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No alzan una voz más alta que la otra y no portan pancartas gigantes para proclamar la falta de servicios en la España vaciada. Pero tampoco se quieren acostumbrar a vivir con escasos servicios ni a levantar los hombros ligeramente dando por sentado la afirmación ... de 'esto es lo que hay'. Pero la realidad es la que es y dentro de la denominada España vaciada existe una zona sombría en Valladolid, donde esa escasez del todo es más acuciante. Una España vaciada dentro de la España vaciada: la 'metaEspaña vaciada'. Y existe en Valladolid. Una especie de agujero negro, que se escenifica mejor con una circunferencia ficticia formada por municipios como Medina de Rioseco, Villardefrades, Mota del Marqués, Vega de Valdetronco, Villavieja del Cerro, Tordesillas, Geria, Simancas, Villanubla y La Mudarra. Es el Triángulo (círculo) de las Bermudas de Valladolid.
En su interior, uno de los mejores ejemplos de falta de servicios es la escasez de gasolineras. No es que la provincia precise de más estaciones de servicios, sino la ubicación de estas, que deja a varios pueblos con un surtidor a una distancia superior a los 20 kilómetros. La zona sombría de gasolineras la padecen en el epicentro de esa circunferencia alrededor de un millar de vecinos al agrupar a municipios como Castromonte, San Pelayo, Torrecilla de la Torre, Castrodeza o, en menor medida, Torrelobatón, con la casualidad de que las gasolineras más cercanas son las más caras de la provincia. Cosas de la oferta y la demanda.
Precisamente el cierre de la gasolinera de Torrelobatón hace un poco menos de 20 años obligó a estos ciudadanos a gastar más combustible para repostar. Es la pescadilla que se muerde la cola. Y ahora, con los precios superando día sí y día también el récord histórico, afecta en más medida. «Si tenemos que hacer alguna gestión en Valladolid, aprovechamos para llenar el depósito. Al igual que el día que hay mercado en Medina de Rioseco o en Tordesillas. Optimizamos el viaje», explica la alcaldesa de Torrelobatón, Natividad Casares.
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A escasos kilómetros de este municipio se encuentra Castrodeza, con una de esas casualidades esperpénticas. El alcalde, José Antonio González, y la alguacil, Cristina Valles, tienen que ir en coche unos 20 kilómetros para traer gasolina para desbrozadoras, cortacésped y demás utensilios para mantener en óptimas condiciones jardines y parques del municipio. «Durante toda la primavera y el verano gastaremos 300 litros de gasolina. Ahora, evidentemente, nos sale más caro. Se gasta más en ir a por ello en coche y nos sale más caro porque los precios a los que está el combustible, como sabemos, han crecido exponencialmente», apunta Cristina Valles antes de acondicionar los aledaños de la pista de baloncesto.
«Nos falta de todo». Arranca a decir el alcalde de Robladillo, José Luis Rodríguez, cuando se le pregunta por los servicios de los que dispone su pueblo de 89 vecinos. Él, paciente por naturaleza, no se queja por no tener farmacia, o una tienda de ultramarinos. Ni siquiera por no tener cajero. No lo echa de menos, puesto que nunca lo ha tenido.
Se queja porque, entrados ya en la tercera década del siglo XXI, su pueblo y otros como Villán de Tordesillas, Castrodeza o Velliza, sean los que paguen el pato de la desidia de la administración y de los teleoperadores de telecomunicaciones. «Si nada lo remedia, terminaremos por desaparecer», lamenta este edil que, hasta hace 3 años, no tenía ningún tipo de cobertura móvil en su pueblo.
«Pusimos una antena y el problema de la telefonía lo solucionamos, pero seguimos con un servicio de internet totalmente deficiente. Va por radio, tiene muchos cortes y si nos conectamos muchos a la vez, va lentísimo. Queremos la fibra que nos habían prometido y la queremos ya. Hoy en día, se puede vivir sin una tienda, porque echas un viaje y compras pan para tres días. Pero Internet no podemos ir a comprarlo al pueblo de al lado. Lo necesitamos hasta para gestionar las citas médicas. A los políticos se les llena la boca diciendo que quieren dar vida a los pueblos, pero luego no hacen nada de nada», dice rotundo.
Él es de los que opinan que un mejor acceso a la red ayudaría a fijar población. Otro problema añadido que tiene, es la televisión. «Desde que han instalado una antena de telefonía en Simancas, hemos dejado de ver las cadenas de RTVE. Cuando no es una cosa, es otra», se desespera.
