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El escultor Lorenzo Duque. Miguel G. Marbán
En recuerdo de Lorenzo Duque, el poeta de las piedras
Obituario

En recuerdo de Lorenzo Duque, el poeta de las piedras

«La última vez que le vi en persona, en su casa de Laguna, me contaba los proyectos que pensaba realizar, incluso siendo consciente de sus limitaciones físicas»

Justino Rodríguez

Sábado, 4 de marzo 2023, 00:05

Conocí a Lorenzo en El Ferral del Bernesga, haciendo el servicio militar, cuando en una charla entre reclutas salió el nombre de La Mudarra. Me contó que no nos conocimos de niños porque el vivió en el Caserío de Matallana, ese que antaño tenía un nombre en el callejero de caminos del pueblo. Muchos años después nos volvimos a encontrar cuando, con pocos años de diferencia, nos tocó pregonar las fiestas de San Antonio y desde entonces hasta aquí nuestra relación ya fue más fluida, compartimos charlas y alguna merienda y además se inventaron las redes sociales de las que éramos muy amigos.

Me contaba que el gusanillo de la escultura le venía desde pequeño cuando modelaba figuritas con el barro de lluvia que caía cerca de su puerta y esa vocación la desarrolló plenamente cuando dejó su empleo en Fasa y se dedicó a ella en cuerpo y alma. Si ibas con él por el campo y veía una piedra con posibilidades, se le iluminaban los ojos y narraba lo que de allí podía salir porque según decía «las piedras hablaban a su manera». Y aunque las piedras eran sus materiales, vamos a llamarlas favoritos, tocó todos los demás: madera, acero, cartón piedra, poliespán... Todos componen una extensísima obra que desde hace unos pocos años publicaba diariamente en WhatsApp, primero en un chat de amigos, que yo compartía, y más tarde en una conocida red social de La Mudarra. Pero además era muy polifacético, igual recitaba un poema que contaba un cuento, pronunciaba un pregón o cantaba una canción folclórica y además se atrevía a narrar coplas de ciegos en las fiestas de Valladolid.

Lorenzo era una gran persona, una persona muy abierta a todos, de buenos principios, de palabra fácil, amigo de sus amigos que eran un regimiento. Me contaba sus proyectos con todo el entusiasmo que irradiaba el poeta de las piedras, como lo definió Godofredo Garabito, siempre con ideas en la cabeza, la última con el destino que iba a dar a su taller y también mostrando un cierto pesar por no haber llevado adelante una obra que había pensado desde siempre instalar en La Mudarra.

Cuando le llegó la enfermedad contaba con amargura el retraso con que se le diagnosticó y desde entonces hasta hoy pasó de la esperanza de los primeros tiempos a la desazón de los últimos al ver que toda la vida se le complicaba. La última vez que le vi en persona, en su casa de Laguna, me contaba los proyectos que pensaba realizar, incluso siendo consciente de sus limitaciones físicas. Después ya, hablábamos de cosas banales y ahora, silencio.

Sus obras están plantadas en muchos lugares de la geografía provincial, regional e incluso nacional. Y ahora que no está con nosotros a ver si soy capaz de visitar dos obras que le prometí: Recorrer la Senda de Ursi y visitar al Oso de Villablino. Lo tengo pendiente y lo recordaré siempre que vuelva a recorrer las orillas de la laguna de su otro pueblo, donde fue impulsor y protagonista de su vida cultural, donde están plantadas algunas de sus obras que, como él decía, «si las miras con detenimiento te dirán muchas cosas…».

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