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Jessica Salcedo y sus hijas Britanny, Naydelin y Chloe son las nuevas vecinas de Pesquera de Duero, localidad que les ofrece la posibilidad de retomar una vida en la que no les falte oportunidades, como las que también busca el municipio ribereño con la llegada ... de esta familia madrileña que hasta este jueves residía en la localidad madrileña de Parla.
Jessica busca una oportuidad de futuro para sus hijas, y Pesquera de Duero, con su llegada, aprovecha también la oportunidad que les brinda esta amplia familia para intentar frenar la despoblación, una situación que también afecta a este municipio de algo menos de medio millar de almas, y eso que tiene pleno empleo, 32 bodegas amparadas por la DO Ribera del Duero y servicios básicos que no poseen otros tantos pueblos de la comarca, o provincia, -como guardería, colegio de Primaria, centro médico, polideportivo, piscina, supermercado, peluquería, restauración, turismo...-. Imagínense, si un municipio así tiene problemas para asentar población, los que no tendrán otros muchos que no cuentan con las posibilidades de Pesquera; además, situado tiro de piedra de Peñafiel, cabecera de la comarca.
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La llegada de Jessica y sus hijas responde a la colaboración establecida entre el Ayuntamiento pesquerano y la Fundación Madrina para realojar en el municipio a este familia en situación de vulnerabilidad. Para ello, el Consistorio ha puesto a su disposición una vivienda. Como de momento la casa no está todavía acondicionada, las cuatro nuevas vecinas se alojan en una vivienda que ha puesto a su disposición una bodega de la localidad.
Jessica es de Ecuador, y de sus 28 años lleva 24 residiendo aquí, en España, en Madrid, por lo tiene nacionalidad española. Sus hijas tienen 14 (Britanny), 8 (Naydelin) y 4 (Chloe). La mayor cursará -a partir de ya mismo- en el Instituto de Secundaria de Peñafiel, mientras que Naydelin como Chloe irán a clase en Pesquera de Duero, una a Primaria y la benjamina a la guardería.
Como explica Jessica, cambiar una ciudad del anillo de Madrid capital, de 130.000 habitantes, por un municipio vallisoletano de 428 vecinos, responde a la búsqueda de las oportunidades que para sus hijas, y para ella misma, no les proporciona la ciudad madrileña. Precisamente esa falta de oportunidades es la que hace que estén en una situación de vulnerabilidad. «Es más complicado allí», en Parla, explica la madre, quien indica que venir a Pesquera «supone una bendición. Es un cambio brutal pero venimos con muchas ganas», además, «me he sentido acogida en el pueblo», al que llegaba este jueves con sus pertenencias acompañada de sus hijas y de miembros de la Fundación Madrina, pero al que ya se habían acercado anteriormente a conocerlo y a ver la casa en la que vivirán.
Una vez «que mis hijas empiecen el cole y estén bien ubicadas pediré que me ayuden a buscar empleo, algo por lo que también vengo. Se va a notar mucho el cambio, pero he conocido aquí, en el pueblo, a personas muy buenas; como profesores, la hija del alcalde (la que ha propiciado el contacto entre Consitorio y Fundación) y el alcalde», refleja Jessica.
Tanto la intención del Ayuntamiento como de la Fundación Madrina es potenciar su relación y poder traer a alguna familia más. Como señala el alcalde, José Luis Martínez, «tenemos que tratar de traer a gente, que vengan a vivir aquí, gente que tenga necesidad y darles una oportunidad».
Se ha realizado un importante esfuerzo, y generoso, pues la vivienda asignada no está todavía preparada para recibir a la familia, «por lo que una una bodega de mucho prestigio, de aquí del pueblo, y que siempre es muy solidaria y participa en otras iniciativas de este tipo, ha dicho que se quedan en una vivienda suya hasta que la del Ayuntamiento esté lista», señala Martínez, quien se ha comprometido a buscar otras casas para poder realojar a nuevas familias.
Conrado Giménez, presidente de la Fundación Madrina, muestra su satisfacción por este nuevo realojo y los que puedan venir, además de mostrarse encantado, y sorprendido gratamente, por Pesquera de Duero y su entorno. Giménez explica que «nos alegramos de los realojos en los pueblos, porque estas familias lo pasan muy mal en las grandes ciudades porque son sitios donde los niños no pueden sobrevivir, no son bienvenidos. De hecho en las grandes ciudades, como Madrid, los propietarios te dicen que no aceptan ni embarazadas, ni niños, ni mascotas; es decir, ponen al mismo nivel a los niños y a las embarazadas que a las mascotas», muestra su indignación. «Es muy complicado. Además está la subida de precios. Es imposible. En estos momentos las ciudades se han puesto prohibitivas para las familias con niños. Tener un niño genera una vulnerabilidad mayor. Nuestro reto es realojar a estas familias, que tengan un futuro como nuevos colonos en los pueblos, en un proyecto donde las familias encuentran una acogida en los pueblos, que se vuelcan, como Pesquera. Y también traer una familia es dar vida a los pueblos».
Con el realojo no acaba la labor de la Fundación Madrina, pues, a través de un equipo multidisciplinar, realizan un seguimiento, procurando que el asentamiento sea lo más fácil para las familias y lo menos traumático posible, proporcionándolas una atención integral, tanto en la parte psicológica como en la material.
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