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Por fin lo han conseguido. Ronald Brighouse y Teresa Casquete, junto a su hijo Albert, de 9 años, ya están en Medina de Rioseco «con muchas ganas de volver a ver a la familia y a los amigos». Fue en el verano de 2019 cuando visitaron por última vez la localidad vallisoletana –de donde ella procede– desde la ciudad inglesa de Rochester, a 40 kilómetros de Londres, donde residen.
Tuvieron varios intentos fallidos de volver este año. Días antes de la última Semana Santa, cuando ya todo estaba preparado y con el coche cargado de maletas, tuvieron que suspender la visita a Rioseco por las restricciones de la pandemia. «Fue todo un jarro de agua helada», admiten. El esperado viaje lo iniciaban el pasado lunes al cruzar el Eurotúnel y recorrer Francia de norte a sur, pasando por Calais, Rouen, Tours Poitiers y Pau, con parada y descanso en una casa familiar cerca de Tarbes.
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El viernes, tras más de 1.600 kilómetros de viaje en coche, llegaban a Rioseco por la tarde después de entrar a España por San Jean de Pie de Port, en vez de Irún, «para ver paisajes». Sin casi tiempo para abrir las maletas, la familia asistía a la procesión de la Virgen de las Nieves, quizás para mitigar el no haber estado en las últimas Semana Santa como cofrades del Nazareno de Santiago y la Santa Verónica, pasos procesionales a los que visitarán en el Museo de Semana Santa.
Teresa Casquete asegura que «después de tres años había muchas ganar de ver a la familia, como es obvio, pero también de cambiar un poco de aire, porque nos gusta mucho viajar y las restricciones nos han obligado a hacer viajes caseros este tiempo, que han estado muy bien, pero teníamos ganas ya de cambiar un poco de paisaje». Como historiadora, la riosecana aprovechará para visitar archivos y algunos espacios históricos de cara a sus investigaciones sobre la Semana Santa riosecana.
Será también el momento de degustar la sabrosa repostería del municipio, de la que no han probado bocado desde hace tres años, ya que el resto de viandas españolas las encuentra en Rochester. Por su parte, Ronald Brighouse no perderá la ocasión de acercarse a la popular cafetería Cubero y saborear sus deliciosos abisinios.
Por otra parte, Albert, el pequeño de la familia, visitará de nuevo la piel de cocodrilo de la iglesia de Santa María, y volverá a escuchar con gran sorpresa su leyenda. No faltará por eso la visita al cuadro en el que aparece Manuel Milán junto a su sobrino. Finalmente, el 20 de agosto la familia montará de nuevo en su coche para realizar los más de 1.600 kilómetros que les llevará hasta Rochester y volver a su rutina en Inglaterra.
Rebeca Arranz y Lucía Greciet veranean en Rábano
Rebeca Arranz y Lucía Greciet pasan unas semanas de veraneo en la localidad de Rábano, en la casa del abuelo de Rebeca. Ambas residen en Madrid y tienen 25 años. Rebeca ha completado la carrera de Magisterio de Infantil, mientras que Lucía estudia Magisterio de Primaria.
El vínculo que tiene Lucía con Rábano es su amiga Rebeca, con la que acude desde hace tres años «a pasar dos o tres semanas en agosto», según cuenta.
«Mi padre y mi abuelo son de aquí; llevo viniendo muchos años, al igual que mis tíos. Vengo desde que era pequeña, sobre todo en verano. En invierno de vez en cuando, a ver a la familia», explica Rebeca, quien detalla cómo pasan su veraneo en el pueblo: «Lo que solemos hacer principalmente es bajar al río, a la ribera, tomamos el sol, nos bañamos o vamos el chiringuito. También nos acercamos a Peñafiel a tomar algo» asegura.
A Rebeca le gusta el pueblo «porque se está a gusto, hay más tranquilidad y hace más fresco, aunque este año también hace bastante calor». Lucía, por su parte, destaca que «estás más en contacto con la naturaleza, la tienes a la misma puerta de casa». Pero, ¿repetiría más veranos? «Sí, yo me apunto siempre a todo», revela. De hecho, Rebeca dice que Lucía es ya «una más del pueblo».
