En el libro 'De Enríquez a Manrique', Alberto Pizarro descubre, en su discurrir por la historia taurina de Medina de Rioseco, el escrito de un tratadista navarro en el que se habla de que en 1682 una comisión de fiestas de Pamplona compró diez toros ... a Joseph de Barbadillos, vecino de la terracampina localidad. A continuación, se nombra a Policarpa Domínguez, Vicente Cuadrillero, Juanito Carreros, Marqués de Villagodio, Moronati, Molero, Feliciano San José, Bernardino Cabañas, Amancio Manrique o Wenceslao Berrocal como ganaderos que tuvieron sus reses bravas en la Ciudad de los Almirantes.
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José F. Peláez
Desde hace unos años, los toros bravos han vuelto a correr junto al río Sequillo, con la impresionante torre de la riosecana iglesia de Santa María como testigo excepcional en una histórica imagen que une el pasado con el presente y el futuro de una ciudad taurina. La iniciativa ha llegado de la mano del matador de toros César de Castro Manrique, que, bajo el nombre de Weimar Toros, mantiene ganado bravo con un centenar de astados de distintas edades llegados de ganaderías de renombre como Domecq, Manuel Arranz o Muruve, entre otras, con variedad de encastes y edades. El destino de estas reses, por encargo de Ayuntamientos y asociaciones taurinas, es el de novilladas y festejos populares, como capeas y encierros urbanos y camperos de toda España. También se dedica a la cría de caballos hispanoárabes y a la de los perros Bracos de Weimar de origen alemán, que da nombre a su empresa, siendo de los primeros en España en iniciar su cría, hace dos décadas.
A sus 47 años, De Castro Manrique explica que la iniciativa de tener ganado bravo le llegó por tradición familiar, de su abuelo, Amancio Manrique 'El Taca' y de su tío, el diestro Jorge Manrique, pero también «de toda una vida dedicada al toro». Con emoción recuerda que se crió entre vacas y novillos junto a su abuelo, al que acompañaba a los festejos y al que ayudaba a apartar al ganado, a darle de comer o al mantenimiento de la finca. «Es lo que hecho toda mi vida», dice. A este conocimiento de haber estado junto a reses bravas se une su experiencia de torero, que le permite «percibir cosas que otros no ven» en su actual andadura como ganadero, de la que se siente muy orgulloso al «haber recuperado la centenaria tradición de tener reses bravas de Medina de Rioseco».
El día a día, con muchas horas de trabajo, lo pasa entre las reses bravas, siempre consciente de que «el riesgo siempre está ahí, aunque estés confiado». La jornada se inicia muy de mañana revisando el ganado y echando la comida, a lo que seguirá el mantenimiento de la finca y llevar a cabo alguna cura o enfundando algún toro (para mantener la integridad de los cuernos, evitar lesiones por cornadas y disminuir las bajas por traumatismos), en unas labores que se repetirán por la tarde. También hay que mover a las reses, porque «son atletas y hay que prepararlos físicamente para que aguanten la lidia y los festejos». Son momentos en los que César se acerca a los animales, los acaricia, conoce de cada uno sus características y su comportamientos, de tal manera que cuando salen de la finca y sabe que van a morir, «me da pena». Cuando hay un festejo, hay que apartar el ganado, hacer las guías, preparar el embarque en el camión, realizar el transporte, desembarcar, volver a cargar, al matadero y de vuelta a casa con los bueyes. De Castro Manrique reconoce que no es un negocio boyante, ya que «son muchos los gastos, en especial en alimentación».
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Por eso, tiene claro que su oficio tiene mucho de vocación. «Somos nosotros los que cuidamos y mantenemos la especie y cuando desaparezcan las corridas y festejos, el toro de lidia desaparecerá, ya que no tendrá ningún valor», afirma. Palabras que vienen del «tremendo respeto» que tiene a las reses bravas, de las que «siempre estás aprendiendo como animales de gran nobleza, que te respetan si tú le respetas». César de Castro advierte de que la actual escasez de ganado «va a ser un problema en breve» de cara a «que pueda haber para todos los festejos». Cada día es mayor la exigencia «en cuanto a tamaño y presencia», asegura el matador de toros riosecano, quien indica que «ya con la pandemia desapreció el 50 % de la ganadería y eso no se va a recuperar».
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