«Contemos nuestra historia, es memoria viva del pueblo»

Hubo un tiempo, quizás no tan lejano, en que los jóvenes se enamoraban a ritmo de pasodoble en alguna verbena y los ancianos envejecían lentamente en el lugar donde habían nacido. Nuestra generación es el último testigo vivo que puede dar testimonio y recordar cómo era nuestro Becilla que escuchaba 'el parte' por la radio.

Cómo olvidar aquellos domingos tortilleros de merienda en el campo, con una buena tortilla española aderezada a la becillana, es decir, con chorizo. Cuántos secretos se han descubierto en torno a una tortilla bien hecha, con patata de nuestras huertas, huevos de nuestras gallinas, chorizo de nuestra matanza y a fuego lento en el fogón de nuestras casas. Una buena tortilla de chorizo merendada al atardecer con su flan de postre, mientras el sol parece amarrarse en el horizonte de nuestra infinita lejanía terracampina, es mucho más que un manjar.

El vermut de cada domingo después de misa en los bares del pueblo, la procesión de San Isidro y de San Isidrín, que acababa en verbena en la que se bailaba guardando las distancias, ante la atenta mirada de los curiosos/as. Luego vinieron los tiempos en los que se bailaba 'La yenka' en el salón de baile de Colás.

Es posible que en esta Becilla nuestra, en la que ya no tenemos casi niños, ni tardes de tortilla, tengamos esa eterna añoranza, pero es imprescindible que haya una generación que no ignore que sus padres y sus abuelos también tuvieron una vida en la que cultivaron valores de los que tendemos a olvidarnos, por eso me parece importante que contemos nuestra historia, la que se guarda en nuestras memorias. La memoria viva de nuestro pueblo.

Por eso quiero animaros a todos a que contéis a vuestros hijos y nietos como fue nuestra infancia, nuestra juventud, aunque solo sea por aquello que dijera el periodista colombiano Alberto Lleras Camargo: «Un pueblo sin tradición es un pueblo sin porvenir».

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