Ambas están expectantes ante las inminentes fiestas patronales de San Roque y, por fin, tras dos años de pandemia van a poder disfrutarlas juntas. «Este año además vamos a estar en las fiestas y tenemos muchas ganas», coinciden las jóvenes.
Por el momento no tienen grupo de amigas, pues apenas han tenido tiempo para hacer piña. No obstante, esperan estrechar lazos aprovechado precisamente los festejos. «Estamos hablando con otra chica que también viene en verano al pueblo», avanzan. Ésta las ha puesto al día de lo que hace su grupo de amigos en fiestas. «Nos iremos con ellos y a ver qué tal», coinciden.
Quien también acude cada verano a Rábano es José María Regidor. Tiene 77 años y, aunque con a penas dos meses de vida marchó a vivir a Valladolid con sus padres, nunca ha perdido el vínculo con su pueblo natal y lo visita con frecuencia. Sus tres hijos, que viven en Madrid, también se han vinculado al municipio y a la casa familiar que José hizo construir hace 40 años y donde se encuentran. «Mi mujer y mis hijos se quedaban en Rábano y yo iba y venía todos los días de Valladolid a trabajar», comenta, al tiempo que añade que «aquí venía a relajarme; jugaba al fútbol, echaba la partida y me bañaba en el río, aunque fuesen las diez de la noche», sostiene.
Durante su estancia en verano, José se va «con la nieta al río donde me baño todos los días, vuelvo a casa, como y me voy a echar la partida al bar». También le gusta ir a última hora de la tarde a la zona recreativa de la ribera.
Información de Agapito Ojosnegros
Jorge de la Rosa veranea con su familia en Torrelobatón
Son las doce de la mañana y en la casa que cada mes de agosto alquila Jorge de la Rosa en Torrelobatón –392 vecinos– todo son prisas y risas. Sus hijos, César (15) e Irene (12), están impacientes. El primero ha quedado con su pandilla en la Plaza Mayor. La segunda irá a comer con sus amigos a la piscina. No quieren llegar tarde. No quieren perderse nada. Para ellos, éstas son las mejores vacaciones que podían desear.
Viven en Madrid capital y el mes de agosto es su vía de escape y lo que les permite desconectar. De padre wambeño y madre torreña, Jorge siempre ha pasado todos sus veranos en Torrelobatón. «Hubo unos años, durante mi juventud, que dejé de venir, pero cuando tuve a mis hijos retomé la costumbre. Quería que supieran lo que significa tener pueblo. Yo todavía recuerdo lo bien que me lo pasaba de pequeño jugando al fútbol, haciendo peña y en la piscina y quería que ellos también disfrutaran de esa manera», cuenta el progenitor.
César e Irene se consideran unos afortunados al poder pasar sus vacaciones en Torrelobatón, donde se sienten mucho más libres y tienen la diversión asegurada. «Las vacaciones aquí son perfectas. No las cambio por nada del mundo», dice César. «Antes de venir hemos estado unos días en Almería y Benidorm. La playa está muy bien, pero el pueblo es mucho mejor. Por la mañana salgo con mis amigos a dar una vuelta, y por las tardes jugamos a las cartas en la piscina, hacemos partidos de fútbol y de frontón o nos vamos a Villasexmir a jugar al pádel. En Madrid no salgo tanto y tengo que llegar antes a casa. Muchos de mis amigos del pueblo también viven fuera y durante el resto del año mantenemos el contacto», prosigue este joven mientras su hermana Irene asiente. «Yo aquí tengo una pandilla muy grande. Tengo mucha libertad y puedo quedarme hasta launa de la madrugada. Cuando se lo cuento a otros amigos que no tienen pueblo, les da un poco de envidia. También les gustaría tener un pueblo para veranear», comenta ella.
Jorge de la Rosa disfruta viendo disfrutar tanto a sus hijos y él, durante estas semanas, también se lo pasa en grande. «Me gusta estar de terraceo con los amigos e ir a la piscina. Venir al pueblo me ayuda a desconectar», concluye.
Información de Laura Negro
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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