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Sebastiana Ballesteros nació en Medina de Rioseco el 17 de enero de 1923. Un siglo después, el pasado martes, en otra festividad de San Antón, la vecina riosecana celebraba con gran alegría sus cien años de vida en una residencia de Lormont (en la región de Nueva Aquitania, departamento de Gironda, en el distrito de Burdeos), a más de 600 kilómetros de su querido pueblo natal. En tan fecha señalada, Sebastiana, a la que llaman Tiana, estuvo acompañada de tres sus hijos -Jesús, Julián y Florentino-, nietos y otros familiares.
La historia de esta veterana riosecana es la de muchos españoles que en tiempos pasados de gran penuria y carestía tuvieron que emigrar para buscar un futuro más prometedor. En agosto de 1964, Sebastiana marchaba a Burdeos, donde vivían unos familiares, en busca de trabajo. Lo hacía junto a su marido, Florentino Sebastián, que trabajaba en Rioseco de albañil con sus hermanos, Florencio, Tomás y Julián, que acabarían en la localidad vizcaína de Durango. En la ciudad francesa, Tino, el Virulo, como se conocía al marido de Sebastiana porque uno de sus abuelos tuvo la viruela, no tuvo problema para encontrar trabajo al ser un excelente albañil y necesitarse mucha mano de obra en unos años de mucha construcción en la conocida como perla de Aquitania.
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Esos primeros años, con un idioma desconocido, fueron muy difíciles, de muchas horas de trabajo, con Sebastiana limpiando casas, con tres hijos por criar, que ayudaban a sus padre a recoger el carbón que tiraba el tren para ser usado en la estufa. Siempre con la gran añoranza de Rioseco, al que cada año regresaba la familia en Semana Santa y verano, en un tiempo en el que estar con amigos y familiares, pero también para que en los meses estivales Tino pudiera pescar cangrejos en el río Sequillo. Un regreso que estuvieron realizando hasta los años 90 del pasado siglo en los que se quemó su casa de la calle Cantareros.
Fue tan grande la tristeza de aquella desgracia, que Sebastiana ya no quiso volver a su pueblo natal, pero siempre lo ha llevado en el corazón con los cientos de recuerdos que una y otra ha traído al presente con la extraordinaria memoria que ha conservado hasta la actualidad y de que los que todos los lunes, martes, jueves y viernes habla a su hijo Florentino, al que todos conocen como Tinín, que siempre que puede se acerca a su pueblo natal, Rioseco, donde conserva familiares y amigos. El día del cumpleaños se presentó con un ramo de 100 rosas rojas que emocionó a su madre y que se sumó al que regaló el Ayuntamiento de Lormont.
Entre los recuerdos de Sebastiana de su Rioseco querido nunca faltan los de su centenaria Semana Santa o los de su Virgen de Castilviejo, la patrona de la Ciudad de los Almirantes, hasta cuyo santuario llevó a hombros por una promesa a su hijo Julián con 5 años al sanar de una enfermedad. Los metros desde la puerta hasta el presbiterio los hizo de rodillas con su hijo en brazos acabando con heridas en las piernas. Unos recuerdos que Tinín conserva como oro en paño y que le hacen decir que «siempre que hablo de Rioseco lo hago en boca de mis padres». Además agradece el esfuerzo de sus padres por haberles dado un futuro a él ya sus hermanos, «porque todo lo que tenemos lo tenemos gracias a ellos».
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