Muy crítico se muestra también el alcalde del pueblo vecino, Villán de Tordesillas, quien califica de auténtica «vergüenza», el abandono de pueblos como el suyo, que con 123 vecinos y a tan sólo 23 kilómetros de la capital, «tengan tan solo cobertura con una compañía y que las cadenas de TVE ni las vean», reclama José Vidal Adalia En Wamba, idem de idem. Su alcalde, José Luis Álvarez informa que sólo tienen cobertura móvil con un operador y que «las cadenas autonómicas en la televisión no se ven». En Peñaflor de Hornija, más de lo mismo. Tienen la esperanza de que, con la próxima instalación de un repetidor, el problema se solucione.
Los hay que también tienen problemas con el teléfono fijo. Es el caso de Gallegos de Hornija. Su alcalde Álvaro Correjes dice que lleva tres años esperando a que actualicen la tecnología.
«Tres años perdidos, en los que no se ha hecho ningún tipo de mantenimiento. Muchas cajas están oxidadas y en mal estado y cuando hay humedad en el ambiente, las llamadas se nos cortan. Esto es un problema grave, sobre todo para la población más mayor».
Otro alcalde resignado es Paco Rodríguez, de Urueña. Su pueblo es el que tiene más librerías por habitante de España, 9, (y 4 museos), deja mucho que desear en lo que a cobertura se refiere. «Sólo nos llega señal de una compañía. El resto llega de forma muy deficiente. Ahora mismo sólo tenemos un cajero y sólo pedimos que por favor, ese que no nos le toquen», pide.
El alcalde de la Santa Espina, Luis Miguel Puerta, señala que «hay que hacer algo por mejorar la deficiente infraestructura de telecomunicaciones de estos pueblos, y tiene que ser ya», apremia.
«Tener las gasolineras a unos 20 kilómetros de distancia nos ha dado algún susto con la reserva. Al final hay que calcular que no tenemos un surtidor al lado del municipio. Este es otro ejemplo de la falta de servicios en el mundo rural», explica José Antonio González antes de enumerar otras necesidades que considera más vitales que tener una gasolinera en el municipio.
«Entendemos que no podemos tener una para casi 150 vecinos censados. Veo más vital tener bancos, que no tenemos, tiendas, que no tenemos, o redes móviles. Estamos incomunicados, porque solo nos llega algo de red de Movistar. Del resto, nada. Al igual que Internet. Estamos aislados», añade el alcalde en la puerta del Ayuntamiento.
Junto a él, se cruzan en el camino el matrimonio formado por Santiago Gómez y Chantal Englebert. Se conocieron en Bélgica, de donde es natural Chantal, pero se compraron una casa en Castrodeza al criarse hasta los diez años Santiago en Wamba. Van a por el pan, pero no son ajenos de la problemática de la España vaciada y de dónde viven temporalmente. «Es hacer el tonto gastar gasolina para repostar, pero no nos queda otra. Nosotros siempre venimos en avión y aquí tenemos un vehículo. Lo precisamos para completar todas las necesidades», explican tras comprar y dejar a deber una barra de pan al no llevar efectivo. «No pasa nada», agrega el panadero ambulante Félix Pascual.
A Pascual aún le queda algún año para jubilarse. No se sabe qué pasará después de que deje de hornear pan todos los días en La Cistérniga. Se recorre Villanubla y Wamba para concluir en Castrodeza. «Vengo hasta aquí para que tengan pan. Mejor esto que los productos congelados que se ven ahora por muchos sitios. Además, soy consciente de la falta de servicios que hay en estos municipios y hasta hago funciones de banquero. Soy el encargado de cambiar los billetes grandes que tienen para que puedan tener cambio para sus pequeñas compras», recalca Félix, que sufre en primera persona el azote de la subida de precios. «No solo es el combustible. Es la harina, que se ha duplicado. Me ha tocado subir precios, porque no me ha quedado otra», lamenta mientras aguarda a los últimos vecinos que vienen a por el pan.
La falta de servicios en Castrodeza se refleja por la merma de los mismos en Torrelobatón. Esa especie de cabecera de comarca ha ido a menos en los últimos diez años. En ese tiempo ha perdido alrededor de cien vecinos para quedarse por debajo de los 400. «Dentro de lo malo, se puede ver negro o medio gris. El mayor hándicap es que estamos a 27 kilómetros de Valladolid y empezamos a ser un municipio de segunda residencia», argumenta la alcaldesa, Natividad Casares.
A pesar de todo, en Torrelobatón hay servicios. «Tenemos ultramarinos, estanco, carnicería, panaderías y un banco Santander con cajero», detalla antes de lamentarse del cierre de Unicaja.
«Muchos decidieron cerrar sus cuentas para traerlas al Santander. Tenemos también la red de todas las compañías y la fibra estará conectada en menos de dos meses», argumenta Casares.
Eso sí, la piscina de Torrelobatón volverá a abrir este verano. El refrescarse en julio y en agosto aún no se ha perdido en la 'metaEspaña vaciada' de Valladolid.
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