de las capitales, pero aún más a las zonas rurales. «No sabíamos cuánto iba a durar esta situación y teníamos que afrontar todos los gastos que tenías cuando estábamos abiertos», añade.
Así, decidieron innovar después de casi catorce años digiriendo un bar en Pozaldez. «Entonces teníamos muchas variedades y nos conocían por eso. Teníamos una croqueta muy rica», asegura María José. Después de varios meses con el negocio estancado y con la venta de estos pequeños mangares viento en popa, tomaron una decisión que supuso un punto de inflexión en su vida. «Abrió la hostelería y pensamos a ver qué hacemos. La gente no hacia más que demandar nuestras croquetas en las tiendas, vimos que el bar estaba difícil continuar con él y saltamos a la piscina», menciona.
Después de comercializarlas en tres tiendas de Medina del Campo, su despegue «fue sorprendente». Gracias al «boca a boca» y a la fama que ya tenían de por sí, poco a poco comenzaron a llegar los primeros pedidos. «La acogida de la croqueta fue increíble, y casi sin movernos. No tuvimos que ir a abrir clientes, fue todo rodado», expresa González.
A día de hoy, 'Pan y besamel' maneja un volumen de producción de entre 250 y 300 kilos de masa a la semana. «Trabajamos bajo pedido», indica. Sus cerca de quince variedades de croquetas - rabo de ternera, cecina, boletus, espinacas, morcilla, picadillo, atún con huevo, pollo, mejillones, cocido, bacalao, etc - son entregados en numerosos comercios de la provincia de Valladolid. «Nuestros clientes son el pequeño y mediano comercio, principalmente carnicería, aunque también llevamos algún supermercado de pueblos de alrededor; hostelería y catering. Abastecemos a toda la comarca de Medina, a la capital, y todos los pueblos alrededor de la misma como Olmedo, Tudela de Duero, La Cistérniga o Traspinedo», comenta González.
Sus croquetas frescas son distribuidas por todos los puntos de la provincia, prácticamente, casi a diario. «Allá donde llega, tiene mucho éxito», cerciora. Aunque, tal y como menciona la hostelería es un mundo «difícil» para ellos. «Hay que entender que la croqueta es el santo grial para ellos. Entonces tampoco es una cosa que les guste decir dónde la compran, porque ya parece que no es de buena calidad. Pero esto es un obrador totalmente artesano, nos alejamos de la típica croqueta normal», manifiesta González.
Con el paso del tiempo, María José y Jesús han podido invertir en su negocio. Aunque una de las primeras ayudas que incorporaron fue «el maquinón», como cariñosamente lo denominan. «Diseñamos una máquina, que nos la hizo un amigo del pueblo, que nos proporciona masa para ir cogiéndola. Es parecida a la que se emplea para hacer los chorizos en las matanzas», señala González.
El mundo de las croquetas es muy amplio, aunque en el caso de 'Pan y besamel' la más demandada es la de jamón. «Es la que más sale. También la de langostinos, porque llevamos una receta muy buena, y el huevo besamel en la zona de Medina», detalla. Llegar a la composición de la croqueta tampoco fue tarea fácil para el matrimonio. «Fue difícil adaptarla para comercializarla, hicimos muchas pruebas y muchas repeticiones, porque queríamos salir con una croqueta que fuera jugosa y blandita», explica. Pero finalmente, tras varios intentos, los vecinos de Pozaldez han sabido dar con la fórmula perfecta. Tanto que, mes a mes, van incluyendo nuevas variedades a su larga oferta; la última, de torreznos.
Aunque el negocio es «próspero» y a la pareja le gustaría poder abarcar más, es un meta muy difícil de alcanzar sin apenas ayudas. «Nos encantaría ampliar, pero estamos saturados. Ahora mismo tendríamos que comprar más máquinas y más cámaras frigoríficas», detalla González. Una inversión que, por el momento, no se pueden permitir. Por ello, su objetivo es «seguir así poco a poco» llevando sus croquetas a todos los puntos de la provincia que puedan. «Tenemos muchísimo trabajo y estamos muy contentos de cómo está yendo», relata.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
A la venta los vuelos de Santander a Ibiza, que aumentan este verano
El Diario Montañés
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.