José Alfredo Lanchero, en la iglesia de Cigales. Rodrigo Jiménez
Coronavirus en Valladolid

José Alfredo Lanchero: «Detrás de este virus dañino y mortal hay mucha humanidad»

testimonio ·

El párroco de Cigales permaneció 15 días ingresado y a punto estuvo de ingresar en la UVI

Sofía Fernández

Domingo, 20 de diciembre 2020, 08:25

El día 30 de octubre comenzó todo. Estuve varios días con carraspera y pensé que sería algo de garganta, pero pronto empecé a sentir un malestar extraño, con mucha sudoración y fiebre que no paraba de subir. Me hicieron una prueba y di positivo. El ... 2 de noviembre me encontraron una mancha en el pulmón y me dijeron que permaneciera en casa a no ser que empeorasen los síntomas, pero ya el día 4, de madrugada, no podía más. Al toser me mareaba, se me nublaba la vista. Me ahogaba. Tenía cuarenta de fiebre. Llamé al 112 y vinieron a por mí». Así comienza su relato José Alfredo Lanchero, párroco de Cigales y de Corcos del Valle. Un hombre cercano, muy conocido y querido en ambos pueblos, inquieto y activo, con gran afición por las motos, la natación y el mundo del vino. Con 47 años recién cumplidos y sin patologías previas estuvo a punto de entrar en la UCI por las secuelas que ha dejado el coronavirus en su cuerpo.

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Recuerda con claridad la madrugada de ese 4 de noviembre, sabe que será difícil de olvidar, pues fue el momento en el que ingresó en el Hospital Clínico Universitario de Valladolid. «Una vez que te deja la ambulancia y ven tu sintomatología te ponen oxígeno, suero, te hacen análisis, placa de pulmones, gasometría para medir el oxígeno en sangre… Pero, sin duda, la peor parte llega cuando el neumólogo y el internista se ponen frente a ti y te explican que tu situación es grave. Que tu diagnóstico es delicado. En mi caso con una neumonía bilateral y el hígado inflamado, además de poca saturación en sangre, si mi cuerpo no respondía al tratamiento en 24 horas entraría en la UCI, me tendrían que intubar. En ese momento te hundes», cuenta aún emocionado el párroco.

La sensación de aislamiento que hay en una planta de covid, el asfixiante ambiente que circula por los pasillos, unido al silencio de los pacientes, que apenas pueden entablar conversación sin cansarse, y al bajo estado de ánimo que provoca la soledad que planea sobre cada uno de los ingresados, se disipa en cierto modo gracias a ellos: los sanitarios. Desde celadores a médicos especializados, Lanchero destaca la «impresionante» labor que están llevando a cabo. «Pese a estar agotados –algunos trabajan incluso con las secuelas que deja este virus– es increíble sentir cómo se vuelcan con las personas con tanto cariño y paciencia. Es tal la implicación que tienen, que muchas veces te atienden por encima de sus capacidades, se dejan la piel. Desde las instituciones deberían cuidarles más, con mejores salarios, condiciones y mayores descansos. Es una lección de entrega, de lucha y de valor. Sientes esa doble labor en ellos, la sanitaria y la psicológica. Algunos tienen un don, están pendientes de ti en todos los sentidos, aunque no puedan más. Detrás de este virus hay mucha humanidad», aclara el capellán, quien agradece una y otra vez el calor humano que sintió los quince días que estuvo ingresado.

«En orden tu vida»

«No tienes a nadie. Estás solo. Piensas en tu vida, en lo que has hecho y lo que no. Piensas en tu gente, amigos, familia y piensas en todo lo que te queda por hacer, porque en ese momento eres realmente consciente de que te puedes ir de este mundo. Recé, me refugié espiritualmente y pensé: que sea lo que Dios quiera. Tratas de poner en orden tu vida, pero es muy difícil porque anímicamente no tienes a nadie, aunque los médicos te hacen la situación más fácil».

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Hizo amistad con su compañero de habitación, pues no podían salir de ella durante el ingreso y tampoco olvidará el día que le dieron el alta. «Se emociona el equipo médico y te emocionas tú. Salí en silla de ruedas, me costaba caminar. Es difícil verse así, pero poco a poco te vas recuperando. Es un proceso lento porque después de un mes sigo arrastrando secuelas, sigo con los ejercicios de respiración y sin forzarme, poco a poco en todo lo que hago. Tienen que hacerme más pruebas para ver cómo evoluciona mi organismo», explica sentado en el altar de la iglesia de Santiago en la que ha empezado a dar misa de nuevo el pasado día ocho de diciembre.

Síntomas persistentes

Lanchero ha aprendido a vivir a diario con fuertes dolores de cabeza, sudoración y una sensación de fatiga que le acompaña las 24 horas del día. «No tienes ganas de nada, por eso es importante decirle a quien esté pasando esta enfermedad que esté anímicamente por encima de su cuerpo, que no se dejen y que sean conscientes de que se necesita mucho apoyo psicológico». Paradójicamente ahora siente incluso más miedo que antes. «Aunque ya lo he pasado tengo miedo porque sé lo que es, porque sientes que estás en la cuerda floja», comenta durante la entrevista.

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El párroco de Cigales sigue avanzando en su personal vuelta a la normalidad y este fin de semana oficiará misa después de mucho tiempo a las monjas clarisas del convento de la localidad. «Ellas también lo han pasado mal. Han muerto tres hermanas y han tenido covid 38 de ellas, todas menos dos», puntualiza Lanchero, quien aprovecha para lanzar un mensaje a los que aún no son conscientes del peligro de este virus. «Esto no es una gripe y no pienses que puedes ser simplemente asintomático. Estamos en una pandemia, esto es grave y tienes que cuidarte. Nunca fuerces las situaciones ni con amigos ni con familia, es preferible dar un paso atrás, porque el paso adelante te puede llevar a un precipicio».

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