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Dulcinea Irimia en la panera de verano decorada con las bufandas. M. G. M.
Los colores del mejor fútbol en el corazón de Tierra de Campos

Valladolid

Los colores del mejor fútbol en el corazón de Tierra de Campos

El bar Dulcinea de Palazuelo de Vedija cuelga en sus paredes más de 160 bufandas de numerosos clubes españoles y europeos

Domingo, 22 de octubre 2023, 00:11

El bar Dulcinea de Palazuelo de Vedija tiene la singularidad de poseer dos establecimientos, uno para el verano y otro para el invierno, en esas dos estaciones que existen en Tierra de Campos. Los dos están, fachada frente a fachada, en la estrecha y pequeña calle del Pósito, llamada así porque se encuentra la antigua panera municipal, cuya función primordial consistía en realizar préstamos de cereal en condiciones módicas a los vecinos necesitados. Un espacio que en verano acoge el bar Dulcinea, cuyos amplios muros de adobe y tapial ofrecen una excelente temperatura para vencer los calores estivales.

El negocio es regentado por Dulcinea Irimia Sánchez, quien recuerda que el nombre del bar lo pusieron sus padres, Bernardo e Isolina, a los pocos meses de nacer ella, cuando se hicieron cargo de un establecimiento (el que ahora es para el invierno) que llevaba abierto desde el siglo XIX como café en el primer piso y para baile de los niños en la parte baja. Ya sus padres se hacían también cargo del ambigú (servicio de barra) de la panera, donde se celebraban los bailes, con bancos alrededor llenos de madres y abuelas muy pendientes de los movimientos de las parejas. En 2006 fue reformado en el actual bar.

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Desde junio a octubre se abre la panera, en la que al entrar por primera vez saltan a la vista las más de 160 bufandas de clubes de fútbol que cuelgan de las paredes en una singular colección que se inició en el lejano 1982 con una hecha de punto de la Real Sociedad que le regalaron como aficionada que es del club donostiarra, como lo demuestran algunas fotografías de su primer equipo y su escudo. No tardaron en sumarse otras que Dulcinea fue adquiriendo en sus viajes, junto a otras que le regalaban, como la que un primo merengue le hizo llegar del Alcorcón tras vencer al Madrid por 4-0 en 2009. De esta forma, hay bufandas de clubes españoles como el Real Madrid, Barcelona, Betis, Valencia, Zaragoza o Real Valladolid; italianos como la Fiorentina, Roma, Inter, Milán o Lazio; ingleses como el Arsenal, Liverpool, Manchester, Chelsea o Tottenham; holandeses como el Ajax, o alemanes como el Borussia. Pero también de las ligas de Marruecos, Perú, Uruguay o Rusia, siendo una de las últimas en llegar la del Millonarios de Colombia. Aunque también las hay de equipos de categorías inferiores como del Villalón, del Laguna de Duero o del Yuncos (Toledo), que se la regalaron unos aficionados a la vaca enmaromada que se acercaron un año a las fiestas de San Mauricio para hacer una suelta según su tradición. Un montón de bufandas que cuando se fumaba en el interior de la panera «había que lavar cada año».

También las hay del Forum Filatélico de Valladolid, equipo de baloncesto del que Dulcinea fue socia cuando jugaba el gran Sabonis, sin que falten las del Balonmano Valladolid y de El Salvador y el VRAC de rugby, de un deporte en la que también tiene una de la selección nacional irlandesa. En la panera, de una forma especial, llama la atención los distintos instrumentos colocados en zona alta, como una batería o una guitarra, así como discos de vinilo, que recuerdan los bailes que este espacio acogió con las músicas de grupos como las orquestas Cha, Cha, Cha La Bañeza y Marbella o el grupo Ángulo 80.

Lleno de recuerdos

A sus 56 años, Dulcinea, con un nombre tan quijotesco que, por otro lado, lleva en sí su dulce cortesía y amable trato, después de toda una vida detrás de la barra confiesa que se queda con «toda la gente del pueblo que ha pasado por el bar, con los recuerdos que todos han dejado». También, asegura que «la gente sabe apreciar tu trabajo, es agradecida, te conoce tanto que cuando no te ven bien te pregunta si te pasa algo». No duda de la importancia de los bares para los pueblos, «tanto como que el médico venga dos veces cada semana», porque «es un espacio de encuentro, un lugar de sociabilización, un punto de referencia, donde se puede hablar, donde puedes ver a la gente, lo es todo». Un lugar donde siempre hay alguien que escucha a los clientes «con mucha paciencia, amabilidad y empatía», quizás fruto de sus muchos años de teatro sobre un escenario.

En unos días, el servicio pasará al otro lado de la calle, al bar de invierno, más recogido y cálido para hacer frente a los heladores fríos terracampinos. Las bufandas de equipos de fútbol darán paso a una estética cinematográfica, en especial de la película El hombre tranquilo (John Ford, 1952), con carteles y fotogramas. Y con el frío, llegarán sabrosos guisos como las carrilleras, el rabo de toro con hojaldre o el bacalao. Y detrás de la barra seguirá Dulcinea Irimia, quien, con su nombre, presencia y buen trato a los clientes, une los dos espacios de un mismo bar.

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