«Valladolid, a día de hoy, tiene un problema con las palomas». De esta manera reconoce el concejal de Salud Pública y Seguridad Ciudadana, Alberto Palomino, que la ciudad se enfrenta a una plaga de estos animales, contra los que lleva años luchando aunque parece ... que la victoria en la batalla está cayendo del lado animal. Es cierto que las quejas por los daños realizados por estas aves bajaron en el año anterior, aunque el porcentaje de las denuncias recibidas por la presencia en diferentes zonas de paloma torcaz en la ciudad pasó de ser el 12,4% del total en 2021 al 26% en 2022.
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El Ayuntamiento aún no ha hecho balance de las quejas recibidas en lo que va de año, pero la tendencia del número de denuncias vecinales sigue en aumento en el caso de la paloma torcaz, que se ha asentado en la ciudad y ya se la puede ver en puntos en los que su presencia parecía impensable, como la mismísima Plaza Mayor. El carácter huidizo de la torcaz hacía que estos animales fueran un 'rara avis' hace unos años en el casco urbano vallisoletano, pero ahora su población se ha multiplicado hasta convertir a estas aves en unas de las más presentes en el ecosistema urbano vallisoletano. José Luis Marín es técnico de FrasurControl, la empresa que se encarga del control de estos animales en la ciudad, y se aventura incluso a apuntar que el número de torcaces que viven en Valladolid y el alfoz es de unas 30.000. «Miras al cielo y sólo ves torcaces», asegura con unas palabras refrendadas por el gerente de la empresa, Francisco Ordóñez, que hasta ahora solo ha planteado la retirada de nidos, huevos y polluelos para frenar el avance de esta especie, pero cree que en un futuro habrá que apostar por medidas más drásticas, como la caza controlada en los lugares a los que estos animales acuden a comer, en los campos de cereal del entorno. «En otras comunidades autónomas se están realizando batidas en los comederos. Es un ave que por su manera de actuar no entra en los capturaderos, así que las batidas son la única manera de controlar la población», señala Ordóñez.
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La paloma bravía era tradicionalmente la especie más presente en la ciudad, seguida de la tórtola, pero ahora la torcaz está aumentando tanto su población que las estimaciones censales señalan que el número de ejemplares de esta especie, la más grande de las tres, puede ser similar al de la bravía. La torcaz anida en los árboles y en muchas ocasiones eligen árboles tan altos que la ubicación de los nidos dificulta enormemente su retirada. Caso distinto es el de la bravía, que suele aprovechar edificaciones abandonadas para anidar. El año pasado se tramitaron 23 expedientes relativos a inmuebles, en su mayoría en estado de abandono, en los que se generaba una situación de insalubridad, motivada por el anidamiento de las palomas bravías. En estos casos se realizaron requerimientos a la propiedad para que limpiaran las zonas afectadas y procediesen al cierre de las oquedades existentes para impedir el acceso de las aves al interior del inmueble.
El mayor problema que genera la importante presencia en la ciudad de torcaces reside en sus excrementos. Esta especie es la más grande de las palomas presentes en Europa, mide entre 38 y 44,5 centímetros de largo y pesa de 300 a 615 gramos. Para alimentarse, un ejemplar adulto precisa ingerir entre 80 y 90 gramos de grano al día, frente a los entre 30 y 40 gramos diarios que necesitan comer las palomas bravías. Si la paloma come mucho, lógicamente, genera más excrementos y eso hace que las zonas en las que la presencia de estos animales se ha generalizado precisen de un calendario de limpieza más intenso. «Esto representa un problema para la ciudadanía de salubridad y limpieza», admite el concejal de Salud Pública, mientras la veterinaria y jefa de la sección de salud pública del Ayuntamiento, Ana Mataix, asevera que estos animales han cambiado sus hábitos de conducta en los últimos años. «No es fácil controlar a las torcaces. En un principio, no era necesario porque su presencia era muy transitoria y en seguida se iban, pero ahora han visto que la ciudad es un buen sitio para vivir y se las ve a lo largo de todo el año», indica Mataix.
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¿Y qué ha sucedido para que las torcaces hayan protagonizado todo un éxodo rural? El técnico de control de plagas José Luis Marín lo tiene claro. «Han convertido la ciudad en su refugio. Antes tenían miedo al hombre porque los cazadores mermaban su población en el medio rural, pero poco a poco han visto que en la ciudad el hombre no les hace nada y, además, no cuentan con otro tipo de depredadores», explica Marín, quien señala que las palomas solo salen del casco urbano «para ir a comer a los campos de las afueras y regresan rápidamente porque en la ciudad se sienten más protegidas», concluye.
Las palomas se pueden sentir protegidas en Valladolid, pero el equipo de FrasurControl lucha cada día para que dejen de tener esa sensación y acaben renegando de la ciudad. «Parte de las palomas van a palomares cerrados con un registro veterinario -ubicados en la localidad leonesa de Albires y en la vallisoletana de Castroponce-. Además, la normativa también contempla el sacrificio no cruento de un número de animales, que luego se usan para alimentación animal, de rapaces», explica el gerente de la empresa que se está encargando de capturar ejemplares en Valladolid para acabar con esta plaga.
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