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Homenaje al último pastor de Castroverde de CerratoEn la persona de Antonio López Carrión los vecinos de Castroverde de Cerrato han rendido homenaje a una profesión que desaparece en el pueblo, como es la de pastor. Este viernes han salido a las calles del municipio para recibirlo y acompañarlo, con su rebaño, ... ya que ha hecho su última suelta al cumplir los 65 años y llegar a la edad de jubilación.
El último pastor de Castroverde de Cerrato, en Valladolid, ha reproducido el recorrido que, antaño, realizaba cuando regresaba a casa de pastorear. Ha entrando por la zona del puente del Esgueva para dirigirse a la Calle Mayor, donde familiares y vecinos le han recibido con una aplauso y le han regalado dos ramos de flores, además de abrazos. Emocionado y agradecido en todo momento, Antonio ha retomado la marcha, cuesta arriba, realizando así sus últimos pasos como ganadero de ovino camino de la nave, de la tenada donde las ovejas pasan la última noche ya que «este mismo sábado se llevan mis últimas ovejas, y, con ellas, se va también una parte de mi vida», explica Antonio, quien ha mostrado su agradecimiento a los vecinos de quienes ha destacado que «son muy buenas personas. En este pueblo todo el mundo quiere a todo el mundo». Durante el trayecto que ha realizado por las calles del pueblo también han salido a su paso otros vecinos a darle saludarle y darle un abrazo.
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Por las lluvias y el frío de estos últimos días Antonio no ha podido sacar las ovejas al campo, lo que más le gratifica de su profesión, algo que ha aprovechado para apurar el alimento que aún le queda en la nave para sus ovejas. Estas jornadas ha distribuido generosas raciones de paja entre su hatajo.
La historia de alguien que dedica toda su vida a una profesión que requiere una abnegada dedicación, como es la de pastor, nunca puede ser una historia más. Más aún cuando, para un oficio en particular y para el mundo rural en general, es una historia que, como sucede con otras tantas, se cierra con un punto final, sin posibilidad de relevo generacional ni continuidad a un proyecto familiar, como son prácticamente todos en el campo. De hecho, como el propio Antonio reconoce, aún gustándole mucho su profesión, «a mi mujer, Asunción, le gusta todavía más que a mí la ganadería», y ahí ha estado siempre, codo con codo. Asimismo, explica que «cuando yo era niño había al menos 15 pastores. Hoy, apenas queda nadie» en la zona, y los que quedan en pueblos próximos ya andan, o superan, por los 50 años, y tampoco parece que vayan a tener continuidad cuando se jubilen.
Antonio se despide de una vida dedicada al oficio, el cual emprendió a los 14 años tras finalizar la EGB. A esa edad se embarcó en toda una aventura vital que comenzó con su padre, con el que con tan solo 5 años aprendió a ordeñar; a mano, por supuesto. Su padre fue pastor, aunque en su caso «siempre fue obrero», no tenía rebaño propio.
Con todo el orgullo, mérito y reconocimiento que merece, Antonio comenzó con sus propias ovejas. Con el tiempo y sacrificio, llegó a criar hasta 300 en su mejor momento. Sin embargo, hoy, después de más de cinco décadas de pastoreo, aun reconociendo que sigue siento un trabajo que da beneficios, «la rentabilidad ha caído en picado». Cuando empezó, «era más fácil que ahora, los precios estaban bastante mejor». De hecho, recuerda que en apenas un año pudo comprase un Renault 5, por el cual «pagué 300.000 pesetas en mano. He vivido bastante bien económicamente, trabajando mucho mucho, claro. Cuando salía por ahí, cuando mis amigos se iban a la cama yo me iba a ordeñar», pone como ejemplo. «La rentabilidad de entonces no tiene nada que ver nada con la de ahora. La ganadería ya no es lo que era», afirma, con precios más bajos debido a la presión de la industria láctea, con regulaciones más exigentes y una mayor burocracia. «Antes, con 75 ovejas vivía mejor que ahora con 300», señala. En su caso particular el pastoreo le ha permitido sacar adelante a dos hijos con desahogo, comenta.
El pastor no duda en afirmar que en el pasado el pastoreo era una actividad con más oportunidades. El pueblo y sus tierras se las disputaban los pastores debido a la calidad de sus pastos. Sin embargo, con el tiempo, la rentabilidad del sector ha disminuido y las nuevas generaciones han optado por otros caminos. Uno de sus dos hijos sí que se planteó continuar con la tradición, pero al final lo ha desestimado.
Lo que relata el ganadero es el pan nuestro de cada día del medio rural, de gentes que lo aman y que ven cómo una forma de vida se desvanece, porque, además de los motivos citados, también las administraciones públicas tienen «muchas palabras y pocas soluciones» a pesar de lo mucho que resaltan la importancia del sector primario.
Pero no es solo un problema económico, ya que el pastoreo es una forma de vida que exige sacrificios, entre ellos soportar los rigores del clima: los fríos de invierno y los calores de verano. Antonio ha trabajado largas jornadas, las más duras cuando las ovejas paren «porque tienes que estar constantemente pendiente».
Vacaciones pocas y cortas. Las más largas que recuerda el pastor son las apenas dos semanas del viaje de novios, aunque si hay algo que ha echado mucho de menos han sido las fiestas de Castroverde. «Eso lo llevo peor que las vacaciones», confiesa. De hecho, en las últimas, la patronales del 2024, fue el pregonero, aunque tampoco pudo disfrutar de ellas como a él le hubiese gustado porque el rebaño no entiende de días festivos o laborables; todos los días son igual en la tenada.
Precisamente, a partir de ahora ya jubilado, uno de sus propósitos más claros será el de participar de las fiestas de su pueblo de manera intensa. Y aunque todavía «no sé qué haré cuando me despierte el primer día sin ovejas», anota Antonio, sí que desea aprovechar el tiempo con su familia, hacer pequeños viajes y disfrutar de la vida sin perder nunca la gran conexión con el campo, con la naturaleza; algo imposible de romper. «He caminado mucho, conozco cada rincón. Esto ha sido mi vida», afirma con orgullo.
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