A sus 102 años, Amelia Bahíllo recibió ayer la segunda dosis de la vacuna contra el coronavirus. En una semana se supone que estará inmunizada. Será su segunda victoria contra las dos grandes pandemias sanitarias que han azotado al planeta en el último ... siglo. Cuando se desató la mal llamada 'gripe española' de 1918, Amelia era un bebé. «Mi madre dejó de amamantarme a los siete meses al ver que tantos niños de pecho morían. Dejé de mamar por eso de los temores», recuerda la 'abuelita', como la conocen los trabajadores de la residencia El Villar de Laguna de Duero, donde vive desde hace algo más de dos años.
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Incluso hubo más plagas sanitarias a las que se enfrentó esta mujer a lo largo de su centenaria vida. Muestra las pequeñas marcas que le dejó en la cara y la espalda la «viruela loca». Nacida en la localidad palentina de Villarmentero de Campos (1 de abril, 1918) la vida la sometió también a otras pandemias humanas como la Guerra Civil. Trabajó desde muy niña. «Iba con mi bicicleta por todos los pueblos a vender huevos, fruta, verdura. Corría que me las pelaba». Con apenas 9 años se marchó a Oviedo junto a su hermana mayor para trabajar de doncella.
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Ya casada con un militar, en la capital asturiana vivió la guerra fratricida, un tiempo en el que «todo era terrible, casi peor que cualquier enfermedad. Esto que hemos vivido ahora me hace recordar aquellos días». Tras la llegada de la paz, los destinos castrenses les llevaron de punta a punta de la península hasta que su marido la dejó viuda con apenas 26 años y un hijo al que criar. Después, los años le han dado dos nietos y otros tantos bisnietos. «A veces me los enseñan en el teléfono. Son todos unos soles».
Sin casi nada llegó llegó al Valladolid de mediados de 1940 donde se empleó en todo lo que salía, hasta que pudo pagar su casa, donde instaló una pensión. El motor de su vida ha sido «que siempre he tenido mucha fuerza de voluntad». En su casa trabajó y vivió «hasta los noventaypico años -rememora Amelia-. Tuve muchos estudiantes y trabajadores de Renault. Todos muy buenos chicos».
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Desde que llegó hace dos años a El Villar, Amelia Bahíllo conserva su lucidez e independencia con la que siempre afrontó su vida. Una existencia activa y un físico a prueba de los males de la edad. Apenas usa las gafas más que para leer y conserva unas manos tersas que dibujan en el aire los gestos de sus recuerdos. «Me arreglo sola y hago casi todo sola», insiste con orgullo.
Afrontó su segundo pinchazo con la determinación y optimismo que muestra en todo lo que hace y dice. Al igual que en la primera dosis, el pasado 30 de diciembre, la 'abuelita' de El Villar madrugó hoy para volver a ser la primera en recibir la inyección. «No he tenido ninguna molestia, ni mareos, ni nada. Ni me he enterado», insiste.
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Ahora confía en que «Dios siga olvidándose de mi porque nunca pensé en llegar hasta aquí». Y que llegue el 1 de abril para celebrar su 103 cumpleaños en la casa de su madre de Arconada (Palencia). Ella se la regaló a sus nietos que «la han puesto como un palacio».
Amelia pone rostro a la esperanza y a un día de fiesta en esta residencia y que se repite cada día en otros tantos centros de mayores que completan las vacunaciones. En El Villar 130 personas entre residentes y trabajadores recibieron hoy su segunda dosis.
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Mariola Asenjo es la trabajadora más veterana con 26 años de servicio. Cree que a partir de ahora «se abre un soplo de frescura y buenas noticias, aunque no se pueden echar nunca las campanas al vuelo». Ella y sus compañeros recuerdan los malos ratos tras el brote que se detectó en este centro el pasado otoño. Tiempos en los que «hasta te daba apuro abrazar a tu hijo (el suyo tiene 13 años) porque atender a los mayores supone siempre contacto físico».
El director de El Villar, David Baena, asegura que intentarán «reducir al mínimo la cuarentena posterior tras las vacunas», pero siempre desde la prudencia. «Tenemos claro que las mascarillas y las medidas habrá que seguir aplicándolas pero esperamos un control más relajado».
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Una nueva vida que incluirá la reapertura del comedor y las terapias sin mascarillas a partir del 1 de febrero. Y un régimen de visitas más suave. «Todos tienen ilusión por ver a sus hijos con más frecuencia y cercanía. Pero aún no hay un protocolo postvacunas», reconoce David Baena.
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