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Acaba de llegar de Valencia. Concretamente de Paiporta, el epicentro de la peor DANA del siglo. Su grupo, el tercer turno del contingente de bomberos movilizado por la Diputación de Valladolid, ha estado tres días prácticamente sin parar. Toda mano es escasa. Sergio Sánchez, jefe de dotación del parque de Medina de Rioseco, junto con otros ocho compañeros, se ha dejado «el alma» para aportar su granito de arena y tratar de paliar, en la medida de lo posible, los devastadores efectos que las lluvias torrenciales dejaron en la zona. «Desgraciadamente no es cuantificable toda la devastación que hay», avanza este cabo de bomberos.
Porque allí, tanto en Paiporta como en otras localidades arrasadas por la DANA, hay «muchísimo trabajo». «No se va a solucionar en un mes, ni en dos, ni en tres», lamenta, al tiempo que hace especial hincapié en la perspectiva psicológica de sus habitantes. En el poso emocional que deja una desgracia de esta magnitud y el hecho de convivir entre lodazales, olores nauseabundos y bajos prácticamente derruidos. «Sigues viviendo allí, con la incertidumbre de si algún día vuelve a pasar; nosotros hemos visto una devastación completa, un escenario que se puede equiparar al de una guerra, lo único que los edificios están en pie... Pero lo que es a nivel de instalaciones, está todo destruido», explica Sergio Sánchez, justo antes de reiterar que «no queda ningún bajo habilitado».
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«Tenemos que ser conscientes de lo que esta gente está viviendo. En el día a día no pueden bajar a comprar porque no hay supermercado; no pueden bajar al bar porque no hay bar, ni ir a la farmacia porque no hay farmacia. Hay mucha gente que no puede bajar ni a coger comida porque el lodazal no le permite salir de su portal», subraya.
Porque incluso para ellos, profesionales del Servicio Provincial de Extinción de Incendios habituados a enfrentarse a catástrofes, el panorama que han visto ha superado con creces todo lo vivido hasta el momento. «Hay kilómetros y kilómetros de devastación; hasta que no pones los pies allí no eres consciente. Nosotros estamos acostumbrados a ver tragedias, pero por desgracia esto te supera», asevera Sánchez.
Su labor se ha centrado básicamente en quitar lodo de las calles. Ya no quedan tantos achiques de agua en sótanos y garajes. Ahora, comenta, el «mayor de los problemas» está en los importantes atascos de los colectores. Considera que no será nada fácil, ni rápido, extraer todo el barro y lodo que está empezando a solidificarse en las cañerías de la zona cero. «A base de haber echado lodos y basura, están colapsados por completo y no drenan; tienen un problema muy serio con el tema de los colectores porque no tragan, y al no tragar, esas inundaciones que hay de lodo en las calles y en las confluencias de las esquinas va a ser difícil que las quiten», asevera este bombero de la Diputación de Valladolid.
Allí, para solventar esa situación, deberá entrar maquinaria de gran envergadura. «Tienen que ir cubas que, por depresión, absorben todo ese lodo que está retenido en los colectores y luego impulsan agua para limpiarlo, no con los sistemas que nosotros tenemos, que es un poquito más a nivel domiciliario», afirma Sánchez, quien no obstante destaca el esfuerzo llevado a cabo por el equipo de bomberos de la Diputación para poder desatascar los conductos del instituto del municipio vallisoletano, de mucho menor tamaño, y poder retomar así la normalidad en las instalaciones.
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