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José Luis Martínez sirve un cachi de cerveza en 'La Ferro'.

La Ferroviaria, de refugio en la Guerra Civil a bar de culto al cachi en Valladolid

Prohición de los pásticos de un solo uso ·

Este mítico establecimiento vallisoletano ha sido testigo de la historia de la ciudad. Abrió sus puertas en 1903 y poco a poco se fue convirtiendo en lugar de reunión para trabajadores ferroviarios y jóvenes

Marco Alonso

Valladolid

Sábado, 10 de abril 2021

La Ferroviaria es, a buen seguro, el bar de Valladolid que más cachis ha vendido en la historia. «A principios de siglo, entre viernes y sábado, vendía unos 4.000 cachis. Era la guerra», asegura su dueño, José Luis Martínez, que no se siente responsable de que varias generaciones tengan las transaminasas altas tras su paso por 'La Ferro'. «El calimocho no le afecta a nadie para mal. Conozco cuadrillas de chavales que han venido todos los sábados, a los que les he tenido que llamar la atención mil veces, y ahora son profesionales de 40 años con carreras universitarias espectaculares», añade.

Este mítico bar vallisoletano ha sido testigo de la historia de la ciudad. Abrió sus puertas en 1903 y poco a poco se fue convirtiendo en lugar de reunión para los trabajadores ferroviarios, de los que adoptó su nombre. El tiempo fue pasando, España entró en guerra y la bodega ubicada bajo el local pasó a ser refugio antiaéreo. Allí se resguardaban los vecinos durante los intensos bombardeos de la aviación republicana –Valladolid fue la sexta ciudad de la retaguardia más bombardeada–. Luego llegó la posguerra y el patio de 'La Ferro' pasó a ser el mejor lugar en el que esconder los productos del estraperlo que llegaban a la estación de trenes.

Murió Franco y años después de la llegada de la democracia, –intento fallido de golpe de estado mediante– José Luis Martínez decidió, en 1989, coger el traspaso de la Ferroviaria, local del que es dueño desde entonces en régimen de arrendamiento.

32 años lleva José Luis detrás de la barra de 'La Ferro', un bar que solo ha podido cerrar la pandemia de la covid-19 a lo largo de su dilatada historia. En ese tiempo, el dueño asegura que ha visto situaciones de lo más inverosímil. «Aquí ha pasado de todo. Hasta se ha muerto y ha nacido gente», indica José Luis, que incluso tiene enterradas las cenizas de un parroquiano del bar bajo una de las parras de la terraza del local. «Hay tanta fidelidad a esta casa que el año pasado depositaron las cenizas de un cliente que antes de fallecer dijo que quería descansar aquí. Le indicó a su hija que enterraran aquí sus cenizas para que le visitaran los domingos cuando vinieran a echar la partida», señala José Luis.

Y en este bar cargado de historia llegará en julio un momento que puede marcar su porvenir: el fin de los plásticos de un solo uso y, por ende, el adiós a los vasos de cachi que tanto se han vendido en este local. «Buscaremos alternativas como hemos hecho siempre. Si lo vemos complicado, montamos una botería o una porronería», indica el dueño de La Ferroviaria, que cuando abrió el bar vendía el cachi de calimocho a 150 pesetas – 0,90 euros– y a 200 pesetas –1,20 euros–, el de cerveza.

Ahora los cachis de calimocho en 'La Ferro' valen 2,5 euros y 3,5 euros, los de cerveza. Su precio a partir de julio dependerá del coste del sustituto del plástico, pero, sea como fuere, José Luis espera que pronto la covid dé un respiro a la hostelería para poder vivir de nuevo aquellas épocas en las que La Ferroviaria era un centro de reunión para la gente joven de Valladolid. «He llegado a tener reservas de 700 personas para un sábado en diferentes franjas horarias», recuerda el dueño de uno de los bares más longevos y por los que más gente ha pasado de Valladolid. De hecho, si los vallisoletanos rebuscan en las carteras de antaño, más de uno encontrará algún 'ferropunto' –unos vales canjeables por cachis, tapas e incluso por fiestas privadas–, que sirvieron a José Luis para fidelizar a una clientela para la que el cachi era mucho más que un simple vaso de plástico.

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