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Jesús Pastor, apoyado en la pared que daba entrada a la que era su casa hasta los 15 años. A. M. C.
El último nacido en un pueblo de Segovia abandonado desde 1950

El último nacido en un pueblo de Segovia abandonado desde 1950

Jesús Pastor recuerda su vida en Negueruela, donde nació, y San Miguel de Neguera, donde residió, núcleos pertenecientes a Sebúlcor que se quedaron sin vecinos hace más de medio siglo

Domingo, 13 de agosto 2023

Las casas eran de adobe y piedra, tenían grandes ventanales y la puerta de los corrales también era la de entrada a las viviendas. No había luz ni agua, pero sí un río que servía de riego para un huerto y de impulso para un molino de grano. Medio siglo después, todo está sumergido en la maleza, escombros y ruinas. A ojos del visitante, Negueruela y San Miguel de Neguera, núcleos pertenecientes a Sebúlcor, son simples pueblos abandonados. Pero tras las pupilas de Jesús Pastor se descubren historias desconocidas, recuerdos familiares y cientos de anécdotas festivas.

Pastor nació en 1945, es el tercero de cuatro hermanos y por un mes fue el último alumbrado en Negueruela. Estuvo precedido por Servando González, con el que cada año intenta hacerse una foto, frente a la casa en la que ambos nacieron, para reflejar el paso del tiempo.

«Mi madre vino de visita y yo no avisé», bromea. Este núcleo fue abandonado en 1950 y data de cientos de años atrás. Los restos de las primeras construcciones -incluido un cementerio- se retiraron para usar las parcelas como tierra de labranza. Solo permanecen en pie la pared de una ermita consagrada a San Nicolás de Neguera y la fachada de la vivienda de dos familias que constituían una comunidad autosuficiente.

«Lo primero fue Negueruela, luego sobró cemento y se levantó San Miguel de Neguera, y lo mismo pasó con Sebúlcor», cuenta. Pastor nació en el primero, vivió en el segundo -ambos están despoblados- y ahora pasa largas temporadas en esta última localidad segoviana.

«Lo primero fue Negueruela, luego sobró cemento y se levantó San Miguel de Neguera, y lo mismo pasó con Sebúlcor»

La residencia que más recuerda es la de San Miguel de Neguera, conocido como 'El Barrio', puerta de entrada al Parque Natural de las Hoces del Río Duratón. Allí vivieron hasta diez familias «la vez que más». Sabe el nombre y los apellidos de cada uno de sus miembros. «En aquel entonces se tenían cuatro o cinco hijos, así que éramos unos cuantos», afirma.

«Teníamos de todo»

La vida en este lugar era privilegiada, en el fondo de un valle y en plena naturaleza. «Teníamos todo lo que necesitábamos», señala. Apenas había tiempo para el ocio, aunque sí había tres días que brillaban más que el sol: la matanza, el esquileo y, por último, la función. No faltaba una cuadra con ganado en ninguna casa y la buena cosecha del huerto estaba asegurada, sin importar el año, gracias a un sistema de riego que se abastecía del río. «Los mejores tomates crecían aquí», apostilla.

Cuando el nivel del cauce bajaba, una presa permitía capturar peces. Había un molino, que permanece en pie, al que se desplazaban habitantes de toda la comarca y también se destilaba espliego. «Lo teníamos todo sin tener que pagar nada, ni contribución ni agua», indica.

Palacio de los González de Sepúlveda, en San Miguel de Neguera, en la década de 1950. Manuel Riosalido (Foto Río)

Los vecinos acudían directamente al río y, «si venía muy turbio», se desplazaban a fuentes naturales. Además, «aquí nunca se fue la luz porque no había», explica entre risas. Para iluminar las casas, se compraba un bidón de carburo para usarlo como combustible que se repartía entre los residentes.

