José Vila y Mar Ferreira se empadronaron hace unas semanas en Velliza procedentes de Tordesillas, donde trabajan. Ramón Gómez

El miedo a otro confinamiento dispara el padrón en municipios de Valladolid de segunda residencia

Los alcaldes de Viana, Aldeamayor, Tudela y Traspinedo coinciden en que la crisis ha probado la «calidad de vida» de los pueblos

Eva Esteban

Valladolid

Sábado, 18 de julio 2020, 08:52

A José Vila, vallisoletano de 51 años, y Mar Ferreira, gallega de 49 años afincada en la provincia desde hace «varios años», el confinamiento les pilló en Tordesillas. En un piso «pequeño» que tenían alquilado en la localidad vallisoletana, donde regentan una tienda de ... informática. Desde hacía semanas –«yo creo que lo empezamos a plantear en enero», reconoce Vila–, tenían la «idea» de comprarse una casa eLo importante era que tuviera patio y que el pueblo en cuestión no fuera granden algún municipio próximo. Les daba «absolutamente igual» cuál. Lo importante era que tuviera patio y que el pueblo en cuestión no fuera grande. Porque lo que buscaban era «paz y tranquilidad». Unos días antes del estado de alarma encontraron uno que era, a su juicio, «perfecto»: en Velliza, a once kilómetros de Tordesillas.

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Pero la emergencia sanitaria frenó todo el procedimiento. Truncó todos sus planes y les empujó a pasar el aislamiento domiciliario en un piso «no muy grande, en el que se oían ruidos a todas horas, tanto de vecinos como de la calle». Esa experiencia, reconoce este matrimonio, fue la gota que colmó el vaso. En cuanto pudieron, aceleraron el proceso para irse «cuanto antes» a Velliza. «Nuestra idea ya era irnos, pero el confinamiento nos ayudó a hacerlo todo más rápido», asegura José Vila, al tiempo que señala que desde que reside en esta pequeña localidad «duermo mucho más a gusto, de una tacada y no como antes, que me despertaba cada dos por tres». «Hemos cambiado el ruido de vehículos por el de pájaros, y un piso pequeño por una casa con jardín; es una gozada, no me extraña que la crisis haya ayudado a mucha gente a decidirse por el medio rural», argumenta.

José Vila y Mar Ferreira son dos de los cinco nuevos empadronamientos que se han registrado en Velliza en las últimas cuatro semanas. Una circunstancia «importantísima» para este municipio de tan solo 118 habitantes censados el año pasado, según el INE. «En cuanto abrieron, se vinieron para acá; fue todo muy rápido, pero nosotros estamos encantados de que el pueblo crezca de esta manera», subraya el alcalde, Luis Miguel Serrador. «No es habitual que venga tanta gente; suelen venir tres o cuatro cada año, pero no cinco en quince días», insiste.

Como ellos, son muchos los ciudadanos que, desde que el país dijera adiós al aislamiento domiciliario obligatorio, han inclinado la balanza hacia el medio rural vallisoletano. El «miedo» a un nuevo confinamiento ha disparado el padrón en municipios con viviendas de segunda residencia, fundamentalmente en el entorno de Viana de Cega, Aldeamayor de San Martín, Tudela de Duero y Traspinedo. Así lo reconocen sus alcaldes, que han visto cómo, en cuestión de días, el censo de sus pueblos ha experimentado un crecimiento exponencial e inusual, pues aunque la mayoría crece, lo hace de forma gradual, «no tanto de un día para otro». Lo dice la primer teniente de Aldeamayor, Virginia Almanza, quien afirma que, en el último mes, se han empadronado allí 72 personas. «Somos un pueblo que es un poco la excepción porque estamos muy diseminados por las urbanizaciones, pero el crecimiento de población es continuo, cada día vamos a más», sostiene, al tiempo que considera que este aumento también ha estado motivado por un hipotético nuevo aislamiento. «Yo creo que la gente se ha dado cuenta de la calidad que hay en un pueblo, y más si está cerca de la ciudad, que la tienes al lado para cualquier cosa que haya que hacer», añade.

