
«Puede sonar a tópico pero es que era una chica muy buena y quizás demasiado confiada en la bondad de todo el mundo, pero es la realidad», señalaban pocos días después de su desaparición distintos amigos de Esther López de la Rosa, de 35 años y vecina de Traspinedo, «su pueblo de toda la vida», donde vivía con sus padres.
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La masiva respuesta entonces de los vecinos para colaborar en su búsqueda, y apoyar a la familia, dio fe de sus palabras. «Es una chica cariñosa, trabajadora y muy querida en el pueblo», apuntaban cuando nadie esperaba el terrible desenlace conocido este sábado tras ser hallado su cadáver. Añadían también que era «muy fiestera» antes de aclarar que eso «no significa absolutamente nada malo de ella». Esther cursó sus estudios en el colegio de Traspinedo y en el instituto de Tudela. Después desempeñó distintos trabajos, como camarera en un mesón local y en los últimos meses en la vendimia y en lo que podía, ya que actualmente estaba en el paro. «Es una chica que no para, muy amiga de sus amigos, integrante de una de las peñas del pueblo...», proseguián sus vecinos de Traspinedo cuando aún se mantenía la esperanza de hallarla viva.
La mujer, según confirmó su propia familia, había protagonizado algunas escapadas con anterioridad, pero siempre «con el móvil abierto y avisando de dónde se encontraba». Su teléfono, del que no se separaba, se apagó en la madrugada del 13 de enero y nunca más volvió a dar señal.
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