Algo que ha heredado Sebúlcor de 'El Barrio' es la intensidad con la que se vivían las múltiples celebraciones. Las fiestas patronales eran el segundo fin de semana de octubre y en la plaza del pueblo, de tierra y sin asfalto, se levantaba una estructura con palos de pino. Arriba del todo, se ataba un pellejo de cabra que se prendía con fuego y alumbraba «como si fuera una farola».

«La fiesta de 'El Barrio' era la última del año y venía muchísima gente, hasta el caramelero y el 'tío del bote'»

No faltaba la música, pues se contrataba a una banda de dulzaina y tamboril. Tampoco los banquetes: los habitantes preparaban pan bollo y asados de cordero en un horno comunitario y donde se cocinaba el pan de toda la semana, «hasta 60 hogazas». Pastor se enorgullece de que la de su pueblo «era la última fiesta del año y venía muchísima gente, incluso del Villar de Sobrepeña, Rebollar, Villaseca o Cantalejo… Acudían hasta el caramelero y el 'tío del bote'».

Tradiciones

La capilla, que ahora está llena de grietas y ha sido víctima de actos vandálicos, se situaba en una de las salas del Palacio de los González de Sepúlveda, que fue apuntalado y declarado Bien de Interés Cultural (BIC) en 2022. A su puerta, «siempre había un rebaño de ovejas». Hoy, el escudo noble todavía se conserva en la fachada. Una campana anunciaba la misa y los fieles rodeaban el altar y una imagen. «Se tenía que quedar gente fuera, el local se llenaba», rememora.

La hacendera también era una fecha marcada en el calendario. Después de participar en las labores de limpieza y desbroce, las familias se reunían en un local público a comer escabeche, una tradición que se mantiene intacta entre los sebulcoranos.

Arriba, estado actual del núcleo de Negueruela. Abajo a la izquierda, Jesús Pastor frente al Palacio de los González de Sepúlveda. A la derecha, ruedas de tractor abandonadas entre la maleza. A. M. C.
Imagen principal - Arriba, estado actual del núcleo de Negueruela. Abajo a la izquierda, Jesús Pastor frente al Palacio de los González de Sepúlveda. A la derecha, ruedas de tractor abandonadas entre la maleza.
Imagen secundaria 1 - Arriba, estado actual del núcleo de Negueruela. Abajo a la izquierda, Jesús Pastor frente al Palacio de los González de Sepúlveda. A la derecha, ruedas de tractor abandonadas entre la maleza.
Imagen secundaria 2 - Arriba, estado actual del núcleo de Negueruela. Abajo a la izquierda, Jesús Pastor frente al Palacio de los González de Sepúlveda. A la derecha, ruedas de tractor abandonadas entre la maleza.

Aunque Pastor dejó atrás este lugar para trabajar en la hostelería con tan solo 15 años -primero en Cantalejo y luego en Madrid-, visita los que queda de su antiguo hogar siempre que tiene oportunidad. Con gran entusiasmo, dibuja a los visitantes un esquema metal de cómo era su casa, antes del incendio que arrasó con parte de la estructura.

No se olvida de cuando recorría ocho kilómetros de ida y vuelta para ir a la escuela, hasta la llegada del «coche de línea», cuyo billete costaba una peseta. Cuando por las ventanas del aula aparecían nubarrones, el profesor les decía «a casa los de 'El Barrio', que se pone mala tarde».

Las cinco familias que vivían en San Miguel de Neguera se mudaron a Sebúlcor y otros pueblos de la zona a la vez en la década de 1960, lo que coincidió con la llegada del agua corriente al municipio. «Nos fuimos todas a la vez», comenta. Desde ese momento, las calles de la localidad quedaron abandonadas a su suerte. Tan solo rebaños de ovejas, turistas y paseantes se acercan a conocer la historia derruida y enterrada de unos despoblados de los que, en muy poco tiempo, solo quedará el recuerdo.

NOTA

Fernando Montero Merino asegura que él nació en San Miguel de Neguera en 1957 y después dos hermanas más, la última en 1962. Por ello, puntualiza que la localidad estuvo habitada, por lo menos, hasta 1965, ya que vivió siete años allí.

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