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Pese a su abandono, el sanatorio en ruinas de Boecillo acumula desde hace semanas «cientos de inquilinos». A los cazadores de lo oculto, «llegados en tropel» tras la televisiva aparición del complejo en el espacio Cuarto Milenio en 2019; o los practicantes del botellón – ... con macrofiestas incluidas en el interior–, se suman ahora los seguidores del reto Urbex.
Los «exploradores urbanos», como se autodenominan, buscan edificios abandonados, generalmente en las ciudades, y han encontrado «una mina» en el pinar vallisoletano. El antiguo hospital para tuberculosos –perteneciente a Boecillo, pese a que se ha viralizado con el nombre de Viana por su cercanía que esta otra localidad–, ha sido incluido dentro de la red de estos 'cazadores' de templos del pasado.
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La vertiente descubridora o exploradora de esta nueva tribu social les ha llevado al viejo sanatorio, solo que en esta ocasión, junto a la prohibición de entrada y los peligros ya de por sí evidentes del estado ruinoso del inmueble hay un nuevo riesgo: la necesidad de inmortalizar la captura o descubrimiento en las redes sociales.
A las autofotografías o 'selfies' realizados en el interior –que también suponen una amenaza, con muchos techos con puntas al descubierto y zonas del complejo con el suelo abierto o recubierto de cristales–, se suma la moda del más difícil todavía: inmortalizarse en el tejado.
Como el resto de la edificación de seis plantas, contando el sótano y la última zona abuhardillada, el estado del tejado es ruinoso, con tejas sueltas y la vegetación haciendo mella en toda la estructura superior. Es ahí, a más de 20 metros de altura –casi la misma que alcanza la estatua del Cristo del Otero de Palencia–, donde se realizan las fotos para el Urbex, convertido en un reto viral que eleva el peligro.
La nueva tendencia sucede a otra de las prácticas de moda que acoge el fantasmal complejo, en funcionamiento entre 1954 y 1963. Los botellones, que se organizan habitualmente los viernes, pero sobre todos los sábados, incorporan ahora 'selfies' desde las alturas. «Si ya lo mezclan con alcohol, cualquier día tenemos una desgracia», explica el alcalde de Viana de Cega, Alberto Collantes Velasco. El regidor, que admite que el problema lleva ahí más de tres lustros, entiende que se ha «complicado» en los últimos meses.«Ahora hay macrofiestas con 'dj'. Se llevan generadores y ya está montada durante toda la noche», agrega Collantes.
En este sentido, tanto el primer edil de Viana, como el alcalde de Boecillo, Raúl Gómez Pintado, coinciden en que las llamadas a la Guardia Civil han sido constantes en las últimas semanas. «Lo hicimos con motivo de la fiestas de San Cristóbal –el sábado 10 de julio–, pero poco se puede hacer», analiza Gómez Pintado.
Sin embargo, el problema amenaza al Consistorio de Boecillo, propietario y responsable de las ruinas. «Lo sabemos, pero todo es muy complicado. Hemos probado a vallarlo y el perímetro nos ha durado horas... La última vez, ni siquiera pudimos terminar de poner los postes para el enrejado», agrega el alcalde vallisoletano, quien hereda un problema que no fue ajeno a sus predecesores en el cargo.
Lo que sí es nuevo, pero no desconocido en los últimos días, es la moda viral de los 'selfies' en el tejado, de los que incluso huyen los promotores del Urbex, que en la mayoría de las ocasiones se ciñen a su «búsqueda de emociones en espacios abandonados», define un seguidor de esta tendencia en un conocido foro de Valladolid.
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Esa descripción no coincide con la voz de alarma que se ha propagado en Viana y Boecillo, con las últimas fotos de hasta once jóvenes en el tejado del sanatorio el pasado domingo. «Si ya es peligroso con uno, imagínate con once», reconoce el regidor de Viana.
La imagen desde el exterior «pone los pelos de punta», pero el interior para llegar hasta la chimenea del gigante de ladrillo es también «dantesco». Para alcanzar una abertura que en su día fue una ventana en el quinto piso, hay que acceder al edificio, que se divide en dos bloques, llegar hasta el segundo y ascender por unas escaleras que conectan las distintas elevaciones, que impresionan más si se observan desde el hueco de un ascensor que fue sustraído «como casi todo lo que tenía valor», apostilla el alcalde de Boecillo.
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Una vez en la última planta, y tras superar una sala coronada por una ventana circular por la que se cuela la luz del día, una hendidura en el lateral que no supera los 80 centímetros de ancho permite a los visitantes acceder al bajo techo, en el que la luz disminuye notablemente. Es ahí, en la antesala de la salida al tejado, donde los restos de fogatas, latas de cerveza, preservativos y botes de spry completan el 'ocio' del sanatorio que se puede intuir en las redes con distintas etiquetas o hashtag, como #sanatorioviana #urbex o #urbexvalladolid.
El caldo de cultivo del viejo centro para tuberculosos se cimenta en la propia historia de un recinto que se cerró de la noche a la mañana sin explicación por el Patronato Antituberculoso. Después de pasar por la Diputación de Valladolid y Asprona, finalmente fue adquirido por el Ayuntamiento de Boecillo.
Fue hace dos años, en junio de 2019, cuando su aparición en Cuarto Milenio con testimonios sobre supuestas apariciones de fantasmas y ruidos inexplicables en las plantas superiores y el sótano magnificaron las visitas, con curiosos y 'cazafantasmas' armados con cámaras y detectores de psicofonías.
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