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Vinculados a los pueblos

Viana llenó el 'cupo' de registros anuales cuando aún no se había levantado el estado de alarma. En tres meses (abril, mayo y junio) se empadronaron las mismas personas que durante todo el 2019. Pero no ha quedado ahí. Han «seguido esa línea» y, según confirma su regidor, Alberto Collantes, aún a día de hoy continúa inscribiéndose gente. «Es una consecuencia de la covid, pero creo que también se ha juntado un poco todo, porque estamos muy cerca de Valladolid», argumenta. Asimismo, Collantes estima que, en el primer semestre del año, se han empadronado treinta nuevos vecinos, la «gran mayoría» vinculados con el municipio. «En caso de que nos vuelvan a encerrar, no es lo mismo pasarlo en una casa con jardín o una parcela que en un piso. Ahí es duro, se han dado cuenta y creo que por eso se están incrementando los censos de varios pueblos», subraya.

En Viana, además, predominan las segundas residencias. Alberto Collantes cree que tan solo un tercio de las viviendas de las que dispone la localidad están ocupadas todo el año. «Tenemos más de 1.800 viviendas y somos 2.000 habitantes. En cada una vive una media de tres personas, por lo que yo creo que dos tercios pueden ser tranquilamente casas de veraneo», apostilla.

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Otro de los pueblos donde se ha engrosado el padrón como «consecuencia de la pandemia» es en Tudela de Duero. Allí, desde «incluso antes» de que se iniciara la denominada nueva normalidad, reciben una media diaria de cinco nuevas solicitudes. «No puede ser casualidad; la gente tiene miedo a un nuevo encierro y apuestan por establecer como domicilio principal lo que antes tenían como segunda residencia», sentencia su alcalde, Javier Gómez. Pese a este «boom», como lo califica, el regidor admite que «es algo que esperábamos». «Es muy duro estar tanto tiempo encerrados en un piso, sin patio ni la libertad que puede darte un pueblo; intuíamos que iba a crecer, pero la verdad es que no tanto», prosigue.

Esta 'oleada' de empadronamientos se ha expandido hasta Traspinedo, situado a diez kilómetros. «Entre 25 y 30 personas», tal y como estima su alcalde, Javier Fernández, se han dado cuenta de que, como en el pueblo, en ningún sitio. «Si algo ha dejado claro el coronavirus es que en el medio rural hay más calidad de vida y más libertad para pasear y estar a tu aire, muchas veces sin necesidad de cruzarte con nadie», incide, al tiempo que desvela que «aquí hay mucha segunda residencia». «No es algo habitual que se cense tanta gente; suelen ser dos o tres al mes, no treinta en cuatro semanas, pero estamos muy contentos porque los pueblos ocupen el lugar que merecen, que son un sitio estupendo para vivir», sentencia Fernández.

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«Hasta arriba de trabajo»

Otras localidades como Zaratán, La Cistérniga y Villanubla también han identificado un aumento «bastante considerable» de su censo en las últimas semanas. Si bien en el último caso se han inscrito 60 personas durante los meses de abril, mayo y junio, en los dos primeros sus representantes políticos desconocen la cifra concreta, aunque aseveran que es «importante». «La Cistérniga es un pueblo grande, que está en constante crecimiento, aunque la cercanía a Valladolid también ayuda. No sé si el aumento se debe o no al confinamiento, pero sí que nos ha llamado la atención que venga tanta gente», indica su regidora, Patricia González. En Zaratán, por su parte, la concejala de Cultura, Nuria Núñez, subraya que, en las últimas semanas, los empleados municipales del registro han estado «hasta arriba de trabajo».

También hay excepciones entre tanto crecimiento. En Cigales, por ejemplo, la cifra de empadronamientos se sitúa en «la mitad» que años anteriores durante este periodo. En otros, como Santovenia y Cabezón de Pisuerga han recibido nuevos vecinos, si bien sus alcaldes, Bernardo Canedo y Sergio García, respectivamente, atribuyen esta circunstancia al crecimiento «gradual» de sus localidades durante los últimos años. «Santovenia es un pueblo que está creciendo muy rápido, y la gente nueva que ha venido es por eso, no por la covid», apunta el primero. «Tuvimos un ligero incremento durante la última semana de junio, pero como todos los años», añade el segundo.

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