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Como en el pueblo, en ningún sitio. Lo saben en Castronuño –830 vecinos–, que desde hace unos meses ve cómo aquellas casas que llevaban años en venta, a las que no había forma de darlas salida, han encontrado nuevo dueño. También en municipios como ... Peñaflor de Hornija (302 empadronados) o Montemayor de Pililla (857), cuyo padrón se ha engrosado en las últimas semanas gracias a aquellos a los que les ha atrapado el encanto del medio rural como consecuencia, en parte, de la crisis. Porque si algo ha traído consigo la pandemia es esa predilección por un buen patio y la posibilidad de salir a pasear sin la necesidad de cruzarse con nadie. El hándicap de la despoblación se ha convertido, en tiempos de covid, en el mejor aliado de los pueblos castellanos, en general, y los vallisoletanos, en particular.
Una tendencia que, aunque empezó a dejarse notar hace meses, se ha disparado en las últimas semanas, con el levantamiento del cierre perimetral. Los veraneantes han anticipado su 'fuga' al pueblo. Otros años, en circunstancias distintas, se dejarían ver a partir de mediados de junio, con el cierre del curso escolar. Pero los cerca de siete meses que Castilla y León ha estado blindada pasan factura. Todos quieren volver cuanto antes.
Desde que comenzó mayo también suena más el teléfono de las agencias inmobiliarias para solicitarles información sobre la posibilidad de adquirir una vivienda en municipios de segundas residencias como Aldeamayor de San Martín, Viana o Boecillo, entre otros muchos. Así lo confirma el presidente de la Asociación de Promotores Inmobiliarios de Valladolid (Aspriva), Gonzalo Jolín, quien también incide en que este interés va más allá del extrarradio de la capital. Es el pan nuestro de cada día desde que la covid puso todo patas arriba. «Desde hace un año, cuando empezamos a ser conscientes de que esto venía para quedarse, mucha gente ha mostrado interés por comprar casas tanto en el alfoz como más allá», desvela.
La única condición, el «criterio básico», es que la casa en cuestión esté a una distancia máxima de treinta kilómetros de la ciudad. También optan por espacios que tengan zonas comunes, patio, terraza y, si puede ser, piscina comunitaria. «Antes, el interés se centraba básicamente en las llamadas ciudades dormitorio, pero ahora hay una segunda corona, como son Wamba, Fuensaldaña, Tudela... Que está teniendo mucho interés», concreta Jolín. «La gente huye de promociones muy masificadas, quiere algo más esponjado», añade.
Donde se ha constatado ya el traslado de la ciudad al campo es en Peñaflor de Hornija. Su padrón no ha dejado de crecer desde hace doce meses. «En enero de 2020 éramos 289 censados; el 1 de enero de este año éramos 331, y en lo que va de 2021 se han empadronado ya ocho nuevos vecinos; es un incremento considerable y estamos encantados», subraya su alcalde, Juan Antonio Gutiérrez, que destaca el «esfuerzo» que están llevando a cabo para atraer a urbanitas hacia el mundo rural.
En Boecillo no han experimentado el 'boom' del año pasado, pero sí que están registrando una media de entre diez y quince nuevos empadronamientos mensuales. «Siempre tenemos un aumento por estas fechas, pero no esperamos la avalancha que tuvimos el verano pasado, que fue una pasada», señala su regidor, Raúl Gómez, quien prevé «en breve» un aluvión de visitantes.
Llegó a su San Pelayo natal con las maletas cargadas de ilusión. Él y su esposa Pilar estaban ansiosos por regresar a su casa del pueblo en la que se sienten «tan a gusto». Durante todo el año viven en Vitoria y en cuanto a sus nietos les dan las vacaciones, se escapan hasta el municipio vallisoletano. Pero el cierre perimetral entre comunidades les ha tenido siete largos meses a la espera. El próximo día 27 harán de nuevo las maletas, pues al día siguiente recibirán la segunda dosis de la vacuna contra la covid. «La última vez que vinimos fue en el Puente del Pilar. Teníamos muchísimas ganas, sobre todo por dar una vuelta a la casa, ya que es antigua y exige un mantenimiento. Cuando hemos llegado nos hemos encontrado el corral como una selva. Con tanta lluvia, la maleza tenía un metro de altura, así que nos hemos pasado un día entero acondicionándolo todo», afirma Ángel, mientras da un paseo con su esposa por los alrededores de la localidad.
Este matrimonio dice que se encuentra «muy bien» en Vitoria, pero que como en San Pelayo «no se está en ningún sitio». «Lo echábamos mucho de menos. Es la vez que más hemos tardado en venir. En el pueblo hacemos senderismo por todo el entorno y nos vamos a andar hasta Torrelobatón o hasta Torrecilla y, si nos apetece, cogemos el coche y nos vamos de excursión hasta Zamora o Salamanca a pasar el día. Aquí hay una paz que no se compara con nada», coinciden Ángel y Pilar, que aún no se han marchado y ya están pensando en regresar a mediados de junio para pasar todo el verano.
Información de Laura Negro
Esqueletos de hormigón se ven desde hace semanas en Montemayor de Pililla. Allí se están construyendo en torno a catorce chalés y la venta de terrenos y la concesión de licencias para levantar nuevas edificaciones se han disparado el 30%. «Se ha notado el auge con la pandemia, al igual que el tema de las reformas, que muchos vecinos han aprovechado para hacer mejoras en sus casas», concluye. A ello, además, cabe añadir que en torno a doce familias han desempolvado ya sus segundas residencias.
Comparte este auge el alcalde de Castronuño, Enrique Seoane. «Estamos viviendo un 'boom', la covid ha hecho que todo el mundo quiera venirse a vivir al pueblo, y debemos aprovechar la oportunidad», argumenta. En Aldeamayor –dice su regidor, Fernando de la Cal–, la realidad que viven a diario no se ajusta a lo que se recoge en el padrón. En los últimos doce meses, cerca de doscientas personas se han censado en la localidad. Muchas menos de las que estiman que pasan allí su día a día. «Ha subido bastante, pero por el servicio de recogida de basura creemos que a diario viven unas 9.500 o 10.000 personas, aunque no estén empadronadas», comenta De la Cal, quien también matiza que «antes de la pandemia eso solo nos pasaba en verano y ahora es habitual».
Son, sobre todo, matrimonios de mayores que antes tenían su residencia habitual en Valladolid capital pero que a raíz de la covid se han decantado por el pueblo. A todo ello, además, hay que sumar el «enorme crecimiento urbanístico» que se está produciendo. «Se están haciendo y vendiendo muchísimos chalés, yo creo que se venden una media de siete a la semana», apostilla. Donde también se está vendiendo «alguna casa» es en Villanubla, a tan solo 14 kilómetros de distancia. Quienes lo adquieren –apunta su primer edil, Félix Velasco– tienen «algún vínculo con el pueblo y tienen intención de venirse a vivir aquí». Allí, en cambio, no se ha notado tanto un incremento del padrón como el año pasado, aunque sí esperan la llegada de veraneantes.
Los pueblos se rearman ante el más que previsible aluvión de foráneos. Miran hacia el mes de junio –cuando acabe el curso escolar y comience de forma oficial el regreso– con expectativa y cierta preocupación. Todos, además, bajo un denominador común: evitar el colapso de servicios. Para ello, contarán con la mano de la Diputación Provincial, que reforzará el servicio de recogida de basuras para que no se produzca una paralización. Asimismo, la institución puso en marcha el Plan V, bajo cuyo paraguas los ayuntamientos pueden incluir los gastos de suministro de nuevos equipamientos.
Con información de Laura Negro y Sofía Fernández
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