Fernando Gómez: «Con las huellas de cocodrilo no hay confusión y en el Pisuerga no había ninguna»

Fernando Gómez (Segovia, 1982) lleva muchos años rastreando saurios. Ha recorrido el río Orinoco con programa Conservación Crocodilianos de la Asociación Chelonia, de la que es director de Rastreo. El lunes se presentó «de forma voluntaria» para colaborar en la búsqueda en las riberas del Pisuerga. A última hora de la tarde decidió abandonar ante las evidencias. «Registramos hasta el anochecer y no había ni la más mínima evidencia», insiste desde su casa en Navarra.

Se muestra cauto pero sorprendido por el revuelo en algún testigo y en supuestos expertos que le precedieron en las pesquisas. «En las huellas de un cocodrilo, y más si es de dos metros, no hay confusión. Y yo estoy acostumbrado a sugestiones, dudas y sutilezas de rastreador», explica.

Para ilustrarlo recuerda rastreos de semanas enteras y cientos de kilómetros detrás de ejemplares endémicos del Orinoco venezolano. O de sentadas de 48 horas pendiente de un animal en Sumatra o Malasia. Sonríe cuando se le pregunta por las evidencias que le presentaron 'in situ': restos de pescado devorado y una cama del supuesto saurio.

Pero también explica que en muchas ocasiones «me ha costado días hallar un rastro por lo que me resultaba extraño la rapidez con la que aquí se dieron por buenos los indicios».

«Si un cocodrilo toma el sol y deja el rastro de la cabeza, -continúa- yo puedo calcular su tamaño casi sin margen de error. El problema es que aquí no se sabía nada porque no había nada». En realidad eran simples huellas humanas. Y la comida cercana, restos de pescado (con cabeza y vísceras) son las huellas «inequívocas» de una nutria. Un caimán no es tan fino 'desescamando' un pescado.

Gómez deja una puerta abierta a la incertidumbre. «Si existe y ha estado en una casa, ha podido estar sobrealimentado y puede estar escondido en algún sitio. Y podría estar muchos días sin comer», insiste el experto segoviano Fernando Gómez.