Pioneras en los primeros 8 de marzo en Valladolid
Voces veteranas ante el 8-M ·
Tres mujeres, participantes en las marchas desde hace cuarenta años, recuerdan su lucha por la igualdad, «antes incluso de sabernos feministas»Secciones
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Voces veteranas ante el 8-M ·
Tres mujeres, participantes en las marchas desde hace cuarenta años, recuerdan su lucha por la igualdad, «antes incluso de sabernos feministas»Había un grito que todavía recuerdan y que se coreaba en la Plaza Mayor aquellos 8 de marzo de finales de los años 80, «cuando éramos muy poquitas las que nos juntábamos, unas trescientas personas y solo mujeres». Decía la consigna:«Manolo, esta noche ... la cena te la haces solo». «Y la gente nos miraba mal. Míralas estas, decían. Hicimos alguna manifestación con salida desde Colón, como las del 1 de mayo, pero al final tuvimos que celebrarla en Fuente Dorada, que era una plaza más recogida y parecía que éramos más. Y ahora mira, mira en lo que se ha convertido el 8 de marzo. Con tanta gente en la calle. Con hombres. Falta camino, pero se han conseguido muchas cosas».
Hablan Nina Infante (Bercianos del Páramo, León, 1947), Mauri García Vecino (Fuentes de Ropel, 1950) y Teresa del Cura (Madrid, 1943). Tres mujeres que durante años han luchado en Valladolid por la igualdad.
«Cuando yo era niña no le llamaba feminismo, pero veía cosas que sabía que eran injustas», dice Nina Infante. «Provengo del campo. En mi pueblo se trabajaba igual fueras hombre y mujer. Pero, al volver a casa, las que seguíamos trabajando éramos nosotras. Mi hermana y yo seguíamos con las tareas mientras mi hermano se iba por ahí. Y yo me rebelaba. Sabía que eso era injusto».
En 1969 dejó el pueblo rumbo a Valladolid, «y aquí multipliqué por equis esa visión de que había que luchar y reivindicar cosas. Se nos veía como cuatro locas. Pero ahí estábamos, en una doble vertiente. En la calle. Pero también aportando en las instituciones. Pelendo para conseguir leyes, como la del aborto, la igualdad, la dependencia, contra la violencia de género».
Ese marco normativo, dice, ahí está. Es una herencia que han recibido las generaciones más jóvenes. «Aunque todavía haya que luchar para que esas leyes se cumplan por completo», dicen.
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«Como feminista no he militado nunca, pero no me he perdido ninguna manifestación», cuenta Teresa del Cura. A los 18 años se vino a Valladolid a vivir con sus tías y aquí, para hacer amigos, ingresó en la JOC. «Entonces había un grupo de chicos y otro de chicas. Ellos siempre se quedaban con los locales, en José María Lacort, y nosotras nos teníamos que buscar la vida para organizar actividades. A mí se me llevaban los demonios por que estuviéramos separados. Y ahí empezamos a reivindicar la igualdad», explica.
«En un viaje de la JOCfuimos a París, en 1967, a una concentración de la juventud obrera europea. Y aquello me impactó. Me puse en la solapa una chapa que decía:'A trabajo igual, salario igual'. Ymira cómo estamos aún con la brecha salarial. En París vi otro lenguaje, otra libertad. Nosotros estábamos en la clandestinidad, y allí se hablaba tan libremente de igualdad... Así que, al volver a Valladolid, todo se me quedaba pequeño». Cuenta que sufrió el «machismo más cutre» en su trabajo,en una oficina de contabilidad en la que era la única mujer. «Recibía burlas si algún día faltaba. Miraban el calendario y decían, claro, estará con la regla. Era una mala baba indigna, degradante», recuerda.
También Francia supuso para Mauri una completa apertura de miras. Fue emigrante. Allí vivió entre 1964 y 1973 .«Cuando llegué allí fue un cambio muy brusco. Viví una libertad total», recuerda. Al regresar a España e instalarse en La Rondilla, comenzó a participar en las asociaciones de madres y padres en el colegio Gutiérrez del Castillo (hoy Entre Ríos)y pronto se creó en el colectivo vecinal un grupo femenino que, a través de charlas y talleres, «intentaba que las mujeres salieran». «En aquellos años, el hombre estaba en el bar y ellas se quedaban en casa. Nuestro reto era conseguir un espacio propio para ellas», cuenta Mauri.
«Yo ahora veo la valentía de las jóvenes cuando denuncian, cuando defienden que van a vestir como quieran, a hacer lo que quieran... y me gusta. Pero luego veo otras cosas que no. No entiendo que permitan que les controlen el 'whatsapp', con el móvil. No, no. Eso no. Eso me duele», asegura Del Cura, quien insiste en la «importancia de la educación. No podrá haber revolución feminista plena hasta que todos los chicos sean conscientes de que el feminismo no va contra los hombres, sino que es una lucha por la igualdad».
«A mí también me gusta ese atrevimiento de las jóvenes, que no tengan miedo», añade Nina. «Nosotras, que fuimos hijas de la dictadura, hemos contribuido a educar en esa libertad. La mujer ha despertado, se ha empoderado. Esto es imparable. Pero quedan cosas por conseguir:mayor independencia económica, igualdad salarial y laboral, reparto en los cuidados. Hemos avanzado mucho, pero queda».
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