![Mónica Monge (izquierda) y los padres acogedores María Jesús Carrera y Celso García.](https://s3.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/202210/13/media/cortadas/Acogimiento-kAeE-U180365467608uzD-624x385@El%20Norte.jpg)
![Mónica Monge (izquierda) y los padres acogedores María Jesús Carrera y Celso García.](https://s3.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/202210/13/media/cortadas/Acogimiento-kAeE-U180365467608uzD-624x385@El%20Norte.jpg)
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En su libro 'Cuando la cigüeña se equivoca', Lola Sinisterra narró en primera persona la segunda oportunidad que supuso para ella ser acogida por una familia no biológica. María Jesús Carrera y Celso García han convertido su casa de Medina del Campo en ese nido ... en el que no paran de aterrizar cigüeñas con niños recuperados de complejas realidades familiares que les llevaron a la tutela pública. Hasta seis bebés de menos de dos años (cuatro niñas y dos niños) han pasado por su inquebrantable vocación de padres desde que conocieron este programa en 2018.
De hecho, estos días viven el 'síndrome de abstinencia'. Hace apenas unas semanas que han devuelto el último crío que pasó por sus vidas. «Es lo más bonito que nos ha pasado en la vida», expresa María Jesús, que admite vivir los días con la esperanza de que suene el teléfono desde Cruz Roja, gestores del Programa de Acogimiento Temporal, con la luminosa coletilla: 'tenemos un bebé…'.
Los programas de acogimiento temporal tienen un plus de alta volatilidad emocional. Por un lado, está el origen de estos niños, arrancados de su sangre biológica por realidades duras y casuística muy diversa. «Las familias de origen que no suelen aceptar la situación por propia voluntad. Es un problema añadido», reconoce la trabajadora social del Programa en Cruz Roja, Mónica Monge. Por otro, está la necesidad de entender que está será una paternidad prestada y con fecha de caducidad. Casi siempre sin un plazo fijo. Casi siempre unos meses. Pero nunca superior a dos años. Nada que ver con un adopción.
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María Jesús y Celso sabían muy bien lo que es criar hijos, ya que tienen dos hijas de 22 y 19 años. Un domingo de 2018 durante el partido de fútbol de su hija mayor, unos padres les hablaron de este programa creado en 1989. «Se me pusieron los ojos como platos», dice esta acogedora. «Lo hablamos en casa y pasamos de mi inicial ¿pero dónde vamos? al ¿por qué no?», completa Celso.
Comenzó así su inmersión en este compromiso vital y su 'máster' de tres fases: información, formación y valoración. Un curso que finaliza escuchando a acogedores veteranos que les abrieran los ojos y «aterrizaron» en los pros y contras.
Detrás vino el certificado de idoneidad de la Consejería de Familia. Los días pasaban y «no nos llaman, no nos llaman», se repetían en casa. Hasta que un día sonó el teléfono con la hoy adictiva frase: 'tenemos un bebé'... «Cuando fuimos a buscar al pequeño ¡tuve la sensación de darlo yo a luz!», explica de forma gráfica Carrera.
Fue una pequeña gran revolución en su domicilio de Medina del Campo. Con dos hijas ya más que adolescentes, tocaba recuperar los carritos, los pañales, los juguetes, la visita al pediatra. «Celso estaba tirado en el suelo jugando con él desde el primer minuto», recuerda la mujer. «La sonrisa de estos niños nos compensa todo. Son ángeles caídos del cielo», remata él.
Enseguida entendieron que la clave de este cambio pasaba por incorporarlo a sus vidas y no al revés. «Es una aventura. Pero hay que vivirla desde el confort familiar. No puede poner tu vida patas arriba», insisten estos padres vocacionales. Una normalidad que empezó por sus propias hijas, «encantadas» con la llegada de cada uno de estos 'hermanitos'. «Para ellas ha sido un aprendizaje de vida, e incluso sus amigos vienen a casa a conocer a nuestros nuevos hijos».
En estos cuatro años, y con la covid por medio, les ha tocado de todo, incluido hacer guardia en la sala de hospital para reclamar alguna intervención urgente para alguno de sus acogidos.
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El Norte
Cada familia de acogida sabe que forma parte de un presente que trata de mitigar un pasado torcido, pero que ayuda a dar los primeros pasos de un futuro abierto. Pero esto último supone la inevitable despedida. En el caso de Celso y María Jesús, ninguno de sus seis hijos ha completado siquiera un año en su hogar. Han vivido periodos de entre tres y 11 meses.
La esperada frase del 'tenemos un niño' tiene el colofón de otra que también llega: 'tenemos una familia'. «Es un ejercicio de gozo y de dolor. Cuando sabes que hay una familia tienes que preparar la despedida». Cinco de sus seis experiencias han acabado en una adopción y solo uno regresó con su familia biológica.
Pero hasta en el adiós, Celso y María Jesús se han agarrado a lo más emotivo para que no les ocurra como a otras familias. «Hay gente que no puede con la despedida o que necesita periodos de descanso emocional tras una acogida», admite Mónica Monge.
La entrega del niño reúne en una sede administrativa a las dos familias. Hay un proceso de 'acoplamiento' en el que unos y otros padres se reúnen en casa de los acogedores para que «todos entiendan cómo ha vivido el niño y facilitar la transición», resume Monge. Un proceso que durará más o menos en función de la realidad del menor.
Pero llega la despedida. «Te están arrancando un trozo de ti -relata María Jesús-. Pero sabes que él estará bien». «Y luego ves la cara de los nuevos padres, que es la misma que teníamos nosotros al recibirlo», remata Celso. Cuatro años después, esta pareja que ha llegado a acoger a dos bebés a la vez asegura que «¡Ojalá pudiéramos acoger a 25 niños